El TLCAN y el diálogo social

Hace algún tiempo, ante la inminencia de la modernización o renegociación del TLCAN, sugerí que México propusiera ante sus socios comerciales, Estados Unidos y Canadá, el surgimiento de una nueva instancia que permitiera obtener información y consejo de los grupos sociales para lo que originalmente fue hecho este vínculo comercial trilateral. La sociedad organizada tiene derecho a formar una especie de caja de resonancia que evalúe el progreso, beneficios, y en su caso, perjuicios causados por este intercambio incesante de bienes, capitales y servicios.

Me refería entonces a un foro permanente en el que deben estar involucrados representantes de los sectores productivos de los tres países. Grupos de productores, de industriales, de transportistas, de comercializadores, de empresas del sector energético, de agricultores, de profesionales y técnicos, de ganaderos, de pescadores, de banca y crédito, de universidades e instituciones de investigación, desarrolladores de software. En fin, todas aquellas agrupaciones para cuyo beneficio fue concebido este tratado que ya lleva en vigor más de 20 años.

El vigor de este tratado comercial ha generado redes enormes de contactos intrincados y sofisticados desde el productor original hasta el consumidor final. Sin embargo, aún persisten inconformidades que, ciertamente, complica el diálogo político entre los gobiernos de los tres países, pero que va más ahí, deja insatisfechos a los sectores; y los beneficios que supuestamente deben ir aparejados al intercambio comercial trilateral, no logran penetrar hasta las capas sociales que forman parte de esta maraña de relaciones sociales.

Nuestro tratado es eminentemente comercial, no implica un proceso de integración regional fuera de ese contexto; sin embargo, la polarización de los discursos permea las capas sociales y pone serios valladares a la evolución del objetivo original del tratado; por ello es conveniente barajar la posibilidad de que surja una nueva figura que forme parte de las instancias del TLCAN, como un generador de recomendaciones que impacten positivamente al tejido social de los países socios. Este diálogo social, no puede tener una repercusión negativa, sino que su secuela necesariamente debe ser positiva, en virtud de que proyecta el impacto que genera la evolución del tratado.

Hace un mes nos asaltó la sorpresa de que nuestra antigua propuesta de incluir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) dentro de la Ley Nacional de Planeación, finalmente fue tomada en cuenta, y la iniciativa del Ejecutivo Federal está en marcha, teniendo una buena acogida entre las fuerzas políticas representadas en el Poder Legislativo.

Quizá sea tomada en cuenta nuestra sugerencia de que la representación mexicana en los procesos de modernización o renegociación del TLCAN, plantee el surgimiento de un foro permanente que se convierta en una instancia donde se privilegie el diálogo social entre los tres países firmantes, cuyas deliberaciones y acuerdos sean considerados y valorados para cimentar la evolución del tratado.

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