VIII Foro Internacional de Música Nueva. Domingo 11 de mayo de 1986. Museo de Arte Moderno. Ciudad de México. 4:30 p.m. Ella está lista. Sentada en un rincón del museo lejos de la vista del público aguarda con paciencia su turno. La espera le sabe deliciosamente dulce, como un regalo que Cronos de manera generosa otorga a los que tienen su tiempo contado. El reciente diagnóstico sólo ha venido a confirmar lo que probablemente las cartas del Tarot ya le habían anunciado. No tiene miedo. La idea de la transitoriedad simplemente le añade un nuevo significado a cada momento, a cada gesto, a cada nota musical. La espera ahora adquiere un aura casi litúrgica. Su actuación será la última de esta tarde. Primero se dará la audición de la obra de Arturo Márquez, seguida por las de José Antonio Alcaraz y Manuel Enríquez, sus compañeros de un intenso y largo viaje musical. Todos, como ella misma, habrán de dejar una importante huella en el movimiento vanguardista de la música de concierto mexicana.
Alicia había preparado su atuendo especialmente para esa ocasión. Lo ideó de manera minuciosa para posteriormente coserlo con sus propias manos. Cada sonaja y cada cascabel tienen un lugar específico en la superficie del tejido. De sus mangas cuelgan cadenas estratégicamente colocadas. Su fascinación por los sonidos la había acompañado desde que era una niña. Primero a través de las percusiones, consolidándose más tarde a través del piano, instrumento del cual se apropiaría de manera virtuosa como extensión de su propio cuerpo. En un repentino flash back le viene a la mente su imagen a los 17 años, la figura delgada en un apretadísimo vestido diseñado por Carlos Marichal, sentada al piano a punto de tocar como solista con la Orquesta Sinfónica Nacional en el Palacio de Bellas Artes. Recuerda la sensación casi vívida del abrazo extremo de la tela contra su torso. Le cuesta respirar.
A lo largo de los años, acumularía un historial de reconocimientos como pianista y sería una de las más importantes difusoras de la música mexicana de su tiempo en el extranjero. Ingresaría al territorio de la composición musical a través de una orientación estética original y autodidáctica, en la cual la exploración tímbrica encontraría un lugar privilegiado. Aunque su incursión en la experimentación con recursos tecnológicos electrónicos para la creación sonora se había dado desde 1967, su ingreso al mundo de la música electroacústica no se daría de manera formal sino hasta 1969 con su llegada a la Schola Cantorum de París para trabajar con Jean Etienne-Marie. Sus creaciones para el cine, el teatro y la danza revelarían un marcado interés en la creación artística interdisciplinaria, lo que le valdría hacerse acreedora a importantes premios.
Se siente aliviada. Ahora su vestido es mucho más amplio y confortable que el de aquel entonces. Metáfora misma de la mujer madura y empoderada que ha conquistado su lugar en el mundo eminentemente masculino de la música de concierto. Su transitar por el universo de la creación sonora ha hablado por sí mismo. Ahora ya no tenía nada que probar, sólo ser. Ser a través de los sonidos. Plena y libremente. Se pone de pie. Llega el momento de presentar el estreno mundial de Convocatoria a un rito. Inspira profundamente. La amplia bocanada de aire viene a reafirmar la seguridad de quien domina su métier. Camina hasta el centro de la sala.
Su sola aparición genera un silencio de expectación por parte de los asistentes. Su presencia escénica llena el espacio a su alrededor y envuelve al público que se congrega en los pasillos y las escaleras del recinto. El largo traje genera insólitos sonidos a cada gesto suyo. Su cuerpo se ha transformado en una especie de objeto sonoro en movimiento. Manipulando unas baquetas, interviene vigorosamente las cuerdas del piano. Se apodera del icónico instrumento sobre el cual se cierne todo el peso de la tradición, para en ese momento convertirlo en una enorme caja acústica generadora de colores insospechados. Los altoparlantes proyectan materiales electroacústicos elaborados a partir de textos eclesiásticos, cantos y sonoridades religiosas de civilizaciones orientales. Su penetrante voz articula palabras desvinculadas de una narrativa lógica. Lo que le concierne ahora, más que nada, son sus estructuras espectrales como entidades individuales y formas únicas.
El advenimiento es pura poesía expandida. Camina. Toca. Habla, murmulla y canta. Su performance va en un alucinante crescendo sónico, hasta alcanzar un punto catártico en donde los diferentes flujos sonoros se amalgaman para conformar un solo ente encarnado en su persona en éxtasis. Su alma jadea. Los espectadores mesmerizados la siguen en su trance musical. Como en una procesión enigmática, la acompañan en la conclusión de un acto mágico propiciado por las resonancias del espacio. Recorren los pasillos del museo al encuentro de veladoras que esperan en silencio. Juntos las apagarán como corolario de un rito musical que concluye, pero que no se extingue.
El estreno de Convocatoria a un rito sería una de sus últimas apariciones públicas. Alicia Urreta (1930-1986) cerraría sus ojos en diciembre de ese mismo año, dejando tras de sí un legado musical cuya importancia y trascendencia no ha sido dimensionada suficientemente y que continua a la espera de recibir un justo reconocimiento.
Gracias por confirmar la información de la obra del maestro Arturo Marquez.
Saludos!!!
Excelente! Muchas gracias