El poeta boxeador que se perdió en México

Éstas fueron algunas de las facetas de la extravagante vida del poeta boxeador Arthur Cravan, quien en 1918 desapareció en México sin dejar rastro alguno: era sobrino de Oscar Wilde, fue precursor del movimiento Dadá y de los Performances, boxeador, poeta, curador de arte, leñador, conferencista, taxista, marinero, recolector de fruta, mulero, crítico literario, fundador de la revista de vanguardia Maintenant, amigo de la crema y nata de la artisteada avant garde en París y esposo de la bella Mina Loy.

De origen inglés, aunque nacido en Suiza en una familia acomodada, en 1887, Fabian Avenarius Lloyd fue el segundo hijo de Otho Lloyd, hermano de Constance Mary Lloyd, esposa del incomparable Oscar Wilde. Al igual que sus primos, Fabian cargó a cuestas con el “pecado” de su controvertido tío Oscar, pero a su manera: con sus ciento cinco kilos de peso y casi dos metros de altura, el joven Fabian se convirtió en una máquina de fantasía surrealista: “Que se sepa de una vez por todas: ¡no voy a civilizarme!”, advirtió.

A los dieciséis años le achicó la cabeza de un porrazo a un profesor, por lo que fue expulsado. Inspirado por su héroe, Arthur Rimbaud, decidió echarse a la aventura. Invitado por un grupo de prostitutas viajó a Berlín, para después zarpar a Nueva York. De ahí a California y de ahí en un barco trabajando en el cuarto de máquinas hasta Australia. Al final de periplo juvenil regresó a Francia, donde logró escandalizar a la buena sociedad por varios años.

En 1912 se cambió el nombre y de su bolsa publicó Maintenant (Ahora), una revista que él mismo escribía en su totalidad. Se trataba de un cuadernillo que duró cinco números, pero que en palabras del surrealista André Bretón, “mostraba una conspiración nueva de la literatura y del arte que correspondía a la de un luchador ambulante o un domador”. Desde su revista, Cravan tiraba dardos a todo y a todos. Cravan gustaba de ir por las calles de París montado en una especie de triciclo enorme ofreciendo su revista. El ejemplar costaba alrededor de 25 centavos. Gritando decía que “todo gran artista debe dirigirse a la provocación” y con su flaca revista (apenas llegaba a una veintena de páginas) arrojaba el ladrillazo de ironía punzante contra la creciente e hipócrita burguesía y el mundo del arte del establishment. Claro que también aprovechaba el espacio para dar a conocer sus poemas, sus escritos y hablar sobre su viejo tío Oscar, que le daba publicidad.

Arthur Cravan.
Fotografía: www.bcn.cat.

El boxeo era su deporte favorito y su héroe Jack Johnson, entonces campeón del mundo de peso completo, un negrazo apodado El gigante de Galveston. Al respecto de Johnson, Cravan dijo: “Después de Poe, Whitman y Emerson, él es la más grande gloria norteamericana.”

Entonces Cravan, el bardo pugilista (“Rellenar mis guantes de boxeo con rizos de mujer”, recitaba viendo al infinito), bromista inmaduro, hooligan dandy, comenzó a hacer presentaciones donde combinaba el boxeo con el baile, mientras hablaba sobre arte, recitaba sus poemas, criticaba a los artistas fifís, elogiaba a los atletas por arriba de los artistas, aplaudía a los homosexuales o simplemente blasfemaba, en una especie de performance, teatro, pantomima con la sola intención de hacer sentir al público lo más incómodo posible. En una ocasión anunció que su siguiente presentación terminaría con un final excepcional: su suicidio. Una vez que se encontraba repleto el teatro, comenzó a insultar a todos: eran unos depravados por pagar para ver a un hombre quitarse la vida. Sí, Cravan era un gancho al hígado, pero pese a toda su teatralidad y exhibicionismo, era una celebridad querida en París, reconocido sobre todo por su gran vitalidad, humor negro y por ser una cajita de sorpresas.

Como boxeador llegó a ser campeón de peso medio y campeón de peso semipesado en Francia, aunque esto último sucedió gracias a que el contrincante no se presentó a la pelea. Claro, el contrincante era nada menos que su hermano mayor, Otho.

Su pelea más famosa se celebró en Barcelona, en abril de 1916, precisamente contra su ídolo Jack Johnson. Para la sexta campana, después de recibir un guantazo del toro de caoba, el poeta sparring visitó la lona inconsciente. En ese momento ninguno de los dos imaginó que en el futuro volverían a encontrarse en México.

Con el dinero de la pelea, Cravan compró un pasaje para irse otra vez a América, donde los ricos estaban ansiosos por sofisticar su vida comprando arte europeo, aunque fuera más feo que mandar a la abuela por droga. Además, eran tiempos de guerra y Cravan venía evadiendo el servicio militar desde tiempo atrás.

El 25 de diciembre de 1916 abordó el destartalado vapor español Montserrat, donde también viajaba huyendo nada menos que Lev Davídovich Bronstein, alias Trotsky, con esposa e hijo. En su diario Trotsky escribió: “(…) iban una cantidad considerable de desertores. (Entre ellos) un boxeador que le resultaba más agradable irles a hundir las quijadas a caballeros yanquis en el noble sport (boxeo) que dejarse traspasar las costillas por cualquier alemán desconocido.” Diecisiete días después llegaron a Nueva York.

Pelea entre Jack Johnson y Arthur Cravan.
Pelea entre Jack Johnson y Arthur Cravan (Fotografía: Suttersctock).

Como era de esperarse, Cravan entró a la escena artística estadounidense de manera extravagante. Gracias a unos amigos consiguió dar una serie de conferencias en donde se presentaba como el sobrino de Wilde y “el poeta con el peinado más corto del mundo”. En sus charlas hablaba de todo menos del tema para el que fue concertado, y bebía whisky mientras se burlaba del público presente, para acto seguido ponerse a bailar tango con una pareja invisible.

Un día fue invitado por la élite vanguardista a dar una conferencia en la inauguración del Salón de los Independientes. Cravan llegó borracho, y why not?, subió al podio y se quedó callado; el público creía que se trataba de un bohemio más, aunque de un tamaño descomunal para los estándares del típico poeta delgaducho, pálido y arrastrabufandas con peinado de ahogado. En vez de dar su conferencia, Cravan prefirió desnudarse pausadamente y en silencio, ante la mirada atónita de aquellos cuákeros y puritanos que escandalizados llamaron a la policía. Noche fría en las mazmorras neoyorkinas para el poeta del striptease.

Fue precisamente en Nueva York donde Cravan conoció al amor de su vida, la inglesa Mina Loy. Se trataba de una bellísima pintora, poeta, actriz, diseñadora, dramaturga, artista conceptual, recia feminista y entonces madre soltera de dos niños, quienes desde hace años la pasaban mejor en casa de unos amigos con nanas en Florencia que con su inquieta madre.

En diciembre de 1917, Cravan decidió viajar a México para alejarse de cualquier tipo de obligación militar. En nuestra capital el poeta sin nocauts se ganó la vida boxeando y dando clases en la prestigiada Escuela de Cultura Física Ugartechea (en la calle de Tacuba, No.15). Sin embargo, el país cruzaba por momentos difíciles: el gobierno del presidente Carranza había intentado recuperar la vieja Pax porfiriana, pero los levantamientos y ajustes de cuentas entre revolucionarios estaban al orden del día.

Arthur Cravan y Mina Loy.
Arthur Cravan y Mina Loy.

Después de muchos ruegos y cartas, por fin Mina Loy llega a México, para vivir juntos una vida de miseria canija, pero llena de amor anarquista y versos felices como:

Todo me parece bello
el dinero que es real,
la paz, las vastas empresas,
los autobuses y las tumbas;
los campos, el deporte, las queridas,
hasta la vida inimitable de los hoteles.

¡Qué más quiere uno! La pareja pagaba setenta y cinco centavos por un cuarto en la colonia Guerrero, que desde entonces era brava. Mina ayudaba al gasto lavando ropa ajena. Se casaron en abril de 1918. Entonces Cravan sostuvo dos peleas, una contra Honorato Castro y otra contra el campeón Jim Black Diamond Smith. Como era de esperarse, perdió las dos, pero sacó buen dinero. Es cuando Mina lo convence de irse a Buenos Aires, paraíso para los espíritus libres y necios como ellos, aunque la verdad era porque quería ir por sus hijos, y el mejor camino a Europa, dada la guerra, era vía Argentina.

Viajaron a Veracruz y de ahí cruzaron a lo ancho hasta Salina Cruz, Oaxaca. Para ganar algo improvisaban pantomimas y números malabáricos mal ejecutados por el poeta. Ya en la costa del Pacífico, Mina le dio la sorpresa: estaba embarazada.

Con el futuro incierto, Cravan persuadió a Mina para irse primero a Buenos Aires. Además de estar en cinta, ella no tenía problemas para salir o ingresar a un país, como Arthur, pues sus papeles estaban en orden. Mina se embarcó en Veracruz en un buque-hospital japonés. Cuestión de imaginarse la despedida. De ahí se dice que Cravan, iluso y soñador, comenzó a reparar un bote para cuatro personas, con el cual navegaría el Pacífico en donde desapareció sin dejar pista alguna.

El 3 de septiembre Cravan escribió desde Salina Cruz a su madre, Nellie, quien siempre lo apoyó económicamente, para contarle sus planes de viajar a la Argentina. Fue su última carta. Mientras tanto, en Buenos Aires, Mina iba todos los días al correo esperando encontrar noticias, pero el poeta boxeador había desapareció para siempre.

Mina Loy
Mina Loy (Fotografía: Berfrois).

En su poema Arre, el poeta del jab escribió:

(…) Quisiera estar en Viena y en Calcuta.
Tomar todos los trenes y todos los navíos,
fornicar con todas las mujeres y engullir todos los platos.
Mundano, químico, puta, borracho, músico, obrero, pintor, acróbata, actor;
viejo, niño, estafador, granuja, ángel y juerguista; millonario, burgués, cactus, jirafa o cuervo;
cobarde, héroe, negro, mono, Don Juan, rufián, lord, campesino, cazador, industrial,
fauna y flora:
¡soy todas las cosas, todos los hombres y todos los animales!
¿Qué hacer?
Probaré con el aire libre,
¡quizás ahí podría prescindir
de mi funesta pluralidad!

 Y todo lo hizo…

El ensayista Daniel Saldaña París retoca: “Hay poetas cuya influencia en la historia de la literatura no depende de lo que escribieron. Arthur Cravan es uno de ellos. Mientras otros agotaban la tinta y las ideas rellenando páginas de elevado exabrupto vanguardista, Cravan convirtió el gesto en su principal estilográfica, el escándalo en su único cuaderno. Fue el primer poeta punk, delirante y genial en un entorno en el que no era fácil destacar por esos atributos.”

Arthur Cravan murió a los treinta y un años. Se tiene registro de haber desaparecido en 1918, en algún lugar del Golfo de México durante su travesía por el Atlántico dirigiéndose a Argentina. Su cuerpo nunca fue encontrado, por lo que se especula que dicho barco naufragó por una tormenta y Cravan murió ahogado.

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