Cardencheros de Sapioriz, la música que nunca muere

Los integrantes de este tradicional compartieron con el público interpretaciones y anécdotas sobre el desarrollo de esta forma musical, heredada de una generación a otra a través de los siglos.

Ciudad de México.- El único grupo que continúa con la tradición del canto tradicional de Durango son los Cardencheros de Sapioriz, que ofreció una sesión en la Fonoteca Nacional, en la cual comentaron los orígenes de este estilo vocal, así como los esfuerzos que hacen por mantenerlo vivo, para lo cual imparten cursos en su pueblo natal.

Los integrantes de este tradicional conjunto vocal son Guadalupe Salazar, Fidel Elizalde y Antonio Valles, quienes en esta ocasión compartieron con el público interpretaciones y anécdotas sobre el desarrollo de esta forma musical, heredada de una generación a otra a través de los siglos.

Se trata de emotivas interpretaciones cuya característica sonora es la polifonía, para la cual no incluyen ningún tipo de instrumentación, mientras que las letras de sus canciones hablan sobre historias de amor y pérdida, o del dolor de vivir en una tierra olvidada por el tiempo, las autoridades y las nuevas generaciones.

Antonio Valles insistió que para ellos es muy importante conservar viva esta tradición “sobre todo en los jóvenes pues ellos están expuestos a formas musicales de moda, muy distintas a lo que nosotros, sus abuelos, hacemos, por lo que en general no les interesa escucharnos ni aprender la tradición.

“En nuestra comunidad, Sapioriz, Durango, impartimos un taller desde hace varios años, al menos cinco, pero durante ellos las cosas no han sido fáciles pues las personas interesadas van y vienen, así que no siempre trabajamos con las mismas personas. Lo bueno es que a últimas fechas los jóvenes se han interesado más, porque han encontrado en canto cardenche una manera de expresarse y de hablar sobre las cosas que les pasan”.

Esta forma musical tradicional se interpreta con una voz franca, proveniente de las entrañas del intérprete. Este canto se originó en la comarca Lagunera de Durango en años posteriores a la Colonia, tuvo su mayor auge a finales del siglo XVIII y durante el XIX, cuando los trabajadores de las haciendas hacían sus faenas en condiciones muy adversas.

Antonio Valles explicó que en aquellos años los trabajadores del campo estaban muy tristes, “pues eran explotados por el dueño de la hacienda y no tenían nada qué hacer, más que cantar o emborracharse. Pero lo primero era algo más popular que lo segundo, porque el canto cardenche está ligado a las emociones, a las necesidades de las personas por declararle su amor a una mujer.

“Por eso la mayoría de los intérpretes son de género masculino, pues al no haber ni luz en el pueblo, ellos eran los encargados de llevarles serenatas, de cantarle a su amada al pie del balcón sin más instrumento que su propia voz. De ahí que algunas son muy alegres, otras románticas y desde luego hay muchas de desamor.

“Pero esperamos que las cosas cambien porque hay muchas personas interesadas en conservar las tradiciones de nuestra región y eso ha provocado que cada vez sean más los que se inscriben al taller. De hecho hace un par de días nos fueron a ver unas jovencitas para preguntar qué debían hacer para anotarse. Desde luego las aceptamos, porque es muy bueno contar con más personas interesados”.

Antonio Valles recordó que no será la primera ocasión que las mujeres interpreten el canto cardenche, pues “en los tiempos de mi abuela algunas de ellas interpretaban varios temas de amor, desde luego adaptados a su género, pues en su caso se refieren más al abandono del hombre o de los hijos, que se van a Estados Unidos a trabajar… algunas de las canciones más conocidas, interpretadas por nosotros, son Al pie de un verde maguey y Yo ya me voy a morir a los desiertos”.

El canto cardenche, transmitido de una generación a otra. Su nombre remite al cardo, una planta de espinas que al pinchar causa dolor. Las canciones se interpretaban después de las duras jornadas en el campo y se distinguen por el sentimiento desgarrador que transmiten quienes las interpretan. Debe ser interpretada a tres voces, para obtener una armonía única dentro de la música tradicional.

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