¿Hacia dónde va el Leviatán?

En efecto: gracias al arte se crea ese gran Leviatán que llamamos República o Estado que no es sino un hombre artificial, aunque de mayor estatura y robustez que el natural para cuya protección y defensa fue instituido.
Hobbes.

No hay duda de que la preocupación más sentida y apremiante de la sociedad mexicana es la inaudita violencia que se registra, con mayor o menor intensidad, en prácticamente toda la geografía nacional por parte de grupos criminales que han venido conformando, paulatinamente, poderosos contingentes fuertemente armados y pertrechados, con gran capacidad de fuego, comunicación, movilidad y amplia libertad de acción, que les ha permitido ejercer el control territorial de zonas determinadas, confrontando y, en no pocos casos, sustituyendo de plano y abiertamente, a las autoridades locales.

La política de no confrontación y el llamado a la cordura que se ha hecho a los violentos cárteles esparcidos por el territorio, como núcleo de la estrategia contra la criminalidad, al parecer no ha impactado la conciencia de quienes se suman, enorgullecen y regocijan en la crueldad, como instrumento de poder, control y enriquecimiento, en abierto desafío al Estado y todo parece indicar que, por el contrario, han encontrado en la postura conciliadora del nuevo régimen un incentivo para su fortalecimiento y el incremento de sus actividades ilícitas.

Fotografía: Linea Directa.

En todo lugar, de manera cotidiana, a toda hora –ha reconocido la autoridad encargada de la gobernación del país– se suceden episodios violentos, espectaculares hechos de sangre, formidablemente macabros, que vienen marcando la realidad del día a día en México de manera creciente, desde hace más de una década, ubicándonos como uno de los países más violentos e inseguros en el contexto mundial, lo que resulta aún más preocupante, si consideramos que no nos encontramos en una situación de conflicto armado.

Tratar de encontrar una explicación unívoca al exponencial crecimiento y robustecimiento de la violencia criminal resulta ocioso, dada la complejidad del tema que hoy se antoja insoluble. Inacción, incapacidad, permisividad, connivencia y corrupción –de lo que existen elocuentes ejemplos– pueden ser algunos de los elementos a considerar en el análisis del fenómeno que, bajo las circunstancias actuales, rebasa cualquier prospectiva y desborda las capacidades mismas del gran Leviatán, sin que pueda precisarse, a ciencia cierta, en qué momento se torció el rumbo y trastocó su naturaleza y vocación. Ninguna actividad criminal puede alcanzar los desbordantes niveles que hoy se padecen sin la complicidad de alguna autoridad.

La pregunta recurrente es ¿de qué modo puede enfrentarse con una razonable probabilidad de éxito la elevada actividad criminal, que nos ha sido heredada paso a paso y cuya tendencia es al alza, sin recurrir al uso de la fuerza legítima del Estado?

Protestas.
Fotografía: @randycolasbe.

Resulta difícil imaginar que la contención de la violencia y el abatimiento de los grupos delictivos que pululan por doquier de manera abierta y con las armas a la vista, sea factible, acudiendo a sus buenos sentimientos. La posición gubernamental es de no combatir el fuego con fuego. Se ha determinado no seguir con la estrategia fallida de las administraciones previas. Se ha anunciado el diseño de nuevas modalidades de combate a la delincuencia, se ha creado la Guardia Nacional, se hace un empleo destacado de la investigación del dinero ilegal, se acepta incluso la tendencia preocupante del aumento de la cifra roja, pero aún no se percibe con claridad hacia dónde transitamos, dados los episodios que se repiten con mayor frecuencia entre grupos armados, con ataques a policías y soldados que en la mayoría de los casos gozan de impunidad.

Atender las posibles causas que inducen a delinquir: pobreza, marginación, falta de oportunidades, exclusión… es, sin duda, una tarea obligada de cualquier gobierno en todos los órdenes, pero es sólo una faceta del complejo entramado económico, político y social que involucra la colosal actividad criminal, cuyo fin fundamental es el lucro, la obtención de dinero por cualquier vía y a cualquier costo, trátese de narcotráfico, extorsión, secuestro, robo de combustible, tráfico de personas,  de órganos o blanqueo de capitales.

Todo es válido si ofrece ganancias. Todo es posible y rentable, si la ley es frágil y su aplicación laxa o deficiente. Si el Leviatán se distrae, quien gana es el crimen.

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