El parlanchín de la oficina, ¿es un buen o mal elemento?

En la oficina siempre hay un colaborador que es calificado como el “popular” por hablarle a casi todo el personal sin importar el área. Si este comportamiento te molesta como jefe o compañero de trabajo, seguro te interesará leer esto.

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De acuerdo con una investigación desarrollada por doctores del prestigioso instituto norteamericano MIT demostró que los colaboradores “parlanchines” tienen varias ventajas sobre los que se manejan con discreción.

La finalidad de este estudio era detectar los movimientos de los trabajadores más eficientes y sugerir comportamientos en esa línea con los demás. La conclusión fue inmediata. Ésta destaca que los que los colaboradores que se relacionan y comunican más con sus compañeros en momentos de ocio son más productivos, más rápidos y más ágiles a la hora de resolver problemas, comparados con aquellos que hablan poco.

[box type=”shadow” ]Cabe señalar que este estudio se basó en el comportamiento de los colaboradores en momentos de descanso y tiempos muertos, no refiere a las personas que se la pasan toda la jornada laboral hablando.[/box]

¿Cómo se llegó a esta conclusión?

Los trabajadores que participan en el experimento se colocaron en el cuello un sensor en forma de tarjeta que incluye un micrófono, bluetooth e infrarrojos. Este sistema recoge información sobre cómo se relaciona cada uno e incluso registra su nivel de estrés por la modulación de la voz. Después se construye una imagen virtual, se analiza y se ve qué comportamientos son los más interesantes.

Con esta información, las empresas pueden realizar pequeños cambios en el día a día y aumentar al menos un 25 por ciento de su productividad, según aseguran los autores de la investigación. Por ejemplo, si una empresa quiere aumentar la comunicación entre sus trabajadores, seguramente es útil poner mesas más grandes en el comedor o sofás en la zona de descanso.

La experiencia también es útil para los participantes porque pueden compararse con sus compañeros y ver en qué mejorar.

Los autores de esta fórmula se sienten orgullosos de haber podido “demostrar con datos y métricas reales” lo que hasta ahora sólo era una teoría sin base científica: que existe un nexo entre las relaciones sociales en el trabajo y la productividad de las personas. La idea ha sido tan exitosa que ya tiene nombre, además sugerente –Humanyze –y ha empezado a probarse en varias empresas y universidades.

Mantener una relación social con los compañeros nos hace más productivos, pero esta no es la única (y novedosa) receta para mejorar el rendimiento de las personas. Cuando Steve Jobs regresó a Apple en 1997, decidió reducir su oferta de productos y centrarse en lo importante. Consultado como gurú por los responsables de Nike, les aconsejó lo mismo: revisar y reducir su catálogo. Cientos de empresas han empezado a aplicar este tipo de medidas.

Incluso parece que se presta de nuevo atención a otras iniciativas de Jobs que pueden resultar “peregrinas”, como trabajar la creatividad o mirar alrededor para desarrollar nuevas habilidades.

Frente a la idea extendida durante estos años de crisis de que debemos “hacer más con menos” y trabajar sin horario, particularmente si estamos poniendo en marcha nuestra propia empresa, surgen voces críticas y muy interesantes. Es el caso del vicepresidente de UnitedHealth Group, la mayor aseguradora de salud estadounidense, que defiende “hacer más haciendo menos”. O sea, reducir las reuniones que suponen pérdidas de tiempo, centrarse en pocos proyectos, pero interesantes, olvidarse de lo accesorio…

Igualmente, crítico con los convencionalismos es Jeff Zwelling, fundador de cinco empresas de tecnología, que defendía ante un grupo de inversores (de quienes supuestamente esperaba conseguir dinero para sus proyectos): “no quiero que nadie piense que soy un pésimo presidente ejecutivo si voy a clase de pilates a las 3 de la tarde”. Y abiertamente mostraba su preferencia por empleados que tengan aficiones fuera del trabajo.

Es evidente que las cosas están cambiando y que la productividad ya no se puede medir en piezas fabricadas por hora. España no es un país de industria, sino de servicios. Por eso conviene conocer y aprender a gestionar las sutilezas que manejan los gurús.

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