Los darwinistas: epifenómeno o emergencia de la conciencia

Thomas Henry Huxley (1825-1895) sostuvo con tal ímpetu la teoría evolutiva que fue conocido como el bulldog de Darwin. Tuvo un papel relevante en el problema mente cuerpo por dos razones: porque produjo el término de agnosticismo al que se fueron adhiriendo muchos científicos e intelectuales y porque planteó una propuesta novedosa, aunque lúgubre, sobre la conciencia: el epifenomenalismo.

El término agnosticismo fue presentado en una reunión de la Metaphysical Society de Londres en 1869 como una antítesis al de gnosis o gnóstico como el saber de la existencia de Dios, del mundo espiritual y del alma humana. Aunque los términos de agnosticismo y de agnóstico se ha venido a contrastar con el de ateísmo y ateo en sentido que el ateísmo niega la existencia de Dios en tanto que el agnóstico dice que no sabe, el concepto de Huxley es más cercano al ateísmo pues no es una cuestión de ignorancia, sino de prueba: sin evidencias de la existencia de Dios o de la inmortalidad del alma, no se puede afirmar su existencia. Los materialistas de la tradición de Marx, como Engels o Lenin calificaron esta postura como un ateísmo vergonzante, una doctrina más cómoda que el polémico ateísmo.

Huxley
Thomas Henry Huxley en un grabado en madera fechado en 1870. Autor de los términos agnóstico y epifenómeno.

Unos años más tarde el psicólogo pragmatista norteamericano William James anotó que ciertas hipótesis, como la existencia de Dios o del alma, no son científicas porque no se pueden probar mediante observación o experimento alguno, pero que son “opciones vitales” que no están determinadas por evidencia palmaria, sino por su relevancia pasional. James aseveraba que los humanos muchas veces necesitan actuar sin pruebas y en esos casos sus compromisos con ciertas creencias resultan verdaderos en el sentido del pragmatismo, es decir porque son útiles en la práctica.

Pasemos ahora al epifenomenalismo. En referencia a la evolución biológica, en 1874 Huxley llegó a otra conclusión polémica; la conciencia considerada como un producto colateral de la evolución que no tiene efectos causales. Para ilustrar el supuesto utiliza la metáfora del vapor de una locomotora el cual, aunque existe y se observa como producto de su actividad, no tiene efecto sobre la función de la máquina. En este sentido, el epifenomenalismo es la creencia que la conciencia está causada por procesos físicos del cerebro, pero que una vez producida ya no tiene efectos sobre estos procesos físicos. Los impulsos nerviosos suceden a los estímulos ambientales y causan la conducta al producir contracciones musculares; no hay necesidad de invocar o incluir actos conscientes en esta secuencia de eventos físicos. Desde la tesis del paralelismo que hemos revisado, William James polemizaría también con esta concepción de Huxley: los actos físicos del cerebro y los actos mentales de la conciencia no pueden causarse unos a otros, puesto que el proceso mental y el proceso físico ocurrirían de manera simultánea y necesariamente vinculada.

La idea de la mente como un epifenómeno del cerebro ha sido debatida en series de argumentos y contrargumentos que iremos calando. El punto central es el de la causalidad, es decir si acaso es verosímil que los fenómenos físicos del cerebro causen los eventos mentales o bien que los eventos mentales, como el tomar una decisión, causen ciertas conductas a través de eventos del sistema nervioso. Otra opción más reciente es que los dos fenómenos sean esencialmente idénticos, es decir que cada acto mental sea exactamente lo mismo que un proceso cerebral, como lo plantearon varios filósofos a mediados del siglo XX y veremos con más parsimonia en su oportunidad.

Cerebro humano y chimpancé
Figura 101 del libro Man’s Place in Nature de Huxley publicado en 1883. Muestra un cerebro humano (arriba) y uno de chimpancé (abajo) dibujados en tamaño similar (aunque el humano pesa más del doble que el del chimpancé) para comparar las circunvoluciones cerebrales mayores en el hombre y las dimensiones del hipocampo mayores en el chimpancé. Intenta demostrar la estrecha relación evolutiva de las dos especies en referencia al cerebro y sus funciones.

En referencia a la causalidad mental, los seguidores iniciales de Darwin emitieron otra hipótesis trascedente. Se trata de la noción de emergencia, la idea de que en el transcurso de la evolución surgen o emergen novedades que antes no estaban porque los organismos se hacen más complejos y sus aparatos y sistemas físicos son capaces de albergar y realizar nuevas propiedades y funciones. No sólo surgieron nuevos órganos y funciones, sino también nuevas conductas y procesos mentales. Quienes propusieron la noción de emergencia evolutiva para explicar la aparición de conductas y actividades mentales fueron los evolucionistas estudiosos del comportamiento, como veremos ahora.

Poco después de la muerte de Darwin, su joven amigo y discípulo George J. Romanes (1848-1894), emprendió una investigación de la conducta animal y sus textos de 1882-3 son los primeros de la llamada “psicología comparada,” el intento de inferir las diferencias de las capacidades mentales entre diversas especies animales con base en la observación de su comportamiento. Al igual que Darwin, Romanes utilizó registros anecdóticos de la conducta de muchas especies para postular que la habilidad para razonar es necesaria para la adaptación a situaciones novedosas, una tesis opuesta al epifenomenalismo de Huxley. Plantea que los actos mentales puedan surgir de sistemas nerviosos cada vez más complejos, lo cual parece razonable. Sin embargo, es difícil plantear como, una vez que estos actos mentales han surgido, pueden modificar la maquinaria nerviosa y muscular que permita las conductas necesarias para llegar a una meta adaptativa.

El tema se reactiva a mediados del siglo XX con el advenimiento de la Teoría General de los Sistemas que propone la emergencia de propiedades nuevas en los arreglos sucesivos de la realidad que integran los sistemas de átomos, moléculas, células, tejidos, órganos, organismos o sociedades.  Los problemas conceptuales de esta noción de emergencia de la conciencia en el nivel del órgano cerebral y el organismo individual no han dejado de aparecer, como lo iremos comprobando.

Un ejemplo relevante a esta discusión es el de cómo surgió la música durante la evolución de los homínidos. Siguiendo la teoría de las emociones de Darwin, el filósofo y sociólogo inglés, Herbert Spencer (1820-1903) sostuvo que las emociones se expresan a través de movimientos musculares estableciendo una conexión directa entre sentimientos y movimientos. Además, las emociones no sólo se manifiestan a través de desplazamientos, sino también por medio de sonidos: el león ruge cuando está enfurecido, los animales aúllan cuando están heridos, el sufrimiento humano no sólo produce contracciones del cuerpo sino gemidos de dolor y los sentimientos de alegría suscitan gritos de gozo y júbilo. Si la variación de la voz humana es resultado del tipo de sentimiento experimentado, el canto constituyó una intensificación de la sonoridad propia del lenguaje emocional y toda la música vino a constituirse como una idealización de los sonidos naturales de la pasión. El volumen, la altura, el timbre y los intervalos empleados en la música vocal serían una manera exagerada de expresar sonoramente las emociones humanas.

Spencer originó la expresión “sobrevivencia del más apto” como motor de la evolución y el concepto fue usado para justificar no sólo las prácticas del capitalismo por el llamado darwinismo social, sino la eugenesia. En contraposición a esta corriente, el geógrafo anarquista ruso Piotr Kropotkin (1842-1921) propuso que la ayuda mutua fue el factor que más favoreció la evolución de los homínidos y constituye el fundamento biológico de la sociedad ideal, aquella que prescinde del gobierno y el estado para lograr bienestar y justicia entre sus miembros.

En tanto el epifenomenalismo y la emergencia se refieren a la relación entre la conciencia y el cerebro, las tesis de Spencer y Kropotkin son pertinentes a la relación de la mente y el comportamiento de los individuos con el entorno físico y social.

Los contenidos de la columna Mente y Cuerpo forman parte del próximo libro del autor. Copyright © (Todos los Derechos Reservados).

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LEANDRO SEQUEIROS

El articulo está escrito de forma muy didáctica.. Pero para mi hay que diferenciar entre EPIFENOMENISMO y EMERGENTISMO. Aunque hay diversos tipos de epifenomenismo y de emergentismo, creo que difieren. El primero es más mecanicista mientras que el emergentismo tiene más que ver con los modelos sistémicos de complejidad.
https://www.tendencias21.net/La-hipotesis-emergentista-se-perfila-como-alternativa-al-dualismo_a3359.html
https://www.tendencias21.net/El-emergentismo-una-via-humanista-de-la-ciencia_a1058.html
http://www.periodistadigital.com/religion/libros/2010/04/26/el-evolucionismo-la-ciencia-y-nuestra-imagen-de-dios.shtml
http://catedras.ugr.es/catedrateologia/pages/tablon/%2A/proximas-actividades-2/conferencia-del-profesor-sequeiros-del-ciclo-de-dialogo-fe-ciencia

José Luis Díaz Gómez

Gracias a Leandro Sequeiros por su comentario. En efecto, el epifenomenalismo y el emergentismo son distintos como creo haber adelantado en este artículo, aunque hay alguna versión que los hace muy similares. En entregas futuras me referiré en cierto detalle al emergentismo, pues es una de las tesis más atractivas de la relación mente-cerenbro. Los lectores interesados verán en las pàginas referidas por Leandro Sequeiros diversos ángulos de esta cuestión que ha cobrado una gran importancia desde hace décadas. Gracias de nuevo por su atención.

LEANDRO SEQUEIROS

mUCHAS gracias por su amable respuesta. Les recomiendo a los lectores este artículo del profesor Javier Monserrat que es experto en el tema:
http://www.tendencias21.net/Paradigmas-de-la-neurociencia-actual-y-la-explicacion-de-la-conciencia_a42877.html
Un cordial saludo y sigamos juntos en la búsqueda sin término de la verdad, que decía Karl Popper..

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