Los dueños de México

México se ha convertido en un país cuyos dueños son los partidos políticos, los muy ricos y los delincuentes; los demás al parecer no contamos. Los ciudadanos vemos cómo a ellos ni siquiera les sale bien lo que quieren hacer con el país. Los partidos políticos y sus derivados (líderes de cualquier índole y gobernantes) no logran otorgar bienestar social, los muy ricos dejan de tener mayores ingresos por tener una clase media empobrecida y una pobreza rampante que, junto con la delincuencia, son un gran caldo de cultivo para el caos, donde los políticos serían linchados y los ricos despojados de sus bienes.

Cada vez que hay una elección se deja atrás una gran cantidad de gente resentida, a pesar de que muchos de ellos reciben dádivas. Las elecciones son parcialmente pagadas por los ciudadanos, pero una parte muy importante de los recursos económicos provienen de los ricos y de los delincuentes quienes ambos tienen intereses, y todo para seguir…, exactamente igual, con un pueblo pobre y un país donde la inseguridad crece día a día. Cuando hicimos la “Marcha Blanca” el 26 de junio del 2004, el fenómeno delincuencial estaba casi a la mitad de las cifras que las fuentes oficiales hoy reconocen.

Mientras los mexicanos intentamos llevar nuestro día a día, cada uno desde su actividad, vivimos atrincherados con miedo a la delincuencia, miedo también a que algún empresario abuse de nosotros, ya sea con un cargo indebido en una tarjeta o un teléfono, o miedo a que los servicios que ofrece el gobierno puedan también reflejar abusos, confusiones y alzas absurdas.

Los dueños del país piensan que lo tienen todo controlado pero no se dan cuenta del enorme y creciente resentimiento social que existe hacia ellos.

Existen círculos evidentes que parecen no serlo para los dueños de México. Por un lado, corrupción, impunidad y delincuencia creciente y, por otro, a mayor delincuencia menor gasto; malo para los ricos. A menor gasto menos impuestos, malo para los políticos, a mayor delincuencia menor botín, pero con un pueblo empobrecido, malo para los grandes capos.

Mi análisis, aunque simplista, podría ser el inicio de un estudio mucho más serio y realizado por verdaderos expertos y no por este opinador amateur como el que está escribiendo ahora. Sin embargo, para cuando terminen el estudio estoy seguro que será demasiado tarde.

Quienes organizamos la “Marcha Blanca” teníamos esperanza de que los políticos y gobernantes se sensibilizaran ante un fenómeno que estaba amenazándonos y pusieran remedio. La verdad es que poco pasó y lo bueno que pasó, pues no continuó.

En caso de cuestionar si tengo razón en mi percepción de las cosas, hago una síntesis de todo lo que he leído en diferentes periódicos, de aquello que he escuchado en la radio y visto en la televisión a través de varios noticieros (algunas telenovelas también), e incluso de seguir atentamente varias charlas de café y, en todos lados, la conclusión es que se oye criticar a los políticos y grandes capitales cuyos intereses son parte del pastel a repartir. Ahora escucho nuevamente charlas de inseguridad, y lo mismo pasa en los noticieros y las telenovelas que siguen presentando historias de narcotraficantes, cuyos protagonistas son la inspiración de un pueblo que no tiene mejores referentes. Si prohibieron los corridos que exaltaban a los delincuentes, ¿por qué no prohíben series, películas o telenovelas donde se hace lo mismo? ¡Ah! ¡Se coarta la libertad de expresión! Pues resulta que los medios de comunicación debieran estar tratando de dar a los mexicanos mejores ejemplos en donde se promueva educación de calidad a través de todos los medios que estén al alcance. Ésa era la ética que caracterizaba a los dueños del que era nuestro país.

Los mexicanos tenemos que recuperarlo, hay que castigar a quienes nos están haciendo daño y formar bien a quienes en el futuro puedan lograr que México sea de los mexicanos.

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