Caravana migrante: sueños y pesadillas de las mujeres centroamericanas

Lo importante es huir de la pobreza, de los abusos, de la violencia y proteger a sus familias e hijos. No importa hacia donde, solo hay que comenzar a caminar en grupo, en contingentes de miles de personas, en una caravana migrante que con distintos matices, viven las mismas situaciones y comparten los mismos anhelos.

 

Ciudad de México.- El destino utópico es los Estados Unidos y la manera de llegar a él es recorrer a pie o en lo que se pueda, casi 3 mil kilómetros para dejar Honduras, atravesar Guatemala, México y llegar a la tierra de “las oportunidades”, del “sueño americano” anhelado por millones pero solo realizable por unos cuantos. Y si no se puede llegar hasta allá, basta con dejar el infierno de sus lugares originarios.

La travesía es por sí sola complicada, pero más aún para las mujeres. “Venimos de Honduras, nos venimos hasta acá porque ahí hay hambre y no hay trabajo, pero no es tan fácil con mis niñas tan pequeñas de 3 y 5 años”, dice una mujer al Instituto para las Mujeres en la Migración, AC (IMUMI).

“Este camino es cansado, cargando a una en los brazos y la otra agarrada de la mano”, dice mientras avanza por el estado de Chiapas hacia Oaxaca. “Yo los estoy sacando adelante por ese me vine por estos lados”, afirma esta madre centroamericana.

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Mujeres migrantes y refugiadas

Según cifras de la ONU y de otras organizaciones defensoras de los derechos humanos, hay al menos 7 mil personas caminando rumbo al norte en esto que se ha denominado la caravana migrante.

Sin embargo, tal como explica la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), “aunque se ha dado a conocer como la caravana de migrantes, se trata de un flujo mixto de refugiados y migrantes”, ya que entre ellos se encuentran personas que quieren mejorar su situación y cuyas vidas no peligran en su país de origen, pero “hay muchas personas en situación de auténtico peligro que pueden ser reconocidos como refugiados tras pedir protección internacional”.

Y las mujeres en este caso, bien son migrantes que quieren mejorar su calidad de vida y al mismo tiempo, pueden ser refugiadas que huyen del clima de inseguridad que las convierte en víctimas fáciles de los grupo criminales.

Venimos huyendo de la delincuencia que es lo que más nos afecta a los salvadoreños, por eso venimos porque recibimos amenazas de extorsión de por lo menos 50 dólares mensuales y a veces a nosotros no nos alcanza”, explica a El Semanario Sofía N (nombre ficticio para proteger su identidad), una madre de familia salvadoreña.

Y agrega: “Tenemos 3 niños varones y son los hombres los que están sufriendo la violencia en El Salvador, un niño de 12 años ya anda con un arma en la mano y por eso huimos de eso, queremos darle un futuro mejor a nuestros hijos, que trabajen y estudien, que tengan algo diferente”.

Por tal motivo “venimos desde tan lejos” –asegura- y espera conseguir asilo, ya que “somos seres humanos y no venimos a robar ni a nada malo, lo único que nosotros queremos es algo mejor para nuestros hijos y la familia”, afirma.

Esta situación la confirma Gretchen Kuhner, directora general del Instituto para las Mujeres en la Migración, AC (IMUMI), quien asegura que muchas migrantes han reconocido que decidieron dejar todo debido a que la situación en sus países es de desesperación total.

A tal grado que bastó “una convocatoria en Facebook” para que muchas mujeres abandonaran lo poco que tenían, para ir a San Pedro Sula y comenzar a caminar hacia el norte.

¿Pero cuáles son las razones para tomar estas decisiones tan drásticas? Kuhner explica: “Hay una violencia cultural, falta de estado de derecho, no hay acceso a la justicia, pobreza extrema; hay bandas criminales, hay tazas de homicidio de las más altas del mundo y hay también tazas muy altas de violencia familiar”.

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Los peligros y las amenazas

Sin embargo, los peligros a los que se enfrentan en el camino son muchos y cada vez más letales.  Si bien “viajar en grupo les da mayor protección”, como explica Gretchen Kuhner, en la medida en que avanza el grupo, ellas se quedan cada vez más rezagadas, sobre todo las que tienen hijos pequeños.

Esto aumenta los riegos, ya que “por un lado las mujeres desean proteger a sus hijos,  algunas mujeres quisieran pararse y cuidarlos, pero no lo pueden hacer porque no tienen ninguna protección” y además, “hay bebés y niños muy pequeños que están lactando y eso complica aún más su situación”.

Luego está la salud de los menores, explica Kuhner, “ya que algunos presentan algunos síntomas de malestares como conjuntivitis o fiebre, eso pone en un riesgo mayor a las mujeres, ya que al quedar rezagas hay mayores posibilidades de que sean “detenidas por las autoridades, en este caso por el Instituto Nacional de Migración (INM)”.

Y mientras más se adentran a suelo mexicano, más complicaciones encuentran relacionadas a la inseguridad y el crimen organizado. Tal como pasó con uno de los primeros contingentes de migrantes, en donde unos decidieron –la mayoría de los hombres- tomar la ruta hacia Matías Romero para entrar a Veracruz, mientras las mujeres prefirieron ir directamente a la ciudad de Oaxaca.

Aunque esto representa más tiempo de camino y de riesgos por los estados de las carreteras, una de las mujeres explicó que tomaron esa decisión ya que temen que los grupos criminales que operan en Veracruz secuestren a sus familias.

“Nosotros nos vamos por Oaxaca, porque tenemos miedo de que nos vayan a robar a nuestros hijos y los vayan a matar” y señaló que el peligro de esto es debido a que “aquí andan cárteles armados”.

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Los bebés migrantes

Y no todo ha sido malas noticias para las familias migrantes, ya que el pasado 1 de noviembre nació en Juchitán, Oaxaca, el primer bebé que es parte de la caravana.

Se trata de una niña, la sexta hija de la pareja de guatemaltecos formada por Olga Suyapa y Adrián Vásquez”, señaló la agencia ANSA, quien también explicó que los gastos del parto fueron solventados por Acción Conjunta de Iglesias (ACT), una ONG con sede en Ginebra y “mil pesos que  enviaron a estos padres dos de sus hijos mayores que viven en la ciudad de Saltillo, Coahuila”.

Este hecho renovó las esperanzas de esta familia, ya que como aseguró el padre de la niña, ella “nació en México, así que creo ella tiene el derecho de ser mexicana” y por eso “queremos quedarnos en este país hermoso a trabajar, porque en Guatemala no tengo oportunidad de sacar adelante a mis hijos“, señaló.

Y este caso tal vez no sea el único, ya que según cifras oficiales se han detectado al menos 18 mujeres embarazadas en la caravana centroamericana, lo que amplía las posibilidades de que nazcan más niños en esta travesía, pero al mismo tiempo, aumentan los peligros para las madres.

“Hay mujeres embarazadas que no tendrían que estar caminando en el grupo, pero eso manda la señal de desesperación que tienen por salir de sus lugares de origen y el peligro y desconfianza que tiene de las autoridades, sobre todo migratorias”, concluye Gretchen Kuhner.

 

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