Pago de impuestos

¡Pagar impuestos! Si no todo el mundo, al menos una gran mayoría los paga. Bien se dice que No hay nada seguro salvo la muerte y los impuestos, frase utilizada por Woody Allen y que se toma como autor de la misma a Benjamín Franklin. La importancia del pago de impuestos es nodal porque representa una parte importante de los ingresos públicos.

No es un fenómeno actual, pues bien ya es una actividad que se ha venido dando siempre; si analizamos los distintos modos de producción económica (esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo y comunismo), en todos y cada uno de ellos hay contribuciones de parte de la sociedad para su utilización por parte del estado y/o autoridad en cuestión para financiar su actuar.

En pocas palabras, no es algo nuevo para nosotros, es un deber muy bien conocido. Sin embargo, el problema es que nos es ajeno y por eso no sentimos que influimos en su aplicación. Sólo los pagamos y punto; bueno, como buenos mexicanos, aunque sea el último día pero los pagamos. Obvio, no falta el que siente que no pasa nada y tiene su carro circulando con multas de verificación o de pago de tenencia; ése es otro tema de la cultura del “no pasa nada”, pero de eso escribiré en otra ocasión.

El pago de impuestos es una práctica que en su trasfondo tiene su porqué, simplemente dotamos de recursos a nuestros gobiernos para poder brindar los bienes y servicios que se necesitan para poder convivir como sociedad; en otras palabras, se deben garantizar el acceso a los servicios públicos como es la salud, educación, seguridad. Tal parece que describo una actividad propia de los así llamados países desarrollados, pero no, también el tercer mundo, insertos en el subdesarrollo pagamos impuestos y, por ende, también tenemos ese tipo de derechos; el problema radica en que no son visibles o más bien creemos que no son exigibles.

Que no quede duda, el pago de los impuestos nos genera derechos como ciudadanos, derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, poder salir a la calle con la tranquilidad de que regresarás con bien, derecho a que las calles tengan alumbrado público; derecho a transporte eficiente, a servicios eficientes. Viéndolo bien, debería ser un porqué por demás motivador pagar impuestos; el problema es cuando la realidad nos deja ver una situación totalmente distinta. Centros de salud y hospitales sin medicamentos, policía corrupta, calles sucias, baches por todos lados, inundaciones con el agua y, el más preocupante y alarmante, la inseguridad.

El problema latente en contra de esos (nuestros) derechos es la corrupción de los gobernantes; corrupción acompañada de inseguridad más violencia, da como resultado la generación de miles de millones de pesos. Es un problema que se agrava en el tercer mundo, tal vez la principal traba para salir o pensar salir del subdesarrollo en el que estamos inmersos. Es común ver en las noticias, los casos de corrupción en tal o cual país por millones de dólares, ni en nuestro país estamos exentos de ese tipo de noticias y de prácticas; el problema es que es una práctica socialmente aceptable, y muchos de los casos conocidos se quedan impunes.

La corrupción genera un panorama desalentador. Sin embargo, hay mucho que hacer como ciudadanos, la cosa es que no se quede en palabras lindas; se trata de hacer las cosas de otra manera.

¿Qué queremos como país? ¿En qué tipo de país queremos que crezcan nuestros niños? No creo que ningún padre de familia conteste que en el actual; en ese sentido, la tarea como pagadores de impuestos, es saber (exigir) qué se hace con cada uno de esos centavos que pagamos.

Sin duda, es el desinterés colectivo lo que provoca que se den este tipo de situaciones de corrupción. Las redes sociales actualmente cumplen un papel importantísimo en cuanto a la información; sin embargo, los pasos a seguir en contra de que siga pasando, dependerán de cada uno de nosotros.

Implica un cambio de paradigma en el pensar y actuar respecto a nuestros alcances como ciudadanos. Baste recordar que, en los países del primer mundo, los derechos no se piden, se exigen. No sólo hay que importar patrones de consumo, sino patrones de conducta ciudadana; ésa es nuestra tarea por hacer porque los impuestos ya los pagamos y los tendremos que seguir pagando y, por lo tanto, ya es justo que cambiemos su forma de gastarlos y aplicarlos, porque al final de cuentas salen de nuestros bolsillos. Es justo esto lo que nos debe de quedar perfectamente claro y no olvidarlo en ningún momento; es nuestra única ventaja y herramienta de acción con la que contamos para realmente cambiar las cosas.

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