Historia de la lectura de un país a través de su realidad virtual
Durante el mes de septiembre tuve varias noches de insomnio. No por el tema de los desastres naturales que vivimos, sino por la sospecha de que estábamos enfrente de graves temas de conciencia que no hemos si quiera superado, quizá ni transparentado y que no nos permite aprender de nuestra realidad.
Me explico. Creo que los que vivimos en el Valle de México, sabemos que nadie en su sano juicio escogería un lugar tan alto (de 2,400 metros a 3,100 en algunos puntos de las carreteras aledañas), con un suelo tan acuoso e inestable, en zona sísmica y orografía complicada, que lo transforma en una de las urbes más grandes del mundo, lo llena de población, ensucia su escaso aire, erosiona sus bosques, deseca sus lagos y merma sus recursos hídricos, y de manera imparable, e irresponsable, cede a los deseos económicos del mercado que demanda más viviendas, más transportes y más recursos de todo tipo a sabiendas que estos son finitos y que estamos causando un daño irreparable al ecosistema, que nos llevará a desastres en áreas donde se han dado crecimientos urbanos de manera desordenada, hasta llegar a un punto que cualquier lluvia causa inundaciones, y cada temporada de calor, causa la limitación de la distribución del agua sobre todo en las zonas más paupérrimas, sabiendo que no tiene una solución a largo plazo, y los gobernantes, entrantes y salientes “patean el bote” para que se la situación de deterioro no les colapse y se mantenga unos años más.
Como decía, cada lluvia nutrida, nos pone a temblar; cada temblor nos pone a rezar y cada invierno nos trae una serie de afecciones respiratorias que reconocido o no, cada año son más agresivas y más frecuentes. Asimismo, y el problema de alimentos en la calle que traen problemas digestivos crece. El agua que bebemos, si bien escasa, no sabemos qué tan dañina es, y muchas veces queremos caer en la inconsciencia pensando que la que es embotellada tiene una mejor calidad. ¿Quién en su sano juicio se bañaría en el rio Lerma o tomaría un vaso de agua del río Sonora? Pero hay gente de este país, mexicanos también, que sí lo hacen.
Pues bien, les comento qué fue lo que me quitó el sueño durante septiembre. Imaginemos que vivimos en un país que no prevalezca de manera irrestricta el estado de derecho, y que de pronto los desarrolladores de vivienda consiguen los permisos de construcción de parte de las autoridades, pero no tienen estudios geológicos o de mecánica de suelos, y construyen en los lugares más rentables comercialmente hablando, sin importar que sean los más inestables en caso de un terremoto.
Pensemos que la gente asume que, por tener un permiso de las autoridades, la constructora siempre está en regla y es una garantía de respeto a la norma. Reflexionemos por un momento que la regla no se respete, usan materiales de una menor calidad o resistencia, y es terminado un edificio con menor resistencia de lo que se había estipulado en áreas de optimizar el beneficio del constructor.
Supongamos que, en ese mismo edificio, de pronto, se le construyen dos pisos más que no estaban en el diseño original, al fin y al cabo, ¿quién lo va a notar? ¿A quién le va a importar?
¿Quiénes compran un departamento, conocen el diseño original? La autoridad que lo supervisa, ¿es incorruptible y podemos certificar que esto se cubrió conforme al cálculo del ingeniero?
Ahora imaginemos que tenemos uno de los cientos o miles de espectaculares que están montados de manera legal (pagan impuesto) o ilegal, en casas y edificios en esta ciudad. ¿Usted sabe a quién beneficia ese espectacular? ¿Al dueño del edificio? ¿A la inmobiliaria? ¿Y quién tiene el riesgo, usted o el que recibe el beneficio?
Piense por un momento que usted es previsor y que cuando compró su departamento o casa, obtuvo un seguro para proteger el patrimonio que está adquiriendo. ¿Sabe que el seguro donde hay pérdidas por el inmueble cubren al banco por el adeudo remanente y no por el valor patrimonial? Y si ya es su bien, ¿usted sabe que el seguro en su caso le cubre por el inmueble, pero no por sus contenidos?
En esta historia de encuentros y desencuentros con la realidad, vivimos el inicio de octubre con cerca de 70% de las escuelas públicas aún sin abrir sus aulas para recibir a sus alumnos. Fuera del tema que corresponde a la problemática de la pérdida de tiempo educativo de los jóvenes, ¿usted se imagina cuántos peritos se necesitan para terminar de ver si los inmuebles estén en condiciones de recibir a los niños y jóvenes estudiantes?
Sobre esto, imagínese escuelas que obtuvieron su certificado para apertura por “la amistad” de la directora con algún perito ingeniero y no por hacer los exámenes estructurales al inmueble. Imagínese que, además, algún político de la CDMX pactó con la Secretaría de Educación Pública el que estos peritos no fueran los DROs (Director Responsable de Obra) que marca la norma, sino ingenieros que no tienen en su expertise el área de estructuras.
Visualice también que ese mismo político fuera alguien que necesita “eliminar la evidencia” y sacar el “cuerpo del delito” de la escena del crimen y que, bajo el argumento de limpiar el desastre, lo que está haciendo es borrar huellas muy valiosas para un ingeniero forense, para conocer por qué “colapsó” la obra.
¿Le interesaría a usted conocer por qué “colapsaron” los edificios? Quizá sólo si usted perdió el inmueble, pero si usted es un ciudadano, ¿le interesaría saber la realidad? ¿A las compañías de seguros les interesaría conocer la realidad? ¿A las compañías constructoras? ¿Por qué de pronto sociedad y gobierno se apuran en desaparecer la evidencia? ¿Hay alguien que por oficio debiera perseguir el tema para conocer la verdad? ¿Usted cree que el gobierno (Ejército y Marina incluidos) apoyaron a los políticos y gobernantes de la ciudad a “limpiar los escombros”?
Los que llevamos más tiempo en esta ciudad y vivimos el 85, recordamos el declive de la Condesa y la Roma, y cómo durante muchos años fueron áreas deprimidas. Todos reconocemos el espíritu solidario de la gente que ayudó en las tareas posteriores al sismo del pasado 19 de septiembre. Lo que no sabemos, pero también intuimos, es el espíritu poco solidario del “mercado” que ya está ajustando “las rentas” en áreas estables como Polanco y Anzures, y otras más al poniente de la ciudad, mientras que otras, como las mencionadas y céntricas, han tenido un desplome en su plusvalía y tendrán años difíciles para repuntar. Pero al final seguramente ya hay desarrolladores viendo cómo “revitalizan” estas áreas y las pueden rentabilizar de manera importante. Al fin y al cabo, a la gente todo se le olvida, y pues a ver quién está por aquí en treinta años.
Para muchos lo vivido este pasado mes, es una desgracia, pero también hay algunos que ya llevan tiempo lucrando con esta situación, pero lo más importante como sociedad es saber qué podemos aprender y qué debemos mejorar para podernos ver al espejo y saber que no somos una sociedad degradada e inconsciente.
Todo lo que ignoramos, nos pone en peligro.
Y vamos derechito a repetir otra tragedia, no sabemos si más grande, por olvidar lo que nos enseñó el ’85, lo que aprendimos en este terremoto.
Esas ansias de volver a la normalidad, son con lo que cuentan los que siempre se benefician del sufrimiento y el esfuerzo de la gente trabajadora, para seguir haciendo montones de dinero sin importar la cantidad de muertos y vidas rotas que dejen por su irresponsabilidad.
Estoy completamente de acuerdo. Estamos en un lugar de CERTEZA SISMICA. Lo único que podemos estar seguros es que seguirá temblando durante la vida de la Tierra.
Saludos,
Y quien certifica en adelante que serán edificios seguros…