“Vamos juntos a cambiar el destino de Brasil, sabíamos para donde estábamos yendo, ahora sabemos para dónde queremos ir, mi querido pueblo brasileño, muchas gracias por la confianza”, declaró el exmilitar de 63 años de edad.
Con el 55,2% de los votos a favor y 44.8% en contra, el ultraderechista Jair Bolsonaro fue elegido presidente de Brasil, en una contienda electoral que ha dejado con un mal sabor de boca a la izquierda de América Latina.
Bolsonaro, un exmilitar de 63 años de edad, es llamado por muchos el “Trump de Brasil”, una figura políticamente incorrecta, conocido por sus comentarios racistas, homofóbicos y misóginos. Nostálgico de la dictadura militar (no hace mucho dijo que le gustaría volver al Brasil de aquellos años), Bolsonaro se midió en contra del izquierdista Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores este 28 de octubre en la segunda vuelta presidencial y, de nueva cuenta, venció por un margen considerable.
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“Vamos juntos a cambiar el destino de Brasil, sabíamos para donde estábamos yendo, ahora sabemos para dónde queremos ir, mi querido pueblo brasileño, muchas gracias por la confianza”, aseguró Bolsonaro en sus primeras palabras tras ganar las elecciones.
Tras darse a conocer el resultado de las elecciones, los presidentes del Perú, Colombia, Argentina, Chile, Ecuador, entre otros de la región; el secretario general de la OEA, Luis Almagro; y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, enviaron sus felicitaciones a Bolsonaro por su victoria electoral.
“El presidente de Estados Unidos acabó de llamarnos y nos deseó buena suerte. Obviamente fue un contacto bastante amigable”, señaló el ex militar.
Gobernar con mano dura
Bolsonaro no tuvo una campaña tranquila. A sus controversiales declaraciones se sumaron un atentado que por poco lo deja fuera de la contienda y el repudio de millones de mujeres brasileñas por sus comentarios misóginos. En 2015, el ferviente católico dijo que una congresista no era lo suficientemente atractiva como para que él la violara.
El derechista ha insistido en que Brasil necesita un presidente con puño de hierro que pueda restablecer el orden, argumento que ha sido criticado por la izquierda y que, sin embargo, ha encontrado eco en millones de brasileños descontentos ante el aumento de la delincuencia, una economía endeble y lo que consideran una comunidad política corrupta.