Yo no fui, fue Teté*

*NOTA ACLARATORIA: Esta reflexión fue publicada

en mi Facebook personal el 09/11/2016.

¿Por qué seremos tan ingenuos? ¿Por qué [me incluyo] hoy amanecí con una sensación de desasosiego, de preocupación por el resultado de las elecciones de los Estados Unidos de Norte América?

En mi país tenemos la proclividad de echar culpas a los demás, yo con 52 años, he vivido de crisis en crisis, en el 82 la culpa fue de los árabes quienes decidieron previamente inflar los precios del petróleo y luego súbitamente provocar su caída. En aquel momento, a mis 18, me pareció maquiavélico que alguien pudiera hacer algo así y veía a los árabes como unos demonios desalmados.

¿Pero fueron los árabes los verdaderos culpables? ¿Fueron los árabes quienes hicieron que México se endeudara hasta el cuello? No, no fueron los árabes, fue la soberbia de nuestro presidente en turno JOLOPO [como lo denominaban en la prensa al final de su mandato] José López Portillo y Pacheco, nombre que probablemente no le dice nada a mis hijos o a mis estudiantes, pero que los de mi generación lo recordamos llorando en el Congreso de la Unión y gritando con la voz entrecortada, que defendería el peso “como un perro”.

Fue también el que, poco antes había dicho, el problema de México ya no es la pobreza sino administrar la abundancia.

Defendió el peso como un perro, pero como uno chihuahueño, pues el precio del dólar pasó de 22 a 70 pesos.

Luego siguió Miguel de la Madrid Hurtado, otro mesías que como todos los anteriores [y los posteriores] prometió acabar con la corrupción. Promesa que he venido escuchando, probablemente, desde que estaba en el vientre de mi madre.

Con de la Madrid, el dólar alcanzó a cotizarse en 2,300 pesos [viejos pesos] por un dólar. El argumento siempre ha sido el mismo, las fuerzas externas, la volatilidad de los mercados financieros, las inversiones golondrinas, etc., es decir, nosotros los mexicanos o, mejor dicho, nuestros políticos mexicanos, nuestros dirigentes, jamás han sido los culpables.

Como seguramente tampoco lo recuerdan las generaciones posteriores a la mía [pues eran muy chicos para estar conscientes], hubo necesidad de quitarle tres ceros al peso, así aquello que nos costaba mil pesos ahora nos costaría solo un peso.

La medida en términos económicos no es mala, pero qué pasó con lo que costaba 937 pesos por ejemplo, pues como no había centavitos, nuestros también siempre voraces empresarios y comerciantes lo redondearon a peso. Así, la medida de quitar tres ceros al peso acarreó inflación [adicional a la que se generaba después de cada devaluación] y nuevamente la culpa no era nuestra, el origen del problema siempre estaba fuera, era el capitalismo voraz, los inversionistas extranjeros, las trasnacionales o cualquier otro fantasma sin cabeza y amorfo. Los mexicanos jamás.

Luego vino un pequeño período de prosperidad, un período en el que parecía que México se posicionaba frente al mundo, ese período fue de Carlos Salinas de Gortari, un regio que decía haber sido bautizado en la iglesia de la Purísima, pero que era incapaz de ubicarla en un mapa [pues la mayor parte de su vida vivió en el entonces llamado DF].

No nos fue mal, la economía se estabilizó, la inflación cedió y éramos “el milagro Mexicano”, todo pintaba bien, sin embargo, en el 94 a alguien se le ocurrió matar a Colosio y con ello otra crisis, el “error de diciembre” [en su apelación nacional] o “efecto tequila” [en su denominación internacional] se hizo presente y como dirán ahora los jóvenes, nos volvió a cargar el payaso.

La cotización por aquellos días llegó a 6 pesos por un dólar (seis mil, pues no hay que olvidar, que ya le habíamos quitado tres ceros al peso). Pero somos tan desafortunados que aunque nuestros nobles políticos se esfuercen, siempre hay algo que los hace quedar mal.

En el 98 la “crisis asiática” nos causó estragos nuevamente, llevando la cotización a casi 8 (ocho mil) pesos por dólar.

Luego fueron [de nueva cuenta] los árabes y sobrevino el 9/11. Así, por unmillonésima ocasión también por factores externos [pleitos vecinales entre medio oriente y los gringos] caímos en una nueva crisis.

En fin, en aras de no extenderme, diré que luego llegó el bototas, la pareja presidencial [Fox y Martita] de fuertes convicciones católicas que por cierto vivía en amasiato. A la ecuación se le deben sumar personajes tan sui generis como López Obrador y otros tantos [Bejarano, por ejemplo, con su pasión por las ligas, Moreira el excelso estudiante de posgrado en España y muchos más] que, seguramente de no haber existido, los hubieran inventado en los estudios Disney.

Luego Calderón, con su guerra contra el narco [otra vez la culpa es de otros], luego Peña Nieto y la Gaviota, y crisis y más crisis.

Y regreso a mi pregunta original. ¿Por qué seremos tan ingenuos? ¿Por qué [me incluyo] hoy amanecí con una sensación de desasosiego, de preocupación por el resultado de las elecciones de los Estados Unidos de Norte América?

Pues bueno, hoy no es el 9/11 sino el 11/9 el que nos [o me] tiene angustiado, pero me doy cuenta que mi angustia es vana y estúpida. Me doy cuenta que culturalmente estoy condicionado a pensar que existen siempre demonios que quieren aplastar a los mexicanos.

Pensándolo bien, creo que en el fondo mis políticos estarán encantados, Peña Nieto y compañía deben estar felices, pues tienen ahora la excusa perfecta para decir: yo no fui, fue teté.

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