Soy del color equivocado

He de reconocer que el comprar regalos no es mi fuerte, sobre todo cuando apenas conozco a los beneficiarios, incluso, creo que sufro de más con ello, a pesar de que siempre he sostenido que algo hecho con las manos para otra persona siempre resultará más halagador en estos tiempos de que ya nada sorprende e importa del todo. Pero… si llegar a una boda de alta sociedad, en donde pretendía “quedar bien” con una cartita con unas bellas palabras escritas y un angelito pintado a mano por mis básicos talentos artísticos, resulta una auténtica ¡mentada de madre! para la familia de los novios y una marca más a mi ya cuestionada reputación ‒a menos que el sobrecito traiga una “buena lana adentro”‒, entonces, mejor decidí por razonamiento tener un poco de  “dignidad y categoría social” y me dirigí a prisa a la “mesa de regalos” en el Palacio de Hierro de Polanco, que es uno de los conceptos de tienda más impresionantes y surrealistas que haya yo visto jamás.

Cruzando las puertas de este castillo de estimulación sensorial, me topé con un sinnúmero de boutiques de finas marcas famosas a nivel mundial que sólo se explican con las múltiples estadísticas de las cámaras de comercio. En 2016 los mexicanos fuimos uno de los mayores consumidores de productos de lujo tanto aquí como a nivel global, junto con los japoneses y chinos… pero, en fin… en medio de tanto barullo me sentí desconcertado con el tamaño del lugar y le pregunté al serio “poli”, con metralleta en mano, en dónde se encontraba el dichoso lugar de los regalos. Me dio la instrucción y tomé las majestuosas escaleras eléctricas, donde amablemente fui interceptado por un “bello mozo” alto delgado en traje y corbata negra que parecía modelo de revista italiana, acompañado de dos bellas mujeres de nariz respingada ‒quienes parecían como de origen noruego‒ en entallados vestidos negros a ofrecerme con un marcadísimo acento argentino “la tarjeta Palacio” y sus grandes beneficios.

He de confesar que hasta me intimidó la “guapura” de estos amigos y los escuché un tiempo por sólo la mera curiosidad de lo que mecánicamente fueron instruidos en comunicarme, pero al mismo tiempo me preguntaba “¿qué hacen estos tipos aquí?”. Ante lo obvio, y después de unos minutos del cortejo y manipulación comercial, finalmente accedí a llenar mi registro para mi nuevo plástico amarillo y negro, me enviaron a otro escritorio aledaño donde estaba su superior, otra mujer escultural, de origen venezolano, que para qué les platico… terminé mi proceso de afiliación con tintes sudamericanos y partí orgulloso por ser parte de este club “Que es parte de mi vida”. Seguí mi camino y fui atendido finalmente por una amable mujer mexicana, quien me guio en la compra de mi regalo de bodas; posteriormente fui a la juguetería y adquirí un Lego de sorpresa para una de mis hijas.

Ya en el departamento de envolturas, donde agobiadas mujeres doblaban con una destreza increíble papeles y moños a gran velocidad, entablé platica con una de ellas y le pregunté por qué tenían modelos extranjeros vendiendo membresías de crédito y su enojada respuesta me dejó helado: porque las mujeres prietas y de facciones mexicanas no somos lo suficientemente glamorosas para eso, no somos del color correcto, parece que somos chafas, ¡estamos condenadas!! (…), y además agregó, la agencia que las contrata les pagan el doble o hasta el triple, según las comisiones que ganen a diferencia de todas nosotras (…). Neta, se me fue el aire, ya no supe qué decir, pero no me sorprendió tanto porque todos sabemos que así funciona nuestro país. Lo que me dijo esta mujer es tan sólo un pequeño reflejo de lo que sucede constantemente, pero preferimos callarnos, como decimos “somos la raza cósmica” o “un pueblo de feítos”, y así nos percibimos digan lo que digan. Ahí están algunas estadísticas, como que 68% de las mujeres mexicanas en encuestas anónimas afirman que no están satisfechas con su cuerpo, el tono de su piel y su belleza y, aunque públicamente queramos ser políticamente correctos, las realidades son otras, de estos temas a nadie le gusta hablar ni escribir, nos incomodan porque quedan perfecto al dicho de que la gente piensa una cosa y dice otra.

El aparente nacionalismo mexicano que nos une en el Estadio Azteca “poniéndote la verde”, o la efervescencia que nos ha regalado Donald Trump con su bad hombres, es sólo un falso espejismo de lo que sucede porque el verdadero racismo y clasismo económico, religioso e ideológico, está en nuestra propia puerta, que viene disfrazado en todos los sentidos y formas: “todos los grupos sociales contra todos”. Una tensión latente en no mezclar “los diferentes códigos postales”, una total auto discriminación múltiple rampante, estos muros sociales invisibles dentro de nuestro territorio, ciudades, o colonias que son más terribles y dolorosas que los muros fronterizos.

En una reciente comida, un conocido de una banda de amigos que maneja agencias de publicidad me comprobó lo que viví en el Palacio de Hierro y dijo que, usar modelos de guapitos argentinos en diversos eventos mercadológicos de varias compañías mexicanas, les incrementan hasta 148% la eficiencia comercial porque venden eficientemente “percepciones aspiracionales”, y aparte estos chavos “vienen felices a México por lo que les pago”. Ya para rematar se aventó el finísimo comentario: porque en México no encontramos chavos “bonitos” que cobren barato y tenemos que lidiar con puro morenito, en Argentina en cambio hasta las sirvientas son muy bellas… afirmo este susodicho… no tengo nada en contra de los argentinos, es más, me caen bastante bien, pero la verdad se me calentó la sangre y ya no sabía si llorar o ponérmele al brinco a este tipo, acomodándole dos cachetadones en el rostro. Sin embargo, en el fondo tristemente así pensamos todos y no nos engañemos es una verdad inexorable. En un estudio publicado por el periódico Excelsior el día sábado 17 de junio de 2017, menciona que según un reporte del INEGI: […] el color de la piel en la población adulta es un determinante del bienestar y la posición social que alcanzan las personas en México por arriba de su nivel de conocimientos, una persona con piel clara tiene 3 veces más de posibilidades de tener un puesto directivo que una de piel morena [].

A pesar de que los mexicanos somos multirraciales y nos hemos enriquecido de la multiculturalidad y la migración histórica, no hemos sabido potencializarlo como otros países y hay algo incoherente y que de plano no está funcionando del todo en la cohesión social y nacional. Existen diferencias abismales de identidad entre nuestra población que provocan una confusión como nación, y cada día se hace más profunda e injusta al grado de desgastar considerablemente nuestro progreso y desarrollo, aun más que la corrupción y los malos gobiernos, así como el constante incumplimiento de la ley e instituciones sumamente débiles.

[] México si quiere llegar a ser una potencia mundial tiene la encomienda de enfrentar primero el reto del resentimiento étnico, clasista y racial que lo frena enormemente en su crecimiento económico y competitivo y que lo erosiona internamente [], como afirma la revista The Economist en su análisis sobre la posibilidad que México y el bloque México-Americano del sur de Estados Unidos pudiera ser la sexta economía global hacia 2027.

Existen hoy un sinnúmero de instituciones superiores, fundaciones, profesionales e intelectuales mexicanos que han abordado el tema del racismo interno desde el punto de vista literario, académico, religioso, psicológico, biológico-evolutivo, y han tratado de explicar este fenómeno en nuestro país desde la llegada de los europeos en 1492 y la conquista de la gran Tenochtitlán hasta nuestros días, lidiando con tantos mitos como  el del “pinche güero culero”, el “síndrome del sometido o conquistado”, el “complejo del agachado” o el “indio resentido”, y a pesar de tantas conclusiones, los resultados de todas estas investigaciones y recomendaciones de nada han servido para revertir esto, son los mismos o peores estigmas que nos obsesionarán por los tiempos venideros. Tan sólo consulten las deprimentes estadísticas de CONAPRED-INEGI, organismos federales que investigan el fenómeno de la discriminación en cada rincón del país, que va en aumento exponencial día a día.

Hablando “la neta”, tenemos hoy más que nunca un serio problema de concepto entre lo “bello y lo feo”, una percepción aprendida de la cultura occidental que nos arrasa y nos causa un problema de autoaceptación, amor propio y una autoestima de lo que físicamente somos, estándares de belleza inventados, tan crueles e incongruentes que no nos pertenecen, los cuales han causado estragos terribles a nuestra mexicanidad de cómo nos vemos nosotros mismos con vergüenza e inferioridad a otros pueblos y, lo peor de todo, es que nos hemos dejado de reconocer, ¡nos negamos! Sólo los invito que, por un momento, cuando estén súper aburridos en el tráfico local, observen detenidamente en cualquier espectacular, si están viendo televisión, si leen cualquier revista o revisan su Facebook, observen la publicidad de los medios nacionales que resulta pírrica y hasta ridícula ‒pero no nos damos cuenta, lo damos por natural‒, pues no encontrarás un solo humano que aparezca en la publicidad que se parezca al 94.3% de las características físicas de nuestra población, ni cerca. Abre cualquier folleto de ventas de un conjunto residencial y parece que estás comprando un departamento en algún país escandinavo y no en la Narvarte. ¿Te imaginas una portada de revista de moda y belleza con una mujer de rasgos indígenas? ¿Un anuncio de moda de ropa con chavos comunes mexicanos? ¿Has visto un anuncio de ropa deportiva donde aparezca una mujer típica nacional o un bebé anunciando pañales que no sea ricitos de oro? Es más, ¡hasta da risa imaginárselo! Los niños indígenas son perfectos para causar lástima mercadológica para las publicidades de un Kilo de ayuda o fundaciones para las instituciones de jodidos. Tal situación no es muy común en el mundo, ya que muchos países que se han ocupado en regular esto de manera energética como Japón, Indonesia, China y Sudáfrica, entre otros, obligan a los publicistas a incluir hasta en un 80% personas con los rasgos mayoritarios de sus poblaciones en sus respectivas campañas publicitarias y revistas, pero aquí sin duda poner “prietitos” no es rentable.

¿Te atreves a hacer algo o así nos quedamos?

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José A Quevedo

Que puedo decir tiene toda la razón, gran opinión

Ivan Peña

Pues mi estimado Pepe, asi son las cosas lamentablemente

Marce Nieto

Cómo siempre eres grande Pepe, yo misma estoy casada con un Argentino.Me Me encanta leerte Abrazo de Oso

Jesus Franco

Desde siempre, incluso se escucha esa frase de “mejorar la raza” como encomienda para casarse con quiénes tengan un tono de piel más claro que el nuestro. Y pocos mexicanos o mexicanas recibirían de buen modo que uno les diga: ¡qué indio más orgulloso! o ¡qué india tan bella! A pesar de que la gran mayoría podemos encontrar nuestros rasgos en los códices que aún se conservan.

Y creo que tiene mucho que ver con todos los mitos que constituyen todavía buena parte de nuestra “educación” “básica”. Se sigue mitificando el “glorioso pasado” de antes de los españoles, cuando eran pueblos en guerra constante, y hasta tienen un dicho cínico los historiadores honestos, de que la conquista la hicieron los indios contra los mexicas, y la independencia los españoles criollos.

Y sí, esa tendencia solo se perpetúa, para muestra un botón: “la voz de las empresas” nada tiene que decir en contra del racismo aparentemente.

Laura Angélica Bazaldúa

Hola Pepe
Tristemente es nuestra realidad. Y la vemos en muchos lados. Incluida la diferencia de atención por los mexicanos respecto a otros mexicanos vs extranjeros.

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