A pesar de que constituía el proyecto más importante para su desarrollo, para México fue imposible ganar con el TLCAN debido a la carencia total de una estrategia que permitiera aprovechar las supuestas ventajas negociadas en dicho acuerdo.
La base original de este problema fue la carencia de un marco sistémico que permitiera a la planta productiva nacional producir en un nivel competitivo, especialmente a partir de 1999 en que se acabaron de diluir los efectos positivos que se habían generado con las reformas estructurales realizadas en los años 80 y principios de los 90.
De acuerdo con información del Foro Económico Mundial (WEF), el elemento determinante en este negativo proceso es la pésima calidad de las instituciones públicas y de sus funcionarios, lo que no permite el diseño de estrategias y políticas públicas que incidan positivamente en la reducción de la tramitología y la generación de riqueza.
Esta situación fue agravada por la ausencia de una política de fomento y por la carencia de una política de comercio exterior coherente, con programas, políticas públicas y proyectos realistas, lo que todavía empeoró por la firma compulsiva de TLCs con otros cuarenta y seis países, los cuales estuvieron caracterizados por las mismas deficiencias que impidieron aprovechar al TLCAN, y que ahora se presentan más agudamente con los países del TPP, en donde, a pesar las enormes desventajas de México, los altísimos funcionarios y teóricos dogmáticos del comercio exterior mexicano insistieron y recomendaron firmar y ratificar aún con el problema tan evidente que consiste en que de los ciento veintiséis elementos que miden la competitividad, sólo dieciocho resultan positivos para México y totalmente negativos ciento ocho de ellos.
Para México, las consecuencias de esta terrible irresponsabilidad se manifiestan claramente en una decreciente generación de riqueza y en la participación en el PIB mundial, lo que provocó una caída de México como potencia económica del 8º al 15º lugar y un PIB per cápita que en el año 1981 se ubicaba 48% por arriba del promedio per cápita mundial; para el 2001, este porcentaje se redujo a 29%; y, para el 2017 se ubicó -13% por debajo.
Peor y más gráfico resulta saber que, en 1981, el PIB per cápita mexicano se ubicaba en el 42º lugar a nivel mundial y que, en 2017, cayó hasta el 72º.