La Marsellesa y el futbol

Cuando escuchaba el himno nacional de Francia, antes del partido contra Croacia, me llamaron la atención las expresiones de respeto y concentración de los jugadores. Ya desde ese momento estuvimos frente a un equipo compenetrado. Esto es lo que yo percibí, no como buena conocedora del deporte, sino como espectadora entusiasta. Después del partido, el himno se quedó dando vueltas en mi mente y, al cabo de unas cuantas repeticiones que empezaban a cansarme, me detuve en el estribillo: “¡A las armas, ciudadanos! / ¡Formen sus batallones! / ¡Marchemos, marchemos! / ¡Que una sangre impura riegue nuestros surcos!”.

Los himnos suelen ser nacionalistas y no pocos fueron escritos para alentar a la población a luchar contra el enemigo. Antes de ser bautizado con el nombre de La Marsellesa, el de Francia se conocía como Canto de guerra para los ejércitos de las fronteras. En un planeta adicto a los enfrentamientos, es natural que el himno de un país hable de armas, de sangre y batallones. Lo que me llevó a escribir este texto fue la “sangre impura”.

El término nos remite a cuando se utilizaba en España para discriminar de forma legal a judíos y musulmanes, pero aun ahora, en pleno siglo XXI, hay quienes defienden la supremacía racial y se rebelan contra los matrimonios entre personas que no sean de su religión o que no compartan el mismo color de piel, por ejemplo. Sorprendentemente, todavía hoy se expiden certificados de limpieza de sangre. Y, aunque hemos avanzado de manera importante en el tema, ciertos deslices psicológicos sorprenden. Uno de ellos es el siguiente encabezado de El País: “La Francia mestiza gana el Mundial.” Comportamientos o etiquetas que hace apenas unas décadas se consideraban normales, hoy son socialmente cuestionados, lo que nos lleva a ser más cuidadosos con las palabras y los términos que usamos.

selección francesa
Dembelé y Mbappé, Selección francesa (Foto: Getty Images).

La selección francesa que ganó el mundial de futbol este año está formada en su mayoría por hijos de inmigrantes de origen africano; no es descabellado suponer que entre sus antepasados hubo esclavos. Por eso llama especialmente la atención que el himno de un país cuyo lema es “Libertad, igualdad, fraternidad” y que impulsa el laicismo y cualquier otra forma de respeto, hable de pureza de sangre.

Por un lado, La Marsellesa exalta a la Revolución que derrocó a la monarquía y, por otro, alienta a levantarse en armas en caso de sufrir una invasión. Pero el canto es también un llamado a no actuar sin discernimiento. En el caso del trato a los enemigos, exime a quienes no pueden ejercer la libertad de no atacar: “¡Franceses, magnánimos guerreros / atesten golpes o reténgalos! / Perdonen a esas víctimas tristes / que a su pesar se arman contra nosotros.” Es un himno bien planteado, ético… pero, ¿a qué se refiere la sangre impura?

En esta época donde se cae fácilmente en lo políticamente incorrecto, el estribillo hace ruido. ¿Por qué no regar los surcos con la sangre de los traidores, o de los extranjeros que quieren esclavizar al pueblo? Seguramente hay una respuesta que desconozco. Quizás sea una metáfora que no tenga nada que ver con razas ni religiones. Si alguien la conoce, ojalá me la haga saber. Por lo pronto, me quedo con lo que dijo un francés cuando le comentaron que era curioso ver a tantos africanos en la selección de Francia. Yo sólo veo franceses, fue la respuesta.

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