La describen como una de las más sanguinarias enfermedades, pero tú decides actuar con indiferencia y empacarte otro chocolate ¿por qué ignoramos la diabetes?
Imagina una fiesta donde todo el mundo esta bailando, bebiendo y fumando. La comida está dispuesta sobre la mesa y es un festín diseñado para satisfacer hasta al más grande de los glotones: esa es la vida. En un rincón se encuentra, con su cara demacrada, una fea huesuda y flaca mujer, la conocen como la tía incomoda que se presenta sin avisar. Nadie la quiere por desabrida, es problemática y hasta cortante. No hay un alma en todo ese merequetengue que quiera lidiar con ella: esa es la diabetes.
Más que una enfermedad orgánica, la diabetes, es una enfermedad de disciplina. Si bien los factores biológicos contribuyen, ésta se relaciona directamente con nuestro actuar. Lo qué decides comer, así como el ejercicio que decides -o no- realizar, son sentencias que tomas cada día. Lo es también el fumar, beber en exceso o permanecer horas sentado.
Aquellos que ya tienen diabetes, y los posibles candidatos, mantienen un pobre control metabólico de su condición. Así lo afirma un estudio realizado por la Universidad de Bordeaux en Francia quien descubrió que al menos el 50% de los pacientes investigados mantenía conductas de riesgo relacionadas con la enfermedad. Por ejemplo, muchos de ellos aún bebían refresco, se alimentaban con comida grasosa y no realizaban conductas que pudieran disminuir sus niveles de estrés físico y mental. Los otros participantes se mantenían en conductas de riesgo sólo ciertas ocasiones al día o sólo algunos días de la semana y sólo una pequeña parte de la muestra logró cambiar sus hábitos alimenticios y hacer ejercicio tras descubrirse propensos a caer en la enfermedad o después de que ésta se presentó.
La diabetes es un concepto fundado en la prohibición, se cree que aquellos que la padecen no disfrutan de los placeres de Hestia -la diosa griega de la cocina y el hogar-, que vivirán sus días en el hambre eterno de las hojas verdes y el cheese cake sin azúcar, tendrán que sacrificar sus ratos de ocio frente al televisor y dejar la costumbre sabatina de cervezas y el cigarro a las dos de la mañana.
Los autores del estudio han expresado su preocupación ante los resultados hallados. Indican que las personas con diabetes a menudo son catalogados como irresponsables, lo cierto es que existe un temor abierto ante la resignificación personal que todo cambio implica y que cuando se trata de comida – un desencadenante de placer inmediato, gratificador constante y leal-, resulta un muro doblemente difícil de escalar.
La parte más difícil de sobrellevar la enfermedad tiene relación directa con la adherencia al tratamiento, la cual, es entendida por psicólogos y médicos en general como el trabajo que realiza el paciente dentro del cual se incluyen los cambios y acciones encaminados a controlar o eliminar la patología. Son rasgos difíciles de controlar porque delante de los pacientes se despliega un banquete deliciosamente dispuesto en forma de ambiente obesogénico, porque las personas se conciben todavía como no enfermos, porque no saben de los efectos de la insulina en la sangre o de los peligros que existen cuando se juega con ella. Finalmente, ocurre porque nadie se ha metido de lleno a tratar la enfermedad desde su raíz, se le descuida, se le olvida y se le repliega a la esquina más alejada para que, esa incómoda mujer, no interrumpa la fiesta que creemos tener.
La diabetes, y su prevención, debe ser tratada como una forma de relacionarme con el ambiente en función de mi cuerpo. Es la consecuencia del descuido en el material de consumo y descarga con el que trabajamos. Es desatendida por temor a perder las gratificaciones inmediatas que encontramos a través de la comida y la decidía.
Ésta es la enfermedad del no cambio, de la equivocada perspectiva que me indica que puedo comer tacos todos los días sin que mi organismo me castigue por no darle los nutrientes que necesita, de mi apatía ante la insistencia en comedores verdes y opciones de snacks saludables tan accesibles al público como lo son las sabritas o el gansito, la enfermedad que durante este 2015 matará a 100,000 mexicanos de acuerdo con las cifras del Segundo Diálogo sobre Diabetes en México y que no dejará de presentarse hasta que las personas logren establecer hábitos de no dependencia con su comida.
Por Diana Caballero