El tratamiento de la peste bubónica es posible siempre y cuando se realice en las primeras fases de desarrollo de la enfermedad.
La peste negra, también conocida como peste bubónica, es recordada como la pandemia más mortífera en la historia de la humanidad y afectó a Europa en el siglo XIV, en donde mató a 50 millones de personas.
En la actualidad, este mal parecía sobrepasado desde hace siglos, sin embargo, el miedo a la “muerte negra” podría no ser algo descabellado en estos días. Y es que se han reportado varias pulgas portadoras de la peste bubónica que han sido encontradas en los condados de Arizona, en Estados Unidos.
De acuerdo con El País, las autoridades de los condados de navajo y Coconino han emitido una serie de alertas y han pedido a la población extremar precauciones con los animales domésticos, debido a que las peligrosas bacterias se pueden transmitir a humanos con una simple picadura o por mantener contacto con animales infectados como conejos o roedores.
Entre las medidas de precaución que los servicios de salud han recomendado a los pobladores están no dejar a las macotas permanecer libres en las zonas afectadas, evitar todo contacto con ratas y ratones y no exponerse a otros roedores.
A pesar de la alerta, cabe destacar que actualmente el mal de la peste negra puede ser tratado con relativa facilidad, siempre y cuando sea detectado a tiempo. Ése es, de hecho, el mayor problema al que se pueden enfrentar las autoridades sanitarias, debido a que es un mal que parece ha sido erradicado desde hace siglos, no todas las personas conocen los síntomas.
El Centro para el Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), destaca que los casos de peste bubónica no son infrecuentes en el sudoeste norteamericano, especialmente en los veranos fríos después de inviernos húmedos, destaca El Español.
Los síntomas de la peste bubónica, por otro lado son muy parecidos a los de la gripe, por lo que se debe permanecer muy atentos a ella, debido a que el tratamiento es posible siempre y cuando se realice en las primeras fases de desarrollo de la enfermedad.
Los síntomas aparecen por lo general de 2 a 5 días después de la infección e incluyen fiebre y escalofríos, dolor de cabeza, dolor muscular, convulsiones y una inflamación lisa y dolorosa de los ganglios linfáticos llamada bubón que se presenta usualmente en la ingle, aunque también puede aparecer en el cuello o las axilas.