Everardo González o el infierno empático

Un símbolo descontextualizado parecería morir en la soledad: sin contexto no hay significado. La mayoría de los antropólogos somos presas de esa premisa. Sin embargo, algunos la han desafiado de manera ejemplar. Recientemente me encontré a un gran director de cine documental que así lo hizo, y aunque no se auto-reconozca como antropólogo, Everardo González debería de ser reconocido como tal. No sólo por su sensibilidad empática, ni por su capacidad de develar informantes con preguntas simples; la profundidad de su propuesta y el juego de los símbolos son propios de una antropología que se acerca a la poesía. No muchos narradores en antropología han logrado el uso de un símbolo para descifrar, en la ausencia del contexto vivido, los valores y las percepciones sociales. Everardo juega con los prejuicios y los símbolos del espectador, la realidad se recrea de forma interna y hace vivir un infierno que se dibuja desde el observador, su imagen carece de violencia; ésta, la completas tú, a través de un infierno empático y compartido que te hace vibrar y sentir, te decodifica y deconstruye. Si quieres saber quién eres y qué tienes en tu mente, entonces observa la Libertad del Diablo y pondrás play a tu memoria mexicana.

Decía Octavio Paz que la narrativa de Levi-Strauss se acercaba a la de André Breton, González se acerca a los surrealistas no sólo en el uso, casi obsesión, de la máscara como un símbolo, sino en la simplicidad simbólica de su representación narrativa, que envuelve y disuelve la frontera entre ficción y realidad, entre la objetividad y la subjetividad, entre víctima y victimario. Los juegos visuales, gestálticos, que los surrealistas crearon, los buscaban en el arte primitivo, principalmente en máscaras. En palabras de Edmund Carpenter –en los juegos visuales– la imagen en sí misma nunca cambia, lo que cambia es el observador –y añadía que – la visión de los surrealistas –decían ellos mismos–, no era única, provenía de épocas y tierras remotas. No eran rarezas ni curiosidades, eran parte de un orden natural. Los surrealistas hicieron familiar lo ajeno. Desestabilizaron tradiciones; con su arte y sus colecciones, expandieron nuestra percepción de la realidad. No podría decir menos de Everardo González, la semejanza más allá de una poesía visual y sintética, de una abstracción minimalista y ausente de contexto, su semejanza con el surrealismo es, en sí misma, la oportunidad que nos brinda al expandir nuestra percepción de la realidad.  

máscara de pueblos aborígenes
Pueblo Yup’ik. “Máscara Caribú”, finales del s. XIX. Alaska, Napaskiak. Madera, plumas y pigmentos, 20 x 14 x 10 pulgadas (50.1 x 35.6 x 25.4 cm). Colección de Adelaide de Menil y Edmund Carpenter.

Quien no vea La libertad del diablo no sólo se privará de reconocer un esbozo que resume el profundo e intrincado problema de la violencia en México; esa persona no podrá experimentar en la violencia que nos aqueja la empatía con el otro, base de la antropología; tampoco podrá reconocer en la mirada de lo ajeno sus prejuicios de clase más profundos y arraigados, también un encuentro común del oficio del antropólogo. Quien quiera conocer sus límites y desee ser transportado a la soledad de sus representaciones y prejuicios sociales debe de vivir La libertad del Diablo. Ahí, quien cambia es el observador. Si esa máscara no te cambia la percepción, entonces no dejarás de decir “hijos de puta” o “lo mataría”.  Pero si la observas, te quitarás la máscara. Te sentirás desnudo frente a un sistema desalentador.

El contexto sin contexto es aquél que es completado por el espectador.

Cualquiera que no quiera empatizar con un asesino, con un violador  o  con un militar que se vuelve sicario; cualquiera que no quiera sentir bondad y generosidad por alguien que ha matado a un niño. Si tú eres ese cualquiera que se cree invapuleable, apártate de La libertad del Diablo.

Tuve oportunidad de experimentar el documental hace unas semanas, en el Instituto de Investigaciones Sociales. Acabado el film, Antonio Zirión y el propio Everardo comentarían el documental. Abrieron preguntas al público. Me he dedicado a entrevistar a personas durante muchos años. Una de las cosas que más me intrigaba era la mirada de los entrevistados. Sé que no es fácil hacer que alguien abra su alma y fije la mirada como si viera a la nada, como aquél que se recuesta en el diván y sin miedo abre su alma y desvela su pasado, Everardo lo logra a cabalidad. Le pregunté qué veían las víctimas y los victimarios al ser entrevistados, me parecía que no veían a nadie y que conversaban con ellos mismos. Me explicó que era un juego de espejos, un artificio logrado por un set en el que el entrevistado lograba ver al entrevistador difuminado, pero al buscarlo entre la cámara se veía a sí mismo. Esa me pareció la más bella metáfora de lo que me pasó como espectador al ver el documental.  La libertad del Diablo es al final un juego de espejos introspectivos en el que al ver la violenta realidad exterior del otro te re-encuentras a ti y te diluyes. Es la máxima expresión de la empatía. Si te atreves a confrontarte te quitarás la máscara de tus juicios y revelaras tus prejuicios.

cineasta en una conferencia
Everardo González durante el evento en el Instituto de Investigaciones Sociales.
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