Una pistola en el primer acto

Si en una obra de teatro, aparece una pistola en el primer acto, será disparada inevitablemente en el tercero; eso es lo que más o menos señala la Ley de Chejov, de acuerdo a lo que nos enseña Yuval Noah en su extraordinario ensayo Homo Deus. Si bien, este tipo de presunciones nos puede llevar a tejer la alta posibilidad de que algo trascendental suceda, tarde o temprano, habrá la misma posibilidad de que tal suceso nunca ocurra.

Eso mismo podríamos aplicar para las aspiraciones políticas de muchos y las llamadas reglas con “dedicatoria”. Hay quienes afirman que han visto en el primer acto, el dedo que apunta a la candidatura de alguien en especial y que al final éste será quien abandere la campaña del partido en el poder. Pero eso es muy relativo. En política las circunstancias se pueden forzar cual varilla de metal para formar una circunferencia, para que ocurra un resultado final deseado; sin embargo, ni la política ni las varillas de metal son tan maleables, por más fuerza que se aplique, siempre quedará un corto tramo para que los extremos se toquen. Ese tramo, parece kilométrico a los ojos de los políticos y se llama “suerte”.

Aún no ha sucedido nada verdaderamente trascendental, pero eso sí, no hay plazo que no se cumpla. Tarde o temprano habrá candidatos a una descomunal cantidad de cargos de elección popular que aparecerán en las boletas que estarán expuestas al implacable escrutinio de la sociedad, de esa sociedad mexicana que conoce bien su poder y que hoy, más que en ninguna otra etapa de la historia patria, está muy bien informada. En ese escaso espacio de un metro cuadrado que mide un casillero, una persona empuñará un humilde crayón y cruzará el símbolo del partido de su preferencia, en ese momento puede suceder cualquier cosa. Ha habido muchos que se cuelgan en el pecho brillantes medallas como especialistas en campañas –incluyendo las antirrábicas– pero aun así nadie tiene una receta infalible que lo lleve al triunfo. Podrán ser promovidos como los “good hombres”, sin embargo, esa tampoco es una receta, el hartazgo popular nos puede arrastrar a los verdaderos “bad hombres”.

Veremos muchas sonrisas de quienes serán los candidatos a cargos de elección popular, pero seguramente veremos más rostros adustos en aquellos que no pudieron seducir a sus electores por más carretadas de dinero que le hayan inyectado a sus campañas. La sonrisa la conservarán muy pocos. Así que los que en el primer acto de la obra de teatro aseguraron ver una pistola, ésta nunca será disparada en el tercero.

Aquellos priistas que ya habían sacado cuentas para asegurar, una vez más, pasar de una cámara federal a otra, simplemente con ser considerados de nuevo para aparecer en la lista de representación proporcional, se quedaron silbando en la loma.

En los momentos más álgidos de las mesas temáticas, los estrategas más audaces pudieron distraerlos con temas diversos, tales como un nuevo sistema de gobierno o la reducción de requisitos para designar candidatos. Volcaron toda su atención hacia esos temas de gran interés, pero ignoraron que delicadamente les llevaban de la mano hasta una posición en la que no tuvieron tiempo de organizarse para defender sus intereses y los de sus familiares. Fue muy simpático escuchar los argumentos esgrimidos con tal de defender su modus vivendi. Ahí se terminaron sus planes.

La idea original es que el Legislativo sea un Poder que represente los intereses de las mayorías, y para ello es necesario que dichas mayorías opinen, apoyen o, en su caso,  rechacen. Pero para que esto ocurra hay que darles la oportunidad de escoger. El PRI ya modificó sus documentos básicos para impedir que varios personajes salten de una cámara a otra apareciendo recurrentemente en sus listas plurinominales, pero quisiéramos verlo también en otros partidos, donde siempre aparecen los mismos y no están obligados a volver a la calle para obtener el refrendo popular. A esos güeros les hace falta caminar las calles para que adquieran color a pueblo, suavizar su estricto pronunciamiento de su perfecto español y adoptar el slang de las masas, esa es la única fórmula para tatuar el sentir popular en la piel y en la conciencia.

Al menos en el PRI, quien hoy sea diputado –federal o local– por el principio de representación proporcional, es decir, “pluri”, y quiera saltar al Senado o a otra Cámara no podrá hacerlo. Forzosamente deberá ser postulado por el principio de mayoría relativa y caminar las calles de su distrito hasta adquirir un color acharolado, comprometiéndose con su electorado y generando alianzas a nivel de campo para obtener su puesto. Esta medida ha dibujado una sonrisa socarrona en muchos militantes del PRI ya que verán que algunos personajes dejen un buen espacio para renovar los rostros de sus representantes populares.

Aún falta que el PRI impulse esta medida para incrustarla en la Constitución y en las leyes electorales, federal y estatales, junto con un paquete de reformas que convierta las precampañas en auténticas elecciones primarias, organizadas y fiscalizadas por el Instituto Nacional Electoral. Desde lejos, puedo ver la pistola en este primer acto de la obra de teatro, según las enseñanzas de la Ley de Antón Chejov.

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