Del pastel de cumpleaños, 2ª Parte

Como vimos en la primera parte de esta nota, el pastel de cumpleaños lleva siglos siendo parte de la celebración del aniversario de vida de las personas. Desde los tiempos de la antigua Roma se acostumbraron estas prácticas y fueron rápidamente asimiladas en distintas culturas. Incluso, celebrar el nacimiento de una persona importante podía volverse una festividad nacional en la que se compartían viandas con “el pueblo”, que disfrutaba de algún tipo de pastelillo, si tenía la suerte de que se repartiera para “todos”. Sobre todo, eran las élites, tanto de hombres como de mujeres, las que realizaban fiestas para disfrutar de la conmemoración de su cumpleaños.

Con el paso del tiempo, la costumbre se esparció en distintas regiones, sin embargo, los cristianos tardaron en incorporarla a sus celebraciones, ya que consideraban que era un rito pagano. Dado que en la antigüedad el propósito de la celebración era proteger al celebrante de los demonios, garantizando su seguridad por un año más al encender las velas del pastel, se consideraba que el rito arraigaba a los seres humanos a un reino de magia y superstición ajeno a la religión. Así fue que durante mucho tiempo, se dejó de lado la celebración, por lo que los pasteles de cumpleaños cayeron en desuso. Seguramente en otras ocasiones se reunirían en torno a la mesa y el pastel sería parte del menú de postres que por supuesto podría incluir otro tipo de alimentos dulces como tartas, mazapanes, turrones, etc.; sólo había perdido momentáneamente el sitio protagónico que tenía y que recuperó posteriormente.

Banquete.
Imagen: Imir Millen.

¿Cómo fue que el pastel volvió a ocupar el lugar central que ocupa hoy en día? Pues verás, en el año 245 d.C. se trató de precisar la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo. En aquellos tiempos, el Emperador Aureliano estableció de manera arbitraria que éste se celebrara el 6 de enero; posteriormente en el siglo IV, el Papa dio la orden de que la celebración del nacimiento de Cristo se fijara para el 25 de diciembre. De esta manera quedó instituida la Navidad, además de dar cabida al festejo de cumpleaños del resto de los mortales en el mundo cristiano en Occidente.

La evangelización de los pueblos de Centroeuropa durante la Edad Media llevó consigo las tradiciones cristianas, y fue entonces cómo el pastel volvió a tener un papel preponderante en el festejo y, con él, las velas encendidas y los cantos como parte climática del evento. En las creencias paganas –previas a dicha época– se apagaban las velas cuando se hacía de noche para iluminar el espíritu de las personas. Una vez que los los cristianos incorporan la fiesta de cumpleaños, el pastel y las velitas, se resignifica; entonces se creía (¿o se cree aún?) que el humo de las velas lleva las plegarias a Dios. Y fue así cómo surgió la creencia de pedir un deseo al momento de soplar.

La incorporación del número de velitas en el pastel proviene de Alemania donde representaban “la luz de la vida”. Los alemanes iniciaron esta tradición poniendo una sola vela grande con 12 marcas que representan los meses del año que comienza en el nuevo ciclo solar del cumpleañero. A diferencia de esta costumbre alemana, el resto de nosotros ponemos, o intentamos poner, una vela por cada año de vida del festejado. ¿Por qué digo que intentamos poner? Porque cuando somos pequeños poner una velita, tres o cinco es sencillo, sin embargo, cuando el cumpleañero va por los 50, 60 o 70 años y demás, el tamaño del pastel no da cabida a tantas velas. Es más, no falta el “simpático” que dice: “Hay que llamar a los bomberos”. Ahora bien, la gran cantidad de velas tienen también el inconveniente de que si se derriten sobre el pastel en lo que se realiza el canto ritual que corresponda, (aquí en la República son Las Mañanitas), la cobertura de cera haría imposible comer el pastel después. Quizás exagero con esta aseveración y, lo que sucedería en realidad, es que la cubierta se estropearía y aún podríamos comer la torta, pero a mí me gusta mucho la cobertura de los pasteles y no quisiera echarla a perder. Así que, el simbolismo se cumple con una sola vela que representa todos los años de sobrevivencia del festejado. Incluso algunos han puesto un foco de 60 W en lugar de velas cuando se llega a esa edad.

Velas.
Imagen: Shutterstock.

El devenir del pastel ha pasado por una carrera de desarrollo gastronómico y de repostería exquisito. Panes sencillos con cubiertas de betún, fondant o merengue, panes envinados, capas de relleno de chocolate con avellana o mermelada de chabacano o de fresa, varios ingredientes que, ya para estas épocas, incluyen pasteles sin azúcar “para diabéticos” o sin gluten para cetónicos. Francamente yo tengo mis grandes dudas con los pasteles para diabéticos porque, aunque no tenga azúcar añadida y se utilice algún sustituto de endulzante, las harinas tienen almidones que al procesarse en el cuerpo se desdoblan en glucosa. En cambio los pasteles sin harina se vuelven una opción interesante. Tengo la receta de uno de mandarina que es extraordinario. ¿Quieres probarlo?

Bueno, el desarrollo de los pasteles hasta esta época incluye desde los pasteles miniatura hasta grandes obras de arte de tamaño monumental. Figuras humanas de tamaño natural pueden prepararse para festejar a celebridades, reproducciones de edificios, estadios, zapatos gigantes, personajes de las caricaturas, de películas, copias de obras de arte. Cualquier cosa puede ser realizada hoy en día para manufacturar un pastel. Además se ha generado toda una industria de pastelería de muy distintos niveles de sofisticación y acceso. En los medios, se presentan reposteros de fama mundial que se ha vuelto celebridades.

Las tendencias a futuro no son claras, sin embargo, el desarrollo de la industria alimentaria podría llevarnos a disponer de pasteles deliciosos que no suban la glucosa, que no engorden y que nos permitan disfrutar de la dulce celebración acompañados de nuestros seres amados. Mientras esto sucede seguimos cuidándonos del consumo del pastel si tenemos que estar pendientes de la dieta y mantenemos el rito de, igual que en la Edad Media, apagar las velas. No sé si es para ahuyentar a los malos espíritus, mandar mensajes a Dios y/o desear algo que nos permita cumplir nuestros sueños, pero supongo que puede ser por alguno de estos motivos, por todos juntos o por ninguno de los tres. Creo que esta costumbre no cambiará, el pastel podrá ser de cualquier cosa, seguirá siendo elemento central de la celebración y los seres humanos nos reuniremos en torno al cumpleañero en un acto ritual que atraviesa siglos de cultura, de creencias y de amores que se manifiestan de esta manera, cobijando entre todos al celebrante y protegiéndolo, con nuestro amor, de los malos espíritus.

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