La habitación de Gertrude Bell

En Una habitación propia, Virginia Woolf reflexiona acerca de una supuesta hermana de Shakespeare, un ser humano con sus mismos dones, pero de distinto sexo. El escenario más probable es que su obra se hubiera quedado en su mente; en el mejor de los casos, en el recuerdo de alguien a quien le contara historias mientras se ocupaba de las labores de la casa o se vestía para salir.

Virginia Woolf vivió en una época de logros importantes en la lucha por los derechos de las mujeres. Sin embargo, todavía estaba lejos el momento en el que se aceptara que eran capaces de valerse por sí mismas. Incluso, después de la Primera Guerra Mundial, cuando se hicieron cargo del trabajo de los hombres, fueron enfermeras en el frente o manejaron ambulancias, eran ellos quienes tomaban las decisiones importantes y controlaban el dinero. La habitación propia de la que habla Virginia Woolf, en el ensayo al que me refiero antes, es una metáfora de la libertad económica necesaria para que una mujer pueda llevar a cabo proyectos personales. En el caso de la escritora, el apoyo de su marido fue clave para que hoy en día su nombre siga siendo un punto de referencia en literatura. De no haber sido por él, probablemente no sabríamos nada acerca de ella. Leonard Woolf la ayudó a crear un espacio para ella sola y lo respetó hasta el final.

Virginia Woolf

¿Cómo era la habitación de Gertrude Bell, otra inglesa de la época victoriana? Ella no tuvo un marido que avalara sus objetivos, pero sí un padre y una situación económica que le permitieron ejecutarlos. Arqueóloga, expedicionaria, espía y diplomática, delineó las fronteras de Irak y fue una pieza esencial en la instauración de la monarquía encabezada por el rey Faisal. Gertrude Bell transitaba entre dos mundos: el de la sociedad rígida de su país y el de las interminables dunas por las que viajaba en compañía de los hombres en quienes depositaba su confianza al grado de prescindir de otra mujer. No viajaba ligera, llevaba incluso una tina para bañarse, pero me imagino que andar días y noches en la soledad del desierto, rodeada por personas que veían el mundo de una manera distinta a las del entorno donde creció, la despojaron de prejuicios. Por eso lamentaba el control que el gobierno británico seguía manteniendo sobre Irak. Seguramente llegó a pensar que, al igual que las mujeres, el mundo árabe era capaz de tomar sus propias decisiones y que alegar lo contrario era simplemente una excusa para no perder el dominio.

Gertrude Bell

A pesar de las depresiones que las atormentaban, Virginia Woolf y Gertrude Bell fueron más allá de los límites establecidos por la época y el lugar en que nacieron; ambas encontraron la forma de relacionarse con el mundo a su manera, abrieron las puertas de sus habitaciones y, finalmente, se liberaron.

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