La mañana del 11-S en 2001, quedó registrada en los anales históricos, el “despertar” del tercer milenio de nuestra era común con la perpetración de uno de los ataques a civiles más letales en la Historia moderna. Esa mañana, Estados Unidos fue sorprendido con un atentado terrorista a gran escala y en diversos puntos de su geografía: el secuestro de cuatro aviones comerciales dieron por resultado el concienzudo impacto entre las aeronaves contra puntos estratégicos como lo son el World Trade Center en Nueva York, y el Pentágono en Virginia.
En conmemoración a estos lamentables sucesos, el pasado miércoles, Donald Trump proclama el 11-S como el “Día del Patriota”. Desde entonces, trabajos periodísticos recogen datos que suman un aproximado de tres mil víctimas afectadas, producto de aquel ataque criminal. Tales acontecimientos fueron atribuidos a la red terrorista islámica Al Qaeda, liderada abiertamente en ese entonces por Osama bin Laden.
En un principio, la manera mediante la cual, los diecinueve hombres lograron esquivar los controles de inteligencia domésticos se torna un tanto sospechosa, y podría deberse a una potencial conspiración (entre varios actores multi-ideológicos), que permitieron el abrir algunas puertas para legitimar eventos posteriores, y atacar las fuentes de apoyo al terrorismo consecuencia de la invasión a Irak en 2003, por parte de fuerzas militares estadounidenses, apoyadas por una coalición de aliados (que quizás fue la detonante para que algunos países aliados sufriesen represalias terroristas). Aunque, la reacción más inmediata al ataque fuese la declaración de “guerra contra el terrorismo”, impulsada por George W. Bush.
Esto empezó a generar expectación, e indudablemente, se marcó un antes y un después en la admisión en suelo “anglosajón” de nuevos visitantes, además de blindar (aún más) la táctica soberana, basada en el derecho positivista del país, en su derecho a decidir quién entra y bajo qué condiciones.
Pienso que esto ocasionó una mayor complejidad en los flujos migratorios, en tanto se radicalizó, todavía más, la forma de concebir al foráneo –pues a mi parecer–, el origen étnico y el poder adquisitivo han sido desde entonces determinantes en la posibilidad de entrar al país.
Lo atenuante de todo esto, es la imposibilidad de las grandes potencias en aceptar a otras soberanías nacionales que se encuentren fuera de alcance a sus órbitas de control y que estén desmarcadas de criterios hegemónicos, que han sido impuestos de manera vertical a lo largo de la historia desde los centros de poder, con la complicidad de actores locales (sobre todo, políticos y religiosos, los cuales ejercen un control en “cadena” sobre escalas socioeconómicas inferiores). Ahí tenemos por ejemplo en la actualidad, la mutación del liderazgo en organizaciones proto estatales antioccidentales como es el Estado Islámico de Irak y el Levante, que han venido implementado estrategias de ataques individualizados y horripilantes como las ejecuciones selectivas para aterrorizar a sus adversarios.
De tal manera que, el 11-S se ha convertido en toda una lección a tener en cuenta, y es que, la “invulnerabilidad no existe”, pues siempre ha habido, hay y habrá vacíos que puede aprovechar el enemigo para lastimar y causar heridas, que invitan entonces a reflexionar sobre la manera en relacionarnos con “el otro” en la arena de las más variadas diferencias.
En definitiva, creo que la desactivación de potenciales y nuevos atentados pasa por lo que alguna vez Benito Juárez subrayó en la frase: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Si la paz la incubáramos en nuestro espíritu, ello redundaría positivamente en nuestras sociedades. Se puede mencionar, por ejemplo, los “lobos solitarios”, quienes a raíz de su empatía con las filosofías de instancias terroristas organizadas, han venido cometiendo deleznables actos de cruel violencia contra sus propios compatriotas.
P.D.: De acuerdo con el portal de CNN, como consecuencia de los ataques terroristas de 2001, se creó el Departamento de Seguridad Nacional, el cual resultó de la fusión de 22 agencias gubernamentales.