Desafíos en el horizonte

Hace cerca de cinco años, México fue portada de la prestigiada revista The Economist debido al avance en la aprobación de las reformas estructurales y el potencial de crecimiento que nuestro país tenía a raíz de este ambicioso proceso de transformación.

México había quedado fuera, años atrás, del hoy famoso grupo de los BRIC’s por su falta de capacidad para atraer inversión extranjera, aprovechar sus recursos naturales y aumentar su ritmo de expansión. No obstante, con aquella publicación de The Economist se acuñó un término que a la postre se hizo igualmente famoso; “The Mexican Moment”, frase que sintetizaba a) el fuerte crecimiento económico que México podría registrar en el futuro a la luz de la aprobación de las reformas estructurales, b) las grandes cualidades que nuestro país ahora tiene frente a otras economías emergentes y, c) el resplandor que mostraba la economía mexicana derivado de la solidez macroeconómica en un mundo en crisis.

Las reformas estructurales fueron un elemento importante para sentar las bases de un mayor crecimiento económico en el largo plazo, pero claramente tendrán que ser acompañadas de avances igualmente importantes en garantizar la plena vigencia del estado de derecho, de combate a la inseguridad pública de manera tal que se logre un incremento en la inversión y una mayor expansión de la economía.

Habrá que reconocer que el entorno externo no ha ayudado a alcanzar el objetivo de crecer a un mayor ritmo, de hecho, ha complicado el desempeño de la economía y de los mercados financieros. Particularmente, las cosas se empezaron a deteriorar de manera significativa en 2016 cuando se enrareció el ambiente a raíz del proceso electoral en Estados Unidos, cuando las propuestas de uno de los candidatos apuntaban hacia un mayor proteccionismo comercial y a una política de migración altamente restrictiva, lo que condujo a una severa incertidumbre relacionada con el destino que tendría la relación bilateral entre México y Estados Unidos.

En este 2017 las cosas no han sido menos complicadas, toda vez que algunas variables macroeconómicas como la inflación y el crecimiento se han venido deteriorando. En el ámbito internacional, la renegociación del TLC, el proceso de normalización de la política monetaria por parte de la Fed y la reciente aprobación de un plan fiscal expansionista en Estados Unidos han incidido en la depreciación del peso frente al dólar y en un incremento en la volatilidad en el mercado cambiario.

Como resultado de las presiones señaladas en el tipo de cambio, al impacto de la liberalización en el precio de algunos energéticos y a los avances en los precios de algunas mercancías alimenticias, la inflación estuvo bajo presión prácticamente durante todo el año.

En este entorno, la inflación al consumidor registró un incremento anual de 6.66% en agosto del presente año, su mayor nivel desde mayo de 2001 cuando alcanzó un nivel de 6.95%. El mayor nivel registrado por los precios al consumidor fue resultado de aumentos importantes en los productos agropecuarios y en los energéticos. La variación de los precios en agosto del presente año, contrasta con el mínimo histórico de 2.13% que se observó en diciembre de 2015.

En los dos meses siguientes la inflación mostró un ligero respiro: en septiembre se ubicó en 6.35% y en octubre en 6.37%. No obstante, el dato de noviembre arrojó una variación de anual de 6.63%, lo que constituye un elemento adicional de presión para los integrantes de la Junta de Gobierno de Banco de México que seguramente tratarán de contener las presiones inflacionarias a través de una política monetaria mas restrictiva.

Después de que el Instituto Central anunciara la instrumentación de una política monetaria más restrictiva en diciembre de 2015, Banco de México ha incrementado el nivel de la tasa de interés de referencia en 10 ocasiones, acumulando un avance de 400 puntos base, lo que la ha llevado a un nivel de 7%, su mayor pico desde febrero de 2009, buscando una mayor convergencia con el nivel de 3% +/- un punto porcentual, así como evitar la aparición de efectos de segundo orden.

Paralelamente, se ha observado un menor dinamismo de la economía mexicana. Efectivamente, en el tercer trimestre la economía de México reportó un crecimiento de 1.7%, su menor expansión en más de tres años, debido a la desaceleración de algunos componentes de la demanda agregada y al impacto de los sismos ocurridos en septiembre y a la fuerte reducción en la producción petrolera en ese mes.

Este fenómeno, derivó en que el propio Banco Central disminuyera su expectativa de crecimiento del PIB de un intervalo de entre 2.0 y 2.5% a uno de entre 1.8 y 2.3% para este 2017, mientras que para 2018 mantuvo el intervalo entre 2.0 y 3.0%. La mala noticia es que las presiones inflacionarias seguirán presionando al alza el nivel de tasas de interés domésticas, lo que constituye un escollo para el desempeño favorable del consumo privado y la inversión.

De esta forma, el próximo año se presenta con grandes desafíos: un resultado de pronóstico reservado en las negociaciones del TLC, presiones inflacionarias al menos en la primera parte de 2018, mayores tasas de interés, menor crecimiento económico y un proceso electoral que, según expertos, será el más competido de la historia del país, lo que podría ser fuente de incertidumbre.

En los últimos cinco años pasamos del “Mexican Moment” a la imperiosa necesidad de que los hacedores de política económica diseñen e instrumenten estrategias para aumentar la productividad y la inversión, generándose así más empleo, mejores remuneraciones laborales y, en general, un incremento en el bienestar de la población.

Manuel Guzmán M. es CEO de Novastone Capital de México. mg@novastonecapital.com

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