Hace unos días me encontraba en una reunión donde los asistentes externaron sus diversas preocupaciones en temas como la seguridad, la violencia, la falta de agua, el transporte y la movilidad, la contaminación, el empleo y muchos otros más. Los escuchaba atentamente y pensaba que la gran mayoría de los problemas que mencionaban estaban relacionados con temas de ciencia y tecnología, pero ninguno de los asistentes se daba cuenta de ello. Es decir, me di cuenta de cómo la sociedad a pesar de estar informada no visualiza como posible respuesta al quehacer científico y tecnológico.
Los problemas sociales como el cambio climático, las nuevas epidemias, los recursos naturales, los organismos genéticamente modificados, la alimentación y las enfermedades, entre otros muchos más, tienen una conexión directa con la ciencia y la tecnología; son objeto de investigaciones y desarrollos técnicos y tecnológicos en las facultades de ingeniería, ciencia, medicina, y ciencias sociales. Los jóvenes de hoy se están formando teóricamente para poder salir y resolver problemas prácticos, pero como sociedad no logramos hacer el vinculo de las implicaciones que esto tiene en nuestra vida diaria. No sólo son las universidades y los centros públicos de investigación los que colaboran con ello, también son las empresas y los gobiernos en sus distintos niveles los que plantean preguntas y problemas que merecen ser resueltos. Pero sin duda, la sociedad es un elemento fundamental para que logremos el circulo virtuoso de la innovación, porque sin duda una cosa es resolver científicamente un problema y de allí transitar a lo práctico, al mercado y a lo que esto implica.
Necesitamos comprender y pugnar por estrechar la relación entre la ciencia, la tecnología y la sociedad. Comprender las dinámicas de producción de conocimiento y de innovación para poder intervenir y actuar sobre ella. Nuestro papel como ciudadanos es involucrarnos en la toma de decisiones, por lo menos informándonos lo más que podamos.
Por ejemplo, la Ciudad de México enfrenta desde hace algunos años problemas graves de movilidad, lo que a su vez impacta en los niveles de contaminación, enfermedades y obviamente en toda la calidad de vida. No es lo mismo cuando usted circula quince minutos hacia su trabajo que cuando se ve atorado en un embotellamiento de una hora y media o más en unos pocos kilómetros. Seguramente llega cansado, de malas, sin ganas de convivir y maldiciendo a la ciudad. ¿Cuántas veces no ha y hemos pensado que sería más fácil hacer uso del transporte público? Al igual que yo, muchas veces, sin embargo, la experiencia también es terrible, camiones y metro de mala calidad, insuficientes y poco eficientes, lo que nos hace decidir por usar el auto. ¿Cómo solucionarlo? Nos hemos preguntado una y otra vez con amigos y familiares en las sobremesas. Pues, sin duda no es una respuesta sencilla.
Hace poco escuchaba la conferencia de un investigador del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y Sistemas de la UNAM, quien es especialista en temas de complejidad y movilidad y explicaba que al ritmo de crecimiento del parque vehicular podríamos llegar a un colapso, lo que significa mayores tiempos de transportación entre un lugar y otro. Él y su grupo han realizado proyecciones usando la modelización de los sistemas complejos para identificar patrones y posibles soluciones, probablemente ustedes los conozcan porque justamente pusieron en práctica un modelo de entrada y salida para los vagones del metro en algunas estaciones de la Ciudad de México. Para llegar a algo tan sencillo (eso pensamos los mortales) hay todo un esfuerzo de años para encontrar mecanismos que permitan justamente usar eficientemente el metro, dado que seguramente usted se ha dado cuenta lo difícil que resulta a ciertas horas hacer uso del mismo; entrar y salir puede convertirse en una pelea con otros usuarios constantemente.
El mismo investigador expresaba que, dado que no podemos frenar la movilidad y el crecimiento del parque vehicular, es necesario implementar acciones de ese tipo, aunque parezcan mínimas. Otro tema ha sido la sincronización de los semáforos, los cuales, si estuvieran organizados de manera coherente podrían generar menos embotellamientos. Además de lo anterior, podemos pensar en mecanismos que mejoren la calidad de las gasolinas, porque, aunque usted no lo crea, ahora a pesar del crecimiento vehicular, se contamina menos que antes por auto, dado que las gasolinas han mejorado, pero claro, esto no compensa dado el número de vehículos que circulan diariamente.
Me niego a pensar que no hay solución, justamente, creo que con la ciencia y la tecnología podríamos resolver un problema tan complejo como el que hemos planteado, aunque sin duda no concierne únicamente a los científicos y tecnólogos; requiere que como sociedad internalicemos la necesidad de demandar mejores políticas públicas en éste y muchos otros temas. No es desconocido que para muchos políticos ha sido más sencillo ceder a las presiones de diversos grupos de poder, por ejemplo, las grandes automotrices, antes de pensar en mejorar la calidad del transporte, ampliar las redes de metro o metrobus.
Necesitamos repensar si queremos seguir incentivando el uso del automóvil con más segundos pisos o carreteras de cuota que con más y mejor sistema de transporte, lo cual incluye el uso de las bicicletas o una política más radical que nos obligue a reubicar nuestras zonas de trabajo; claro que ello enfrenta otro problema, el de la vivienda. Pero, sólo para conectar ambos temas, ¿sabía usted que gran parte del espacio físico de los nuevos departamentos está destinado no al uso habitacional sino al uso de estacionamientos? Pues sí, resulta que los humanos podemos vivir en espacios de 50 m², ¡pero las familias tienen de dos a tres autos! ¿No le parece que estamos haciendo algo mal? ¡Buen viernes!