Auxilio. Un sucedáneo por favor

Hay algo de impertinencia en tratar de encontrarle sucedáneos, en nuestro país, a todo fenómeno o personaje internacional. Así hemos encontrado una larga serie de “leidies” y “lords” en todos los ámbitos, cuando se trata de una pifia o una grave metida de pata, de las que nadie está exento. Todo ello es pasajero, ya que después de una buena cantidad de memes en las redes sociales, la gente queda saciada del escarnio sufrido por sus protagonistas.

Esa mala costumbre de encontrar sucedáneos es recurrente. Se hacen versiones de teatro y películas extranjeras, evidentemente con menor calidad, pero intentando descollar en su ambiente.

En la política pasa lo mismo, podemos detectar varios sucedáneos, unos que pueden ser calificados por sus detractores como el “Maduro de México”, por sus aspiraciones inequívocas de autoritarismo, sus discursos huecos y simples, por su violencia verbal y física a sus opositores y hasta por su superlativa ignorancia sobre los temas más importantes del país, para los cuales tiene siempre la misma receta del rechazo.

Otros sonríen al ser comparados con personajes destacados como el recientemente electo Presidente de Francia, Emmanuel Macron. Figura internacional que ha sorprendido a propios y extraños, al convertirse en un icono de la política independiente, que venía rezagado en las preferencias, pero debido a su perfil y candidez, conquistó a los electores franceses, y a su paso, venció a los extremos ideológicos y salvó de una posible debacle a la Unión Europea.

Los mexicanos hemos visto, como mudos testigos, cómo se financian una buena cantidad de párrafos periodísticos y se pagan cantidades estratosféricas por minutos televisivos en la búsqueda del “Macron mexicano”, ese anhelado sucedáneo que puede venir desde la penumbra donde sólo se esconden los inocentes, los capaces de hacer resurgir la esperanza en el corazón de los mexicanos. Suena un poco a epopeya romántica y a muchos nos crea una buena carcajada, por cierto, muy afectuosa y bien intencionada.

¿Por qué no ser originales? ¿Por qué no buscar un modelo propio, genuinamente mexicano? ¿Es que acaso estamos en la misma senda de algunos países democráticos en los cuales la mayoría se equivocó al votar y hoy ven truncadas sus esperanzas? El hartazgo es mal consejero…

Sin embargo, sí existen fenómenos políticos, candidatos que al modificar su discurso y formular planteamientos incluyentes y viables, podrían conjuntar fuerzas que a botepronto pudieran parecer antagónicas dado que sus fundamentos ideológicos siempre se han considerado opuestos; similar al agua y el aceite.

Hace poco leí algo que de nuevo me hizo poner los pies sobre la tierra: “En política todos los días se tiran las cartas”. Y es verdad, aún no sabemos con certeza lo que pudiera suceder y las definiciones que pudieran darse. La democracia electoral precisamente consiste en que, con las mismas reglas para todos, la incertidumbre de quién será el triunfador, es una constante. Tan simple como eso.

Mientras tanto, volveremos a recurrir a la incesante búsqueda del sucedáneo, es decir, algo parecido a lo que en otras latitudes del mundo ocurrió, aunque con menos calidad. Quizá debemos recurrir a la mítica lámpara de Diógenes, quien empleando la iluminación de su luz pura, buscaba al hombre (o a la mujer) justo.

Los sucedáneos pueden caer hasta ser un simple mote, pero el fenómeno social de búsqueda de un liderazgo fuerte y fresco, aún persiste. Falta poco para saberlo. Y el resultado electoral en el Estado de México nos proporcionará el material suficiente para continuar este modesto artículo.

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