Lo de tarde emotiva y digna lo digo con nostalgia porque ahora que se retiran de los ruedos toreros como Ignacio Garibay, Alfredo Ríos, “El Conde” y, próximamente, Federico Pizarro, recordamos que los dos últimos tuvieron como novilleros varias actuaciones en La México, en los primeros años de la década de los 90 del siglo pasado, cuando las que partían el queso eran las figuras mexicanas, y las europeas venían como complemento a nuestro país; situación que, con el transcurrir de los años, se ha invertido a favor de los toreros extranjeros.
La despedida de “El Conde” en La México fue el 23 de diciembre de 2018, con toros de ascendencia de Atanasio Fernández y con dos compañeros mexicanos en el cartel, “El Zapata” y José Luis Angelino, dos tlaxcaltecas y un tapatío, este último proseguirá en la gira del adiós hasta llegar a su tierra natal, Guadalajara, como lo hará en Aguascalientes Garibay; Pizarro, actuando en solitario, triunfó recientemente en Tlaxcala, y ha anunciado la corrida de La México como su despedida definitiva.
Recuerdo que en 1991 hasta 37 novilleros actuaron en la temporada novilleril de La México; en ella se destacaron Mario del Olmo y Federico Pizarro, “El Conde”, quien, con el misterio de su nombre escondido en el anonimato, se presentó con suertes muy antiguas como El Tancredo o el Salto de Garrocha. Luego, vendrían dos temporadas más, en 1992 fue el que más actuaciones sumó -seis-, una de ellas fue un mano a mano con el venezolano Leonardo Benítez. Y también, en esa misma temporada, se presentó “El Zapata” con novillos de Riaño.
En 1993 Alfredo acumuló otras tres actuaciones antes de partir a Portugal, y a finales de ese año, de manos de “El Capea” se convirtió en matador de toros en Pachuca, con el testimonio de David Silveti y toros de Huichapan; posteriormente, el 9 de enero de 1994, con Manolo Mejía como padrino y Mario del Olmo de testigo, con toros de Las Huertas, confirmó en La México, finalmente, en 2010 lo hizo en Madrid.
El 10 de marzo de 1996, con un toro de regalo de la ganadería de Fernando de la Mora, Medialuna, toro berrendo con el que logró un par que nombramos de oro, por su vistosidad, al sesgo desde las tablas corrió hacia atrás para parear en todo lo alto el par de banderillas y, después de su ejecución, recibió el homenaje de una vuelta al ruedo, momento en que recordó al gran torero valenciano, “El Soro”, más tarde la faena creció en la muleta y el toro fue indultado.
Entre esos pensamientos, la tarde destaca por la seriedad de los toros de Barralva, de procedencia Parladé, por la vía de Atanasio Fernández y uno más de San Mateo, vía Garfias. Gran actuación de “El Zapata” en su primero, en el que sobresalió en los tres tercios y en donde interpretó, entre otros pases, el Imposible y las Sanjuaneras, recordando al poblano Antonio Campos y al berrendito de San Juan, Luis Procuna. Con la suerte suprema a topa carnero, entregando el pecho, ganó un merecido trofeo; el segundo no tuvo las cualidades del primero y tuvo que abreviar Uriel Moreno.
Angelino, por su parte, derrochó voluntad en su actuación que tuvo tono de reaparición, después de alrededor de tres años de no presentarse en el ruedo de Insurgentes. En su primero no logró nunca enderezar faena, pero en el segundo de su lote se apuntó con Farolero un gran quite por Saltilleras y rematando con una Fregolina, posteriormente, en el tercio de banderillas lució principalmente en el par del Violín y, con la muleta, tejió una faena muy emotiva ante un toro con matices de bravura en su embestida, como lo fue en conjunto. Se trató de un encierro que dio ejemplo de cómo deben presentarse los toros en La México; la estocada de José Luis Angelino fue de antología.
En el primero de su lote, Carasucio, “El Conde” tuvo una actuación madura y reposada con gran capacidad lidiadora y, por varios momentos, como acostumbra, con gran tersura, instrumentó pases con la mano derecha y naturales de alto nivel para oficiar con la espada y lograr un trofeo muy merecido. El cuarto no le dio tregua y los ganaderos de Barralva le obsequiaron el séptimo para su despedida.
El nombre del toro de Barralva de regalo fue Siempre Juntos, del encaste de Garfias, o sea, San Mateo; Alfredo tuvo una actuación rotunda en el capote, banderillas y muleta para, con el marco de Las Golondrinas, vibrar su sentimiento, que le permitió torear barriendo principalmente con la izquierda, como lo hacía de novillero, e irse a hombros de una afición que lo coreó: ¡Torero, Torero!