Las víctimas de acoso sexual generalmente no alzan la voz y sufren en silencio este tipo de abuso, afectando su vida personal y laboral.
Luego de que el New York Times reportara que más de una docena de mujeres fueron acosadas sexualmente o violadas por el productor Harvey Weinstein, llegó una oleada de acusaciones contra personajes prominentes en el campo del entretenimiento y la política.
Actores, músicos, productores, directivos, senadores e incluso el presidente de los Estados Unidos han sido señalados de abusar de sus posiciones y hacer avances indebidos contra mujeres u hombres que en su momento se sintieron acorralados y débiles para resistir o denunciar esas acciones.
Pero ahora, las víctimas están hablando de sus experiencias y en algunos casos logrando que estos acosadores enfrenten, hasta cierta medida, las consecuencias de sus actos. Pero, ¿por qué se está haciendo algo hasta este momento?
El auge de la globalización gracias a las redes sociales es uno de los principales motivos, pero el hecho de que las mujeres y hombres que están alzando la voz tengan la misma, o incluso una mayor presencia mediática que sus agresores, es la principal clave. Actrices de renombre y ganadoras del premio Oscar cómo Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow y Lupita Nyong’o han sido algunas de las acusadoras de Weinstein. Su gran alcance y popularidad las ayudó a ser tomadas en cuenta, pero ese no es siempre el caso.
La Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo de los Estados Unidos estima que el 85% de las mujeres han sufrido algún tipo de acoso sexual en sus empleos (desde miradas o comentarios lascivos hasta agresión física), y solamente el 10% de ellas interponen una queja en su departamento de recursos humanos. La gran mayoría decide no hacerlo para evitar represalias de parte de sus jefes o colegas de trabajo, reduciendo así su productividad, ya que muchas asisten a trabajar sin ganas o con el temor de volver a ser molestadas.
Si esto sucede en la nación que cuenta con los mayores avances en el campo de igualdad de género y con uno de los mejores sistemas de protección laboral, se puede considerar que en los países tercermundistas las cifras son peores.
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Por ejemplo, en nuestro país, fue hasta el 2012 que la Ley Federal del Trabajo agregó la defición de acoso sexual, y solamente la mitad de las entidades reconoce este tipo de agresión como delito. Esto puede causar que las personas consideren que no serán tomadas en cuenta y que solamente perderán tiempo e incluso se quedarán sin trabajo si deciden señalar a un compañero o supervisor.
Las personas comunes y corrientes son más propensas a sufrir esta clase de abuso, y desafortunadamente también las que menos lo denuncian. Si bien, el acoso se puede dar en cualquier lugar: la calle, el transporte público o el supermercado, la mayor parte de los casos se lleva a cabo en el trabajo, ya que la parte agresora se siente atraída o con mayor poder que la otra persona, y verla de forma seguida le hace sentir que está creando una conexión con él/ella, cuando raramente es el caso.
Para detener estos actos, la ONU recomienda que siempre se denuncie el acoso sexual laborar y de ser posible presentar algún tipo de evidencia (testigos, mensajes de voz o texto, correos electrónicos, o incluso comenzar a grabar con el celular cuando el agresor se acerque y se esté en riesgo de sufrir el abuso). De esta forma podrían alzar la voz otros empleados que hayan pasado por lo mismo y es más probable que la parte acusada tenga que enfrentar consecuencias.
Pero principalmente, se deben inculcar valores de respeto y convivencia desde el hogar, la escuela y también en el empleo, mediante conferencias y talleres que traten este sensible tema.