¿Las casas del futuro se repararán a sí mismas?
La evolución de las viviendas, como vimos en la entrega anterior, deviene de buscar un sitio para protegerse de las inclemencias del medio ambiente y del riesgo de ser devorado por depredadores de diferentes especies, incluida la humana. Sin embargo, con el paso del tiempo, los espacios fueron solucionando distintas necesidades, desde la convivencia hasta la intimidad, desde la base funcional hasta las aspiraciones estéticas y expresiones de poder.
Desde esta perspectiva, adecuarse al medio físico en el que están ubicadas las residencias tradicionales, se convierte en la segunda característica de evolución de la vivienda humana. En las zonas donde el calor del verano es insoportable, se inició la construcción de casas con patio interno, que –gracias a las terrazas, pasillos y a los soportales que se utilizan en la construcción–, hacen que el aire limpio circule y refresque los espacios habitacionales. En las zonas frías, en cambio, las casas se diseñaron con gruesos muros que preservan el calor del sol y mantienen la temperatura de manera que los espacios sean, no sólo habitables, sino también agradables y puedan disfrutarse.
Las formas geométricas sencillas fueron, en principio, la mejor manera de modificar el medio ambiente para guarecerse. Así, las chozas circulares con techo cónico que aún vemos en algunas regiones de África, o las cabañas de base cuadrada o rectangular construidas en madera, adobe, carrizo, etc.; son la base del diseño de la vivienda humana. Si observamos, comparativamente con animales que “construyen”, –abejas, avispas, hormigas, castores– detectamos que utilizan elementos de la naturaleza y conservan o reproducen las formas medioambientales; sólo los seres humanos intervenimos el medio con líneas rectas y círculos “perfectos”, es decir, resignificamos el paisaje y lo modificamos.
Vamos a ver, los habitantes del viejo Egipto vivían en casas bajas construidas con adobe sobre una planta cuadrangular, en las cuales realizaban excavaciones de cimentación. Éstas variaban en función de las personas que habitaban en esas casas. Por ejemplo, las viviendas para los esclavos tenían de dos a cuatro habitaciones en forma de racimo sobre una retícula ortogonal. Estas casas estaban separadas por estrechos callejones apiñonados en largas filas que componían un distrito; por supuesto, la casa del capataz era más desahogada y mucho más amplia. En Oriente, las casas se construían en una sola estancia y en forma de colmena y, debido a la escasez de madera, la piedra y la tierra eran los materiales de elección.
Por norma general, las tradiciones en los estilos de construcción y tipo de materiales utilizados han subsistido hasta nuestros días. Ya que se han producido pocos cambios en la evolución de la vivienda promedio, desde la prehistoria hasta la actualidad, y la característica preponderante sigue siendo que la vivienda sea eficiente ante los factores bioclimáticos.
Ahora, hasta aquí hemos hablado de lo que hoy, sería el equivalente de las casas de interés social o interés medio. Si pensamos en residencias de lujo, los castillos, monasterios y grandes edificaciones medievales, estas fueron la gran muestra cultural que Europa aporta al desarrollo de la arquitectura de “los poderosos”. En torno a estas grandes construcciones, se desarrollaron núcleos urbanos en los que se inicia el desarrollo de los centros comerciales y de oferta de servicios que aglomeran a las personas. Además las casas señoriales y los feudos rurales fueron evolucionando en exquisitos palacios donde los espacios para la familia contaban con las áreas habituales (sala, comedor, recámaras, baños) y, adicionalmente se inició la integración de salones especiales para eventos rituales (salón de música, de baile, de costura, capilla, etc.). Por otro lado, se incluían las áreas de servicio que se incorporaban en el mismo terreno, y que daban lugar a la cocina, bodegas, habitaciones para la servidumbre, establos, etcétera.
Posteriormente, los palacios son las edificaciones en las que se establece la tipología de vivienda que más evolucionó durante la franca instauración del Renacimiento. Desde la construcción del primer palacio renacentista en Florencia, la expansión de los estilos arquitectónicos de Londres, pasando por los châteaux franceses, y la tendencia estilística en la vivienda, se mantiene desde del siglo XVI hasta el siglo XIX.
Después, como solemos ver en estos artículos del “Ayer, Hoy y Mañana”, la Revolución Industrial es parteaguas en el cambio arquitectónico de la vivienda humana. Puesto que la explosión demográfica generada por la aparición del proletariado como una nueva clase social, se plantean también nuevas necesidades. Había que dar a los obreros servicios como la movilidad necesaria para ir a trabajar, el que contaran con un lugar para dormir y vivir que les permitiera estar relativamente cerca del centro de trabajo.
Ahora bien, las condiciones de hacinamiento y falta de higiene, provocaron la necesidad de que la urbanística se desarrollara. Finalmente –aunque los obreros fueran sólo un insumo para la producción–, mantenerlos en condiciones productivas, de manera que no se generaran focos de infección para toda la comunidad (a través de enfermedades contagiosas que se propagaban sin distingo) y mantenerlos en concentración para acudir a laborar, provocaron el desarrollo de otro tipo de estructura de vivienda que, con el paso del tiempo, evolucionó a lo que después se conocieron como “unidades habitacionales”, que se consideraban súper modernas en el México de los 50 y 60.
Así, prácticamente de un plumazo, llegamos al siglo XX. Es en este siglo, justamente, se genera la revolución arquitectónica. Personalidades como Juan O’Gorman y Luis Barragán en México, o Antoni Gaudí en Cataluña, son representantes de estos movimientos que exploraremos en la siguiente emisión. Además iremos al futuro de los materiales, que realmente es un tema sorprendente y maravilloso, ¿estás listo para hacer este viaje?