El capitán del ejército galo, Alfred Dreyfus, judío alsaciano, fue arrestado el 13 de octubre de 1894, bajo la presunta acusación de espionaje y recluido en la cárcel de Cherche-midi en París y después en la isla de El Diablo, frente a las costas de la Guayana, bajo el gobierno de la III República Francesa, época en la cual se libraban diversas batallas contra el antisemitismo, vinculadas a la posesión de los territorios de Alsacia y Lorena, principales zonas carboníferas de Europa en disputa con Alemania.
La conmoción que produjo este hecho llevó a notables personajes a protestar airadamente, encabezados por Émile Zola (1840-1902) que escribió el famoso Yo Acuso (“J’acusse!”) publicado en el periódico L’Aurore, en el cual apelaba por la inocencia del acusado y calificaba el proceso incoado como un “monumento a la parcialidad”. Su publicación le valió juicio por difamación y autoexilio. A él se unieron notables personalidades como Anatole France, Émile Durkheim, Paul Bourget, Jules Renard, Marcel Proust, Monet, y muchas más, lo que elevó la protesta a nivel mundial.
Curiosamente fue durante este sonado asunto cuando se acuñó el término de intelectual con sentido peyorativo, aunque después fue reivindicado por el político francés George Clemenceau, quien lo definió como “individuos que tienen la capacidad moral de indignarse ante la injusticia social”, al reconocer la lucha triunfante por la inocencia del injustamente acusado y rehabilitarlo en su honor militar y su ciudadanía mancillada, por el sólo hecho de ser judío. El autor del espionaje, el mayor Walsin Esterhazy, un militar libertino, fue descubierto y absuelto, pero posteriormente confesó su culpabilidad. Dreyfus luchó en la Gran Guerra Europea ‒la cual un periodista estadounidense bautizó sin querer como Primera Guerra Mundial al publicar que se había iniciado la Segunda– y murió en 1935.
¿La historia se repite en el caso Julian Assange? Carlos Marx dice que cuando ésta parece repetirse es simplemente una caricatura. (Se refería al gobierno de Napoleón III). Otros pensadores apuntan que son únicamente apariencias porque la historia mantiene una espiral dinámica. El cofundador y director de WikiLeaks fue arrestado con lujo de fuerza por elementos de Scotland Yard en la Embajada de Ecuador en Londres, el 11 de abril de este año por haber violado la libertad condicional que se le había otorgado. Pero el verdadero peligro para el periodista australiano es la petición del gobierno de Estados Unidos de América, que lo reclama por “intrusión informática” al revelar millones de datos que le fueron entregados por el entonces soldado Bradley (hoy Chelsea por cambio de sexo) Manning, quien, aprovechando su empleo en el Pentágono, extrajo la información secreta de documentos relacionados con la política diplomática estadounidense, posteriormente difundida a través de diversos medios del planeta.
La aprehensión del polémico ciberactivista, escritor, periodista y hacker por excelencia, ha causado alarma en muchos países y, aún más, por los procesos judiciales que tendrá que enfrentar, de los cuales el de mayor peligro es por parte del gobierno norteamericano que se ha dolido por la información secreta sobre los vuelos en Bagdad y las guerras de Irak y Afganistán. Personajes conspicuos de todo el mundo han levantado la voz en favor y en contra. Desde el mandatario Donald Trump que pide la pena de muerte a Lula da Silva, en su periodo de presidente del Brasil, que lo consideró un defensor de los derechos humanos y la libertad de expresión. El actual gobierno de Ecuador es uno de los actores principales porque jugó un destacado papel por haber permitido la violación al derecho de asilo y cancelarle la ciudadanía de ese país, concedida por Rafael Correa, expresidente ecuatoriano, hoy en fuga.
Julian Assange y la periodista australiana-norteamericana Suelette Dreyfus (¿coincidencia?) siendo adolescentes editaron el libro Underground en el que plasmaron su visión sobre el hacker activista australiano. Él ha recibido premios y reconocimientos internacionales a lo largo de su intensa vida y ha sido propuesto como candidato al Premio Nobel de la Paz, por su propósito medular de transparentar la información como base para mejorar los sistemas democráticos. La lucha judicial será, sin duda, un largo tramo que se injertará en la historia por derecho propio, porque encarna un paso más hacia la libertad de conocer los oscuros entretelones del poder, en estos tiempos de enormes turbulencias que presagian cambios profundos y radicales.
Lo “presunto”, era el espionaje, no la acusación.
Luciano Tanto: le agradezco su observación a mi artículo sobre los casos Dreyfus y Assange y creo que fue derivado de mi deformación profesional en el cotidiano quehacer juridico en tribunales. Saludos.
Excelente reflexión Diputado Cárdenas; confirmamos que la historia del poder siempre ha oscilado entre el espionaje y la vigilancia. Un abrazo de esta internacionalista que investigó el tema de la Isla Bermeja y que Usted contribuyó a difundir.