La fiesta de la carne

Comenzaron en México las fiestas de carnaval y con ello una particular forma de festejar y divertirnos. Carnavales como el de Veracruz, Mazatlán o Campeche, tal vez los más representativos de nuestro país por su colorido, desfile de celebridades y artistas de los más reconocidos son un buen pretexto para viajar y conocer la riqueza cultural de aquellas regiones.

Las fiestas de carnaval, también, son una excelente oportunidad, no sólo para el derroche de alegrías de oriundos y turistas de cada lugar donde se festeja, igualmente lo es para generar ingresos económicos importantes en aquellas localidades. Otra razón de importancia es que estas fiestas son patrimonio cultural intangible que preservan y difunden nuestra cultura y tradiciones reforzando lazos de identidad y unión entre la población hoy tan importantes dentro del contexto de una situación complicada que vive nuestro país y, más, por razón de una reciente política anti mexicana del vecino del norte.

Las fechas de los distintos carnavales que se celebran en México son una gran oportunidad para atraer al turismo nacional e internacional a nuestros bellos estados y municipios. Ello, se traduciría también en generación de empleos y riqueza a través del sinfín de servicios y productos que se pueden comerciar.  Por lo anterior, es necesario que los gobiernos, en los tres niveles, destinen recursos de apoyo para la celebración de estas fiestas; el impacto positivo, en cuanto a la derrama económica, así como en lo social y cultural que éstas conllevan, son fundamentales para reforzar el bienestar de la comunidad y la identidad nacional.

Esta festividad data de tiempos muy remotos; hay quienes sitúan su origen, inclusive, en desaparecidas civilizaciones como la sumeria y la egipcia faraónica; más tarde se adoptaría también en Grecia en las celebraciones dionisíacas. En la antigua Roma con la llegada de la primavera y en honor a Baco también se celebró. Ya entrado el cristianismo y, sobre todo, la religión católica, es que la fiesta de carnaval se institucionaliza y adquiere el significado moderno que hoy conocemos.

El carnaval, en términos generales, es en realidad la fiesta de la carne. Se procuraba que esta fiesta se llevara a cabo hasta antes del llamado “Miércoles de Ceniza”, con el cual se anuncia el comienzo de la cuaresma. Para el catolicismo, la cuaresma es el momento de preparación espiritual para estar en condiciones de purificación e iluminación. Sin embargo, la Iglesia sabedora de las debilidades de los hombres por el cuerpo, relaja su rigorismo para que se sacien todos los apetitos posibles en el carnaval. Y en verdad que las fiestas carnavalescas son eso, auténticas bacanales en las que el común denominador es el exceso de todos los placeres: música, baile, cuerpos semidesnudos, comida, alcohol; nada que ver con la frugalidad que se exigirá después según la liturgia religiosa.

El francés Jacques Le Goff, considerado uno de los máximos representantes de la llamada “nueva historia”, heredero y continuador de la escuela de los Annales y de celoso estudio de la “otra” Edad Media, acertadamente comenta que la vida cotidiana de los hombres en aquella época osciló entre la cuaresma y el carnaval. Efectivamente, derrotero de quienes vivieron en esos años; el común de la población, excepto el clero y la nobleza, debatían su vida sumidos en la suprema ignorancia y por ello, muy probablemente, no encontraban mejores placeres que los provenientes de los vicios o pasiones: gula, lujuria, orgullo, envidia, ira, pereza y soberbia.

Lo realmente interesante en esta dicotomía de carnaval y cuaresma es encontrar un significado de utilidad para el ser humano más allá de los beneficios económicos y culturales que, como decía en un principio, traen consigo las fiestas de carnal, inclusive, de lo que la propia institución eclesiástica nos permite saber. Cierto también es que para entrar en el estado de purificación e iluminación que pretende la cuaresma, se exige una excelencia física y psicológica. Pareciera que esas manipulaciones (tanto corporales como mentales, del carnaval y la cuaresma junto con otras que se dan a lo largo del año señaladas en el calendario litúrgico) son algo más que simples fiestas y guardas que pretenden impactar más allá de lo que aparentemente se sabe. Pareciera que con el carnaval se pretendía dar al cuerpo la última oportunidad en el año de saciarse hasta el hartazgo para que, entrada la cuaresma, soporte casi una vida ascética con la que se busca preparar el cuerpo para una libertad espiritual y de retorno de Dios. El cuerpo en sí, desde el Alto Egipto hasta la Edad Media, fue considerado la prisión del alma y por ello habría que renunciar a los placeres de la carne y luchar contra las tentaciones o pasiones (los siete pecados capitales) para liberarla.

En fin, regresando a lo meramente terrenal, vale mucho la pena dar la vuelta por nuestro México para conocer sus tradiciones y, con ello, preservarlas y difundirlas, además de incentivar la economía consumiendo lo hecho por manos mexicanas.

cruzvazquezmanuel@gmail.com

@marcialmanuel3

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