El pasado domingo por la noche, bastaron una idea en dos palabras y un controversial meme retuiteado, para que, a la mañana del día siguiente, Canal Once y Televisa terminaran relaciones laborales con el autor de un hecho que seguirá marcando la democracia informativa de nuestro país y, muy probablemente, el ineludible hecho de que las redes sociales, en este caso, Twitter, juegan un papel fundamental en la nueva forma, no sólo de como nos comunicamos, sino de cómo vivimos hoy en día.
El periodismo de opinión sin duda es un género que, con la nueva era de hipertransparencia en la que vivimos, pareciera generar mayores riesgos, ¿me explico? Antes, los medios de comunicación tradicionales tenían, entre sus filas, personajes de renombre (socialmente hablando) que, mediante columnas de opinión, reforzaban la línea editorial del medio en cuestión. Este modelo hizo grandes a muchos medios de comunicación, y a muchos columnistas les valió una fama e influencia notables. El método era básico, pues uno mismo, como audiencia, podía o no leer la editorial, pero cada uno de esos espacios de opinión contaba ya con una base de simpatizantes fija, y a veces creciente. El efecto multiplicador de ese espacio era relativamente limitado, es decir, a menos que uno de los periodistas que uno prefería leer hablara de lo que el otro había escrito, pocas veces la influencia de lo dicho u opinado florecía fuera de su público cautivo.
Sin embargo, estamos viendo hoy día cómo las barreras se rompen y las fronteras se traspasan; yo, por ejemplo, no soy un seguidor activo del señor Ricardo Alemán en Twitter; sin embargo, estaba enterado de lo acontecido esa noche de domingo, en cuestión de minutos, debido a que la red social, sus algoritmos y la lista de personas a las que sigo, hacen una ágil y acertada propuesta de tendencias temáticas que pueden resultar de mi interés. No pretendo, en estas líneas, hacer un juicio de valor respecto a si estuvo bien o mal lo hecho por el experimentado y afamado periodista, me interesaron particularmente los dichos de por lo menos dos líderes de opinión que conducen programas de noticas en la radio por la mañana, que, a modo de reflexión y postura, preguntaban ¿un tweet es suficiente para despedir a una persona? La respuesta que encuentro, basada también, en mi experiencia como profesional de la comunicación es: sí, es suficiente. Las organizaciones que decidieron dar por terminada la relación con el referido personaje, seguramente, reflexionaron los pros y contras de mantener o terminar los nexos, y si entendemos que una parte del periodismo de opinión se relaciona con brindar sustento a la línea editorial del medio que facilita el espacio donde el autor se expresa, entonces hablamos de riesgos reputacionales inherentes, por lo que fue necesario definir una postura. Mención aparte se merece la movilización social digital que el tema suscitó en redes, comentarios a favor y en contra, tolerancia y mucha intolerancia también.
Las redes sociales pusieron de manifiesto que la libertad de opinión también tiene límites. Necesitamos adaptarnos a ser hípervulnerables.