¿Es posible el crecimiento económico sin gasto público?

Considero que esta pregunta puede ser contestada en no más de 830 palabras, lo que sí es que podemos aproximarnos (un poco) a tratar de entender la relación entre crecimiento económico y el gasto público.

De inicio me parece importante acotar que el Producto Interno Bruto (PIB) se compone de sumar el consumo (C), la inversión (I), el gasto público (G), así como el saldo de la balanza comercial (X–M). El crecimiento económico representa un aumento en el PIB. Todos sus componentes son importantes, sin embargo, hablaremos del gasto público (G), mismo que podemos entender como el gasto gubernamental en bienes y servicios finales, militar y de inversión, además de que se incluyen los sueldos de los funcionarios públicos.

Dándole la importancia que debe, podemos resumir que en una economía el mayor consumidor es el gobierno (a través del gasto público), al consumirle a las familias (a través de contratación de varios de ellos), y también a las empresas (bienes y servicios). Con el gasto público se generan empleos e incentiva el mercado interno, fomentando el ingreso y el ahorro nacional.

Gastos públicos.
Ilustración: Victor Solís.

En el artículo titulado “Gasto público y crecimiento económico. Un estudio empírico para América Latina” de Pinilla y Jiménez (2012), se plantea que “(…) tal vez lo importante no sea el volumen de gasto sino su composición (Tanzi y Zee, 1997). Unos sectores públicos y un gasto básico son fundamentales para la promoción del crecimiento económico; sin embargo, la naturaleza de la función de gobierno debe cambiar de forma dinámica para promover el desarrollo (Adelman, 2000). Una vez llegados a un nivel de “gasto básico”, es posible que se deba modificar la configuración del gasto adicional, para que la promoción económica se mantenga”.

La variante del gasto público debe contemplar qué dinámica económica, por lo que la composición del mismo no siempre tendrá el mismo efecto; por ejemplo, mayores componentes de gasto social podrían permitir niveles superiores de gasto público general, sin perjudicar el crecimiento económico; pero también el exceso puede tener el efecto contrario.

¿Qué pasa en la economía mexicana en este momento? Sería una buena pregunta para aterrizar el tema del gasto público.

Desarrollo económico.
Ilustración: El Ancasti.

México tiene la tasa de interés más alta (de los países de la OCDE), que garantiza la entrada de capitales, lo que hace que el dólar sea más barato, y se “fortalece” el peso. Nuestra zona de confort en cuanto a libre comercio, es decir, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), no ha sido ratificado por los otros dos miembros. Lo que nos expone a las amenazas arancelarias de nuestro vecino próximo del norte. La experiencia con el TLCAN no nos augura un panorama muy alentador: balanza comercial deficitaria; dependientes de bienes de alta tecnología, e incluso de bienes de primera necesidad.

Entonces, ante un panorama externo no tan alentador, nos queda el mercado interno, el cual se debe fortalecer e incentivar; sin embargo, estamos asistiendo al llamado recorte en gasto público (llamada austeridad).

El recorte en el presupuesto reduce el gasto (público) y, por ende, también la inversión, que inevitablemente contrae el mercado interno. Es decir, si el gobierno gasta menos, se reduce la demanda a las familias (menos empleo) y las empresas (bienes y servicios), lo cual afecta inevitablemente al ingreso nacional, porque ese gasto que no se hace, no llega a las familias ni a las empresas que no pueden consumir como lo venían haciendo. Todo esto es de acuerdo a la lógica del mercado, su autorregulación.

Recorte al desarrollo.
Imagen: NOMICS.

Debemos estar atentos al efecto a corto plazo (un año) de la política de austeridad; ante la contracción del gasto del gobierno, se contrae los ingresos de las empresas (que no generan empleo), y se recaudaría menos (al haber menos ingresos). Afectándose como última variable dependiente el ahorro nacional (el ingreso); lo que sí provoca a corto plazo la austeridad es un superávit fiscal (se gasta menos de lo que se programó), y con ello se garantiza el pago de créditos (deuda).

No olvidemos que una política que se oriente a fortalecer el crecimiento económico, debe impostergablemente incentivar la capacidad productiva a través del gasto público.

¿Qué nos espera en el siguiente sexenio? De inicio, dentro del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, en su apartado de “Economía”, propiamente en su sexto inciso se habla de: “Impulsar la reactivación económica, el mercado interno y el empleo”. Un párrafo que me llama mucho la atención y que retomo es el siguiente: “Una de las tareas centrales del actual gobierno federal es impulsar la reactivación económica y lograr que la economía vuelva a crecer a tasas aceptables. Para ello se requiere, en primer lugar, del fortalecimiento del mercado interno, lo que se conseguirá con una política de recuperación salarial y una estrategia de creación masiva de empleos productivos, permanentes y bien remunerados”. Esto será realmente cierto si la política de austeridad se complementa con un gran proyecto de gasto público (de los ahorros obtenidos), porque de lo contrario, no es posible el crecimiento sin gasto público.

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