El siguiente Superclásico ya es catalogado como uno de los partidos de mayor relevancia en la historia del futbol y dejará miles de personas en felicidad o tristeza extrema.
Boca Juniors y River Plate jugarán uno de los partidos más importantes de su historia cuando se enfrenten en el partido de ida de la final de la Copa Libertadores 2018 este sábado. El único motivo por el cual este no es el juego más grande, es porque ese lugar ya está reservado para el partido de vuelta, que se disputará el 24 de noviembre y en el cual se definirá al campeón de América que estará en el próximo Mundial de Clubes de la FIFA.
Pero estos dos partidos van más allá de un lugar en ese torneo internacional, en estos se jugará una supremacía que seguramente durará décadas, al menos hasta que se vuelvan a enfrentar en un partido de esta magnitud. Mauricio Macri, presidente de Argentina, comentó que “el que pierde va a tardar 20 años en recuperarse”. Por ese motivo, él prefería ver a un equipo argentino y uno brasileño en la final.
La presión para ambos equipos es enorme, e incluso un tanto injusta, ya que si bien los jugadores buscarán darle el mayor de los premios a sus hinchas y saben que no pueden permitirse una derrota ante su acérrimo rival, al mismo tiempo están conscientes que debe haber un perdedor.
Aunque ambos equipos comparten esa presión, los jugadores de River podrían resentirla aún más, ya que de perder la final, Boca se estaría coronando en el Monumental, algo que podría no volverse a repetir nunca.
Desafortunadamente, cuando se habla de un Superclásico no solo se habla de pasión, también se habla de tragedias y a veces esa pasión se ve desbordada. Basta recordar lo sucedido hace apenas tres años en esta misma competencia, cuando un seguidor de Boca rompió la manga de protección y roció gas pimienta sobre varios jugadores de River. El partido fue suspendido y Boca fue expulsado de la competencia.
Por estos motivos y debido a la rivalidad que se vive en estos enfrentamientos (la violencia en el fútbol argentino ha resultado en 135 muertes en los últimos 18 años) en ninguno de los dos encuentros se permitirá el acceso a seguidores del equipo visitante.
¿Se está exagerando el contexto? Podría pensarse que sí, pero tras escuchar a varios aficionados decir que prefieren ganar esta final a ver a Argentina ser campeón del mundo, parece que la magnitud de este juego es incluso mayor a la proporcionada por los medios.
A fin de mes ambos clubes seguirán siendo argentinos, de Buenos Aires, y con raíces en el barrio de Boca, pero solamente uno podrá jactarse de haberle ganado una final de Libertadores al más grande de sus rivales.
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