ENTREVISTA: Juan Alarcón y los desafíos de hacer caricatura en México durante 30 años

El caricaturista Juan Alarcón recibió este año el Premio al Mérito Periodístico y El Semanario tuvo la oportunidad de conversar con él acerca de su profesión en los medios informativos.

Ciudad de México.- Juan Alarcón, licenciado en Escultura por la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, ha colaborado en periódicos como El Universal, Excélsior, El Financiero y actualmente trabaja en El Heraldo. Ha ilustrado libros como La Historia Mundial del Boxeo y Cuentos para Melissa. Tiene tres libros de humor blanco titulados La Fauna de Alarcón 1, 2 y 3, y uno de caricatura política llamado No hay PAN que dure cien años.

Entre sus reconociemtos destacan el Premio Nacional de Periodismo 2009 otorgado por el Club de Periodistas de México, el primer lugar del Certamen de Cartón Editorial del Foro Laboral Internacional 2000, y el segundo lugar del Concurso Nacional de Caricatura sobre Política Económica en México en 2004. Su trabajo forma parte de los catálgos del Primer Concurso Internacional de Caricatura celebrado en la Feria del Libro de Teherán, Irán, del Aydin Dogan International Cartoon Competition 2007 en Estambul, Turquía; del World Press Cartoon 2007 en Lisboa, Portugal, y de la Bienal Internacional de Caricatura “José Guadalupe Posada”, en México.

¿Cómo y en qué momento fue que incursionó en el mundo de la caricatura?

No hay un parteaguas, no hay un a partir de ahora o de este momento. En realidad, siempre fui caricaturista, desde que estaba estudiando mi carrera, más bien lo que pasó es me sinceré con mi trabajo. Prácticamente hice mi carrera de artes mientras trabajaba de caricaturista, o sea, no terminé la escuela y dije: ¿qué voy a hacer? Ah, pues a lo mejor hago caricatura. Siempre el destino me llevó a la caricatura, no fue una decisión consciente o voluntaria sino simplemente se me ofrecieron las oportunidades para hacer caricatura, fue muy natural. Más bien, el problema fue cuando me asumí totalmente como caricaturista, estudiar artes y dedicarse a la caricatura no es muy compatible; tenía maestros y compañeros que me preguntaban qué hacía yo en la escuela. Eso sí me costó mucho trabajo, asumirme como caricaturista y no verlo como algo degradante, decir: pues claro que soy caricaturista. Estar estudiando en una escuela de artes como lo es La Esmeralda, con ese gran prestigio, y dedicarme a la caricatura como que me avergonzaba. Después de que terminé la carrera y ya me asumí más como tal, pues lo dije abiertamente: soy caricaturista.

¿Cuándo y en qué medio hizo sus primeras publicaciones?

Todo fue circunstancial, en realidad cuando terminé la vocacional, yo quería estudiar arquitectura pero descubrí La Esmeralda y decidí estudiar la licenciatura en artes plásticas en lugar de una ingeniería en el Politécnico. Se presentó la oportunidad de publicar en un periódico de CONASUPO, luego en un periódico de barrio, en una pequeña revista y de ahí me seguí; de 1988 para acá no he parado, sigo publicando. Empecé encontrándome oportunidades y después yo me generaba las oportunidades llevando libretas y carpetas de trabajo. He publicado en medios muy pequeñitos y en medios muy grandes. Finalmente, no he quitado el dedo del renglón, no he dejado de sacarle punta al lápiz desde hace 30 años.

Y qué mejor manera de festejar 30 años de trayectoria que recibiendo un premio, el Premio al Mérito Periodístico que entrega la Asamblea Legislativa. Me parece curioso el contraste de recibir un premio por parte de una institución gubernamental precisamente por criticar a las instituciones gubernamentales, entre otras cosas.

Sí. Te cuento una anécdota, un par de meses antes había hecho una caricatura del presidente de la Asamblea Legislativa, el tesorero y el encargado del presupuesto para damnificados del temblor, les hice un cartón muy fuerte y me los fui a encontrar allá. Entonces sí, fue muy fuerte el planteamiento que me hice sobre recibir el premio pero mientras escuchaba discursos y todo lo demás, caí en cuenta de que es un oficio donde yo no guardo rencores, no guardo odios, nada de eso, es mi trabajo señalar lo que no está bien. Y entonces, con la frente en alto recibí esa medalla. Nada es personal, es solamente profesional.

Selección y cortesía de Juan Alarcón

Y como buen profesional de la crítica, usted suele generar controversia frecuentemente, especialmente en redes sociales como Twitter, por ejemplo. ¿Cómo utiliza esta herramienta para abrir el diálogo con los lectores?

Los encontronazos son el pan de cada día porque una caricatura que no genera controversia no es una buena caricatura. La caricatura no es para todos, algunos callos se van a pisar y es complicadísimo que una caricatura sea democrática, así que siempre va a haber encontronazos. Ahora, cómo uso las redes sociales, pues es una forma muy padre de medirle el pulso a lo que le interesa a la gente y estoy maravillado con eso porque cuando yo comencé a hacer caricatura era como lanzar una piedra al pozo, a veces escuchabas el sonido o el rebote en el agua y a veces no, podían pasar meses y yo de verdad no sabía si la gente estaba viendo mi trabajo. Ahora, con las redes sociales me entero al momento de quiénes lo vieron y quiénes lo compartieron, sobre todo en Twitter que es donde más activo estoy. Facebook tiene otro ritmo, tiene otra cadencia, Instagram me parece que está comenzando a crecer, es algo muy padre. Para mí las redes sociales son como un estetoscopio, puedo tomarle el pulso y saber cómo le laten las cosas a la gente. Las redes sociales van a evolucionar y en unos años no va a ser lo mismo pero me parece que soy de esos moneros que están comenzando a entender el fenómeno de la inmediatez de la caricatura. Tenemos a los memes que hacen la chamba que no hemos querido hacer los moneros pero que ya es tiempo de que también estemos dibujando al momento en el que ocurren las cosas.

¿Le interesa explorar la caricatura en esa vertiente?

Tengo una sección que se llama Libreta de Apuntes que se trata de hacer caricaturas al momento, en el momento que ocurre una noticia o algo, en ese momento sale. Por ejemplo, cuando fue el temblor en Día de Reyes, tembló o más bien sonó la alerta sísmica la mañana del 6 de enero, hice caricatura, cuando murió Cerati hice caricatura, cuando murió Carrie Fisher también hice caricatura al momento. Entonces, el rollo de la inmediatez ya lo tengo muy explorado desde hace un par de años y me funciona muy bien, a la gente le gusta eso.

¿Pero sigue siendo una línea de producción menor que la de sus cartones editoriales?

Es una línea diferente, el cartón editorial, el que va impreso, el que se publica una vez al día, el que se dibuja cada 24 horas, es un cartón más reflexivo, es de más largo aliento y la caricatura que se hace al momento es más humorística, es más de jugueteo. Es como jugar en una cancha de futbol oficial y en una cancha de futbol rápido, son cosas diferentes pero muy parecidas. Imagínate que yo fuera bailarín de ballet, el cartón editorial es cuando interpreto mi pieza de ballet y el cartón inmediato es como si bailara una guaracha o una cumbia, puedo hacer cualquiera de las dos cosas y así lo he estado haciendo.

Selección y cortesía de Juan Alarcón

Hablando de hacer ambas cosas, sé que no ha abandonado el ejercicio de la escultura y la pintura. ¿De qué manera convergen éstas con su trabajo como caricaturista?

Pues es que son lo mismo. Siempre he defendido que la caricatura puede ser una ramificación de las artes plásticas, en realidad lo es. Si yo le doy ese tratamiento, entonces no hay ninguna diferencia entre la pintura formal de caballete y la escultura porque finalmente yo estoy asumiendo la estética de las cosas. La caricatura tiene también un mensaje implícito, tiene una burla periodística, informativa, pero la parte estética de la resolución de la caricatura, la composición, la hago bajo los esquemas y la metodología de un cuadro de caballete. La composición ante todo. Y eso es lo que une todas las especialidades a las que me dedico.

Usted tiene una forma muy particular de “componerse” a sí mismo. Juan Alarcón es muy teatral y eso lo distingue de otros moneros. Por ejemplo, en las cápsulas que ha hecho para la tv, a veces aparecía usted con disfraces o elementos en su vestimenta que le daban un toque de arte escénico a sus apariciones.

Sí, las cápsulas las he hecho para canal 40, en El Financiero y en el 22, y sí hacía cosas así. A veces voy a las ferias del libro y me disfrazo. El fin de semana pasado fui a la Biblioteca Vasconcelos, me invitaron como regalador para ofrecer mi trabajo a los chavitos por lo del Día del Niño, y me disfracé. Me gusta eso, me gusta jugar con mi persona, soy muy juguetón con ella y he vuelto mi persona un personaje. Hago un guion para mis historias dibujadas y también hago lo mismo con mi persona, en lugar de dibujarme a mí mismo, me pongo a actuar. Mi personaje favorito es Juan, con él me divierto, me gusta esa parte, y lo hago con mucho respeto y admiración para los cómicos, para los payasos, para los standuperos; yo nunca sería ninguno de ellos, no tengo esas tablas pero me divierto y eso la gente lo nota.

¿Cómo se creó el personaje Juan Alarcón?

Tiene varios años que comencé a divertirme así. Recuerdo las primeras charlas o conferencias que tuve como monero y me iba muy mal cuando adoptaba un discurso serio. ¡Mal! me trabo mucho, soy muy incoherente, cambio las palabras, ¡mal!, tengo una dicción espantosa; no es lo mío. Pero cuando comencé a tomar eso como diversión y a hacer bromas políticas, inclusive hasta ponerme a cantar pese a lo desafinado que soy, me di cuenta que la gente no va a escuchar una neta, va a divertirse, va a ver al caricaturista, ver qué hace. Desde entonces, desde que decidí jugar con mis conferencias, pues la cosa cambió muchísimo.

¿Se sale del molde y con ello rompe la solemnidad que ya en sí misma encierra la palabra conferencia?

Como tú lo dices, me salgo un poco del molde. Cuando tengo reunión con los colegas, a mí sí me gusta a veces ponerme un traje, un moño, colgarme el molcajete, y como que no soy bien visto en el gremio porque no voy uniformado con mi camisa de cuadros y mi pantalón de mezclilla.

Recuerdo muy bien que cuando lo conocí, en el Primer Congreso Latinoamericano de Cartón Político, Ilustración y Dibujo, lo ubiqué con mucha facilidad porque llevaba un sombrero, un moñito y un short, un look totalmente diferente al de todos los moneros, tanto nacionales como internacionales, que desfilaron por los talleres, clínicas, conferencias, mesas, exposiciones, etc. Ahora que lo pienso, visualmente era usted una caricatura.

Pues gracias (risas). Pero justamente por salirme del molde no soy del todo agradable para algunos grupos de toma de decisiones de premios o cosas así, para muchos soy un payaso, inclusive para muchos no soy caricaturista, creen que debería dedicarme a otra cosa pero ya estoy más allá del bien y del mal. He estado fuera de los premios que se dan en México, que siempre se los dan a los mismos, pero bueno, me invitaron a formar parte del nuevo Heraldo de México, ¡a mí me llamaron y me invitaron! Y yo pensaba, bueno, habiendo oferta de tantos caricaturistas, ¿por qué a mí me llamaron? Que la medalla al mérito y que el premio de no sé qué tanto, no, esto es lo que realmente valoro, porque voltean a verme, estoy haciendo lo que tengo que hacer y ahí la llevo. ¡Qué mejor reconocimiento que ese! Y sobre todo en estos tiempos donde conseguir chamba de monero de verdad es dificilísimo. ¡Qué premio nacional de periodismo, ni que invitación a las ferias del libro de Oaxaca o de lo que sea! Este es para mí un gran reconocimiento.

Justamente está cumpliendo un año la nueva edición de El Heraldo y usted como parte del equipo. Parece que este 2018 es un año de reconociemtos porque, con motivo de este primer aniversario, usted realizó un mural para las oficinas del periódico y me parece que esa es también una forma de festejar sus 30 años de trabajo en los medios informatuivos.

Con un mural y con una ilustración conmemorativa que me llevó 10 horas continuas de trabajo (risas) pero ya me desquitaré. Ahí estoy y voy bien.

Selección y cortesía de Juan Alarcón
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