Apenas hace unos días, el pasado 15 de julio, Rafael Márquez, uno de los futbolistas mexicanos más reconocibles y queridos de los últimos años, recibió durante la ceremonia de entrega del “Balón de Oro” de la Liga MX un reconocimiento por la labor altruista llevada a cabo por su fundación.
En una ceremonia realizada en el Orpheum Theatre de la ciudad de Los Ángeles, en California, Rafa Márquez recibía el premio de “Responsabilidad Social”. En su discurso, el mexicano, visiblemente emocionado, agradecía a su familia por entregarle los valores para “poder ayudar a los que más lo necesitan”.
Menos de un mes después, al astro del deporte mexicano se le ha cancelado la visa para viajar a EU. Sus patrocinadores lo han abandonado, sus cuentas en México y Estados Unidos han sido canceladas y se enfrenta al juicio público por sus presuntos vínculos con el narcotraficante Raúl Flores Hernández.
La caída de Márquez
Este miércoles, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos incluyó este miércoles al futbolista Rafael Márquez y al cantante popular Julión Álvarez en una lista de personas que presuntamente actúan como prestanombres del narcotraficantes.
La inclusión de Álvarez en la lista no parece ser tan sorprendente como la del deportista. Álvarez es un conocido cantante de música norteña, interprete de narcocorridos y en varias ocasiones ha sido relacionado, extraoficialmente por supuesta relación de amistad con otros capos, justo como ocurre con otros cantantes mexicanos norteños.
De alguna forma, una facción de los seguidores de Álvarez no sólo no se escandaliza por la súbita inclusión del cantante en la lista negra del Departamento del Tesoro, todo lo contrario. Después de todo, especialmente en el norte del país, la cultura del narco ha permeado casi todos los ámbitos de la vida popular.
Márquez, sin embargo, es otra historia. El muchas veces líder de la selección nacional siempre se erigió como una figura limpia, deportista, altruista. En la mente de millones de mexicanos, Márquez era el ejemplo vivo y claro de que el trabajo duro, el corazón y el orgullo todavía eran una opción viable, más difícil, pero quizá más redituable, que entregarse a la vida del crimen.
Márquez lo dejaba todo en la cancha. Era el extremo opuesto de la frivolidad, el exceso y la violencia que celebran los narcocorridos de Álvarez. Y ahora, con la revelación de las autoridades estadounidenses, esa otra opción se revela un espejismo y el sentimiento que deja entre los mexicanos es de desesperanza, de fracaso.
Aun si todavía no se conocen todos los detalles del caso.
Márquez y Álvarez no sabían que Flores era narco
De acuerdo con un reporte de Milenio Diario, agentes de la DEA habrían visitado en al menos dos ocasiones a Flores Hernández en el Reclusorio Sur. En estos encuentros, el detenido les habló de su presunta amistad y de los negocios que mantenía con Rafa Márquez y con el cantante popular Julión Álvarez.
Funcionarios estadounidenses confirmaron al medio mexicano que “El Tío” no habló con autoridades mexicanas, y en sus declaraciones presuntamente nunca identificó al futbolista o al cantante como prestanombres o testaferros de la red de narcotráfico que lideraba, tal como aseguró el Departamento del Tesoro este jueves.
Flores Hernández les habría aclarado a los agentes de la DEA que el cantante y el futbolista desconocían las actividades criminales que realizaba. Hizo referencia únicamente a los negocios que mantenía con ambas figuras y a la amista que entabló con Márquez.
Por el momento, Márquez y Álvarez han negado tener conocimiento de las actividades de Flores. También de poco y nada sirven estas aclaraciones, para el cantante es una especie de medalla simbólica, se cancelan sus presentaciones en EU, pero sus discos se seguirán vendiendo y, al menos por el momento, no dejará de tocar en el país.
Para Márquez es distinto. Su caída alcanza niveles shakesperianos. No habrá partidos, ni reconocimientos, con las cuentas congeladas y su reputación mancillada, sus patrocinadores han partido. Una foto de la rueda de prensa a la que convocó lo muestra en medio de una mesa vacía, nadie a su alrededor, porque ahora se ha convertido en el símbolo del fracaso del Estado y en la victoria de la cultura del narco.
Ahora está solo.