Cultura independentista latinoamericana

Septiembre se escribe con “I” de independencia. En este mes, entre los días 15 al 18, siete países latinoamericanos (México, Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y Chile), celebran la efemérides de independencia formal del yugo español. Diversas actividades folclóricas, festivas, patrióticas y reivindicativas de la soberanía se realizan desde el sur hasta el norte del continente americano. Es un contagio que busca “inocular” desde la institucionalidad, valores como el patriotismo y el amor patrio en un contexto contemporáneo en el que la preservación de la independencia ya no solamente se antoja de manera formal, sino más bien, como la liberación de las prácticas culturales importadas –que tienen mayor influencia en los países centroamericanos– y la construcción de vibrantes identidades nacionales que nos permiten tener una base patriótica, que por ende, se traduce en estímulos en la búsqueda de la excelencia en todas las áreas (desde las artes, la cultura, la ciencia, hasta las actividades recreativas como los diversos ejercicios deportivos).

No cabe duda que la conmemoración del hecho histórico representa una posibilidad de forjar un nuevo presente y futuro, construido bajo nuestras propias cosmovisiones e inventivas. Bajo el trabajo arduo, creativo y solidario que conduzca a la deconstrucción de los viejos y anquilosados “liderazgos” que niegan toda posibilidad de desarrollo a pueblos originarios que muchas veces se ven impedidos del disfrute, por ejemplo, de un derecho humano básico de tercera generación como lo es el de un medio ambiente sano.

Cultura independentista.
Ilustración: Marina Trach.

Su independencia entonces depende del beneplácito de grupos exógenos (políticos, económicos y sociales) que gestionan el derecho de estos en la administración del desarrollo local. Es decir, reiterativamente se observa, en este caso particular, la neo-colonización de estos grupos sociales (impidiéndoles su autodeterminación y facilitándoles un encuentro en la multiculturalidad).

Creo que sin la posibilidad de cada persona de tomar decisiones autónomas (siempre que no afecten a “el otro”), se ve imposibilitado el goce de una independencia real, en tanto, todas nuestras acciones son “afectadas” por otras personas. La frase atribuida a Simón Bolívar: “La esclavitud es hija de las tinieblas” (en tanto prevalece la visión de un jefe), se convierte para nuestra generación en un llamado a la acción, a repensar la manera en cómo nos relacionamos con el prójimo y cómo empatizamos por construir verdaderos espacios democráticos mediante la consulta y la apertura de espacios para que, aquellos que estén excluidos del sistema de derechos, tenga posibilidades de hacerse escuchar y liberarse de la esclavitud que les genera el desempleo, la invasión de sus propios espacios y la siembra de la desesperanza u oscuridad, del que sólo es posible levantarse con la integración y el entendimiento mutuo.

Esclavitud.
Ilustración: Luis Scafati.

Sin lugar a duda, ésta epopeya histórica de nuestra emancipación debe abrir los espacios ideales para comenzar el diálogo y el encuentro, que permita comprender que tanto hemos avanzado en la construcción de una democracia genuina desde la base de la sociedad, y que no sea un “maquillaje” para generar liderazgos sociales, influidos y manejables por plutocracias nacionales.

En conclusión, nuestra independencia debe ser vista, aún ahora, como un derecho absoluto que está en construcción, en tanto, siempre hay intervenciones hegemónicas que siempre buscan incidir o dar instrucciones en cómo gestionar el cambio social, a través de sus diversas “recetas” para paliar la falta de equidad de las naciones y mitigar el daño a las autoestimas locales.

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