#Racismo
Hace algunos meses vi una definición de racismo que me llamó la atención. Racismo: Ideología que defiende la superioridad de una raza frente a las demás y la necesidad de mantenerla aislada o separada del resto dentro de una comunidad o un país. Me llamó la atención porque me recordaba a comentarios que, en su campaña interna por ganar la candidatura republicana, Donald Trump había expresado. Ahora que veo que más de la mitad de los pobladores de la Gran Bretaña han decidido salirse de la Unión Europea (UE), releo la definición y me llama aún más la atención. Personajes como Nigel Farage, líder del partido independiente del Reino Unido (UKIP por sus siglas en inglés), han de pensar que es necesario aislar a los británicos del resto de una comunidad. Este señor, en el parlamento, se echa unos rollos verdaderamente increíbles y trata de justificar de una y mil maneras la salida de los ingleses de la UE. Incluso, en una entrevista, lo vi diciendo que el libre tránsito de personas entre diferentes países no debería existir; y pone como ejemplo el NAFTA, preguntando cómo estarían los estadounidenses si los mexicanos tuvieran libre tránsito por su país. El tipo me pareció nefasto (por decir lo menos) pero, además, la forma como lo dijo fue lo que más me molestó. Me acordé de aquel dicho: lo que encanija no es lo que dice, sino el tonito. Con una absoluta convicción, Farage se refería a nosotros, los mexicanos, como si fuéramos una raza inferior. El racismo es el verdadero motivo por el cual esto ha sucedido. Por lo menos así lo veo yo.
Todos los países tienen sus Nigel Farages, por eso tenemos que estar muy pendientes de que estos personajes no crezcan lo suficiente como para mover a un número determinado de personas para que vayan en contra de la naturaleza humana. Porque sí, yo soy de los que creen que, por naturaleza, los seres humanos somos integracionistas y solidarios. Aunque, claro, de repente nos pega la manipulación de los medios, los conceptos de lo bello, de la imagen de la persona exitosa, etcétera, pero mientras pensemos que somos más que otros porque somos de cierta raza, región, religión, educación o latitud, estamos perdiendo el foco y estamos siendo racistas.
Los seres humanos, todos, somos exactamente igual de valiosos y nadie tiene más valor que otro. Pero, también a todos, nos cuesta muchísimo entenderlo, nadie se salva. Todos sin excepción hemos sido racistas en mayor o menor grado. Ya olvidémonos de Europa o los países del Medio Oriente, donde hemos tenido ejemplos claros de racismo colectivo que nos han llevado al exterminio de personas porque no son de la misma raza. Veamos lo que sucede más cerquita, en nuestro país, y recordemos que en estados como Chiapas ‒no hace muchos años‒, los indígenas se bajaban de las banquetas para que pasaran los “blancos” (hacendados, cafetaleros, empresarios, políticos, etcétera). Ahora mismo, en pleno siglo XXI, seguimos hablando del “naco”, de “hagamos patria y matemos a un chilango”, de “donde empieza la ingesta de carne se acaba la cultura”, de “es que no es de tu zona postal”, de “hasta entre los perros hay razas” y un sinfín de etcéteras. Incluso, ahora nos hemos tratado de ver más sofisticados para justificar nuestros actos racistas, acuñando términos como la “Pigmentocracia”. Qué creativos, ¿no? Por supuesto, aunque estas expresiones son parte de nuestra cultura (o falta de), no les damos importancia; porque de fondo ni vamos a matar a un chilango, ni pensamos que porque viven en el norte del país no hay cultura, etcétera. Pero la realidad es que algo queda, por lo que debemos empezar a poner más atención en lo que decimos, en nuestra forma de ser, de actuar y de comportarnos con los demás, para no generar encono con otros mexicanos. La mayoría de los conflictos que tenemos en el país, desde mi punto de vista, tienen que ver con que unos creemos que somos mejores que otros.
¡Qué padre que no todos pensemos igual! También, que aquellos que se eduquen y se esfuercen más, tengan más posibilidades de desarrollarse exitosamente en la vida. ¡Qué bueno que podamos tomar nuestras propias decisiones de con quién o quiénes nos relacionamos, convivimos y transita nuestra vida! Lo que no podemos permitirnos es pensar que, como seres humanos, somos más valiosos que el de enfrente. ¿Por qué tendríamos que ser más que “el otro”? Puede que seamos más educados, o que tengamos más dinero, o incluso que seamos más bondadosos que alguien más, pero NUNCA (y a propósito lo escribo en mayúsculas; digo, para que no se nos olvide) seremos más o menos que alguien más.
Por el simple hecho de ser seres humanos, ya tenemos un valor muy especial y, según yo, todos valemos exactamente lo mismo.
Quienes no somos racistas en extremo (los que no entramos en la definición que les compartí al principio de este escrito), hemos sido racistas en menor grado porque confundimos el “ser” con el “hacer”. Si diferenciamos muy bien nuestros sentimientos hacia los demás, tomando en cuenta únicamente lo que sus actos dicen de ellos, al final creo que podremos tener más empatía. Esa empatía que se necesita para abrir la mente y ponerse en los zapatos de otro. Incluso, podríamos llevar ese ejercicio al extremo, y aplicarlo con asesinos, violadores y todo aquel que haya hecho un gran daño. Estoy consciente que esto no es una tarea sencilla, y aquí viene la parte más difícil: darnos cuenta que, detrás de las acciones deplorables de muchas personas, hay seres humanos valiosos ‒como ustedes y como yo‒ a quienes en esta ocasión les tocó jugar de malos. Se los dejo para la reflexión.
Que tengan una buena semana, llena de tolerancia, inclusión, empatía y, sobre todo, mente abierta.
Estimado José, con interés he leído tu artículo y me complace pensar como tú. No olvidar que también la envidia y el egoísmo inconscientemente nos lleva al racismo haciéndonos creer que somos superiores por la posesión cultural o económica que tengamos. Al fin de la vida, todos somos iguales y nadie se lleva nada en su cajón. Me gustan tus artículos. Por favor sigue escribiendo.