No es lo mismo la magnesia que la gimnasia

El primer profesor de gimnasia reconocido como profesional en México fue el francés Jean Turin, quien para la década de los cuarenta, del siglo XIX, impartía lecciones en su propio local ‒pagado por él mismo‒. Ahí tenía los aparatos necesarios para promover la “novedosa práctica del ejercicio físico regular.”

La revista Siglo XIX publicó que Monsieur Turin era una persona seria y se “había ganado la simpatía de la juventud a la que educaba y el aprecio de los padres de familia de la capital que valoraban mucho cómo la salud de sus hijos se desarrollaba y cómo sus cuerpos se robustecían gracias a los ejercicios que bajo su supervisión realizaban”. Esto dicho porque había otras escuelas poco formales, dirigidas más a la pirueta de saltimbanqui que a la promoción de la salud por medio del ejercicio. Precisamente en esa época un niño murió tratando de seguir los ejercicios dictados por el profesor en una de estas escuelillas, cuyo dueño se apellidaba Falco. El caso fue muy sonado y la prensa descubrió que el señor Falco ni siquiera era profesor, sino un excéntrico trapecista desempleado al que le gustaba el desfalco, valga la redundancia.

siglo XIX

ejercicios y origen

El profesor Turin llegó a México en 1846. Su preparación y técnica venían de ser alumno del reputado coronel Francisco Amorós y Ondeano, considerado el padre de la educación física moderna y cuyo método perduró en México hasta entrado el siglo XX. Ese mismo año Turin inauguró su gimnasio con gran éxito, de tal manera que pronto se vio dando clases en escuelas privadas y públicas. Inclusive gracias a él se implantó la gimnasia como materia en el Colegio de San Juan de Letrán. Un atleta contemporáneo pinta a Turin como “un hombre de regular estatura, de proporciones académicas, de formas y músculos dignos del estudio de un artista (…) es un hombre de mucha fuerza, bastante agilidad y de muchos conocimientos gimnásticos.” Por su parte, el escritor Francisco Zarco lo describe como un “luchador ágil y una verdadera notabilidad gimnástica”, aunque consideró un grave error promover en el país “la necesidad de que tales ejercicios se generalicen.” Al parecer Zarco era enemigo del zarandeo.

colegio de San Juan de Letrán
Academia de Letrán, México (Foto: MxCity).

Durante el siglo XIX la gimnástica, como se le llamaba, se definía en una “serie de ejercicios y movimientos musculares realizados de manera metódica y regular para adquirir mayor flexibilidad y fuerza, realizados en un espacio particular, el gimnasio.” Así, la educación física era un compendio de hábitos vitales para mantener la salud, que además del ejercicio incluían el asearse regularmente, usar una vestimenta adecuada (holgada, no apretada) y dormir bien, todas estas nociones novedosas para la época. También dentro de la gimnástica entraban otras actividades, como las tablas calistécnicas, las carreras, las marchas, los saltos (de preferencia sin costal), la natación y los paseos campestres.

Esto no significó que en México no se practicara el ejercicio antes de Monsieur Turin, nada de eso. Muchos militares franceses que se quedaron a vivir en el país durante los primeros años del México independiente abrieron sus escuelas de esgrima, que siempre tuvo una nutrida concurrencia, sobre todo entre la clase alta, aunque no se consideraba deporte, sino “arte”. La lucha y la natación también eran practicados regularmente, aunque no estaban sistematizados.

gimnasia

Jean Turin

hombres en gimnasia

Por otro lado, durante el siglo XVIII uno de los juegos favoritos de la gente fue el frontón, y por raro que parezca el mejor y más concurrido fue el que se encontraba en el convento de San Camilo (situado entre las calles de Regina, San Jerónimo y Correo Mayor). En el frontón del convento sólo peloteaban los monjes, hasta que en 1787, viendo la gran afición entre los capitalinos, decidieron abrirlo al público “con la condición de que sólo ingresara al frontón gente de calidad y decencia reconocida, que los asistentes dieran por vía de limosna medio real para sufragar los sueldos de los sirvientes y que lo que sobrara se destinara al Hospital de San Andrés.”

Vale la pena decir un poco sobre este convento: en él no sólo tuvieron el primer frontón para fomentar el juego como ejercicio y espectáculo, también favorecieron la higiene como parte fundamental de la salud al ser de los primeros en implementar décadas después baños con regaderas. Fue la primera sede del teatro Ángela Peralta, “el teatro de barrio como una nueva diversión ilustrada”, y ahí se fundó la primera secundaria federal del país. Ah, también tuvieron uno de los mejores baños para caballos.

convento
Vista de la Casa de las Calderas después de su restauración, Exconvento de San Camilo (Foto: Henryficar).

Volviendo a la magnesia, digo a la gimnasia. Cuando las buenas familias mexicanas tuvieron más tiempo libre en sus manos, comenzaron a ver en el entretenimiento una parte importante para sus estilos de vida. A esto debe tomarse en cuenta que con la paulatina modernización del país la llegada de extranjeros fue más recurrente. Por lo general era gente adinerada, que junto con ella venían las últimas tendencias de la moda y el entretenimiento, ya sea de Europa o Estados Unidos. Entre esas tendencias también venían los deportes, que los mexicanos, con nuestra innata manía de imitarlo todo, rápidamente tropicalizamos a nuestra manera. No significó que se jugara Polo en burro, pero sí hubo en varias prácticas deportivas un sincretismo cultural, como en el boxeo.

La inquietud por tener una buena salud por medio del ejercicio también llegó vía extranjera, esto gracias a las corrientes higienistas de gente como Charles Londe y sus tratados de Gimnástica medicinal (1821), Nuevos elementos de higiene (1829) y Tratado completo de higiene (1843). Londe hacía hincapié en la importancia del ejercicio como “función civilizadora” y el fuerte vínculo que existía entre el ejercicio y el intelecto. Catalogó sus ejercicios para cada temperamento, edad y sexo y también hizo notar las bondades de los masajes o “fricciones”, como se decían, para prevenir achaques entre la gente sedentaria. Desde 1826 todas sus obras se vendían en México y eran libros de cabecera para el profesor de gimnasia que se consideraba profesional. Estos profesores no sólo daban clases de ejercicios, también enseñaban a sus alumnos nociones de medicina y ciencias afines.

gimnástica medicinal
Portada de Gymnastique Médicale, ed. Forgotten Books (Foto: Loot).

Pero el gran best seller de la época, que impulsó mucho el gusto por el ejercicio, fue el libro Gimnástica del bello sexo o ensayo sobre la educación física de las jóvenes (1822), atribuido al español José Joaquín de Mora. El libro se vendía en la famosa librería Galván y, como se dice, estaba dirigido a las mujeres para educarlas, entremezclando lecciones morales con pasatiempos tradicionales. Entre los juegos para ejercitarse estaban el columpio, la gallina ciega y el baile. También estaba la equitación, la natación, el corretearse, el paseo y el entonces famoso “volante”, antecedente del bádminton. Y, por si fuera poco, el libro traía ¡diez estampas!

La gimnasia pronto se hizo parte de la vida cotidiana de la gente y aunque era atendida principalmente por hombres, no tardó en que las mujeres participaran. Tal es el caso de la señorita Elisa Gen, quien en 1848 abrió su gimnasio para niñas y mujeres.

profesor Jean Turin
Grabado del siglo XIX del Teatro Nacional, México.

Mientras tanto, el profesor Jean Turin se casó con una mexicana, quien era referida como “madama Turin”. El matrimonio se ayudó económicamente montando presentaciones públicas de esgrima, gimnasia, equitación y lucha. No se sabe si “madama Turin” le aplicaba la Doble Nelson a Monsieur Turin o al revés, pero lo que sí sabemos es que Jean Turin fue de los primeros en presentar en la Ciudad de México el espectáculo del “hombre fuerte”, al dar una presentación en noviembre de 1846 en el Teatro Nacional, “en la que detuvo con un brazo a un caballo en pleno galope.”

No tardó la pareja en tener retoños, Cholita y Victoria, quienes apenas tuvieron edad para treparse al caballo fueron incorporadas al espectáculo que recorrió el país con el nombre de La gran familia Turin.

Para leer más:

Para sanar, fortalecer y embellecer los cuerpos: Historia de la gimnasia en la Ciudad de México, 1824-1876, María José Garrido Asperó, Instituto Mora, 2016.

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ANGELES VILLANUEVA

Que detuvo a un caballo en pleno galope con un solo brazo????!!! :O … no me lo creo!, sería Chéster el caballo de Hoot Kloot!! y en todo caso si era así de fortachón, entonces seguro que la madama era quién le aplicaba la nelson… alguien tenía que contener tanta fuerza, incógnita despejada.

Gerardo es magnífico que una de las primeras lecturas sea la de usted, y si no la primera, definitivo si, de las más agradables, además de contribuir a disminuir mi ignorancia (que es amplia), aligera la mañana y es en verdad agradable conocer un pequeño pliegue del inmenso mapa de historias de nuestro País.

Gracias!

Disculpe, dónde se ubicaba esa Academia de Letrán?

Gerardo Australia

Disculpe la tardanza, Angeles! Una vez más le agradezco mucho su lectura. Fíjese que la Academia estaba precisamente en la avenida san Juan de Letrán, que ahora es Eje Central
Le mando un saludo cordial y que tenga buena semana

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