La cinta no es un documental más de un ídolo, sino el efecto que aún sigue teniendo entre los mexicanos, en cómo lo recuerdan y lo que se dice de él.
Ciudad de México.- ¿Cómo es que los ídolos trascienden en la historia? Las razones más comunes son que los seguidores no permiten que el recuerdo muera, sus trabajos más sobresalientes y por último los mitos en torno a ellos.
Pero hay quienes se adentran a esos personajes y los exploran desde varias perspectivas, para aportar nuevas historias y mantenerlos vigentes, algo que Luis Lupone hace con Pedro Infante, en el documental Fervor infantilista (2014), que se exhiben en la Cineteca Nacional.
A 57 años de su fallecimiento, Pedro Infante sigue siendo un ídolo nacional cuya tumba visitan año con año cientos de personas procedentes de distintos puntos del país.
Esto se debe a que se formó un personaje empático con el pueblo que veía en él reflejados sus propios valores: la honestidad, la sinceridad, la nobleza, la picardía y el romanticismo.
En este largometraje de 105 minutos, el realizador expone los sentimientos de quienes hicieron de Pedro Infante parte de su vida, como sus miles de fieles seguidores, encabezados por Amparo Robles, presidenta del Club de Admiradores de Pedro Infante.
Pero sobre todo recaba los testimonios del padre cinematográfico del actor, el director Ismael Rodríguez y de Pedro de Urdimalas, quienes conjuntamente llevaron a la pantalla la zaga de Nosotros los pobres (1948), Ustedes los ricos (1948) y Pepe el Toro (1953). Películas que en buena medida fueron la causa del gran éxito de Pedro Infante.
En presencia de Guadalupe Infante Torrentera, hija del ídolo, el documentalista mexicano de origen italiano también autor de Memoria recuperada, explicó que se trata de un trabajo de más de una década, pues desde los años noventa empezó a acudir cada año a la tumba de Pedrito, como le llaman sus fieles autonombrados “Infantilistas”. Con lo que logró testificar este fervor.
Como el mismo director describió, se trata de “una delirante realidad sobre un mito popular, ya que es un personaje que ha generado un gran fervor en torno a su persona”. Y no importa el tiempo transcurrido desde su muerte, pues año con año se siguen congregando en su tumba, ubicada en el Panteón Jardín, decenas de personas para recordarlo y cantarle, y tampoco importa cuántas veces se hayan programado, sus películas siguen gozando de un alto rating en televisión.
No se trata de un documental más sobre la vida de un ídolo, sino del efecto que aún sigue teniendo entre los mexicanos, cómo lo ven y veían sus seguidores, familiares y amigos, y sobre todo en cómo lo recuerdan, lo que saben y lo que se dice de él.
El material se desarrolla a partir de tres ejes principales: las canciones, las películas y los seguidores, representados por doña Amparito, quien acudió durante toda su vida, varias veces al mes, a cuidar la tumba de Pedro, y se encargaba de organizar los cuatro festejos que aún se realizan al año para recordar al actor y cantante.
No es una biografía, sino una evocación sobre lo que el público siente y cree sobre su ídolo, los conflictos que giran en torno a su persona e incluso el material incluye algunos de los argumentos –sin restarles o sumarles validez– sobre hechos que siguen siendo una incógnita. ¿Cuántos hijos tuvo realmente? ¿Pedro Infante no murió? Como asegura Urdimalas en una poesía intercalada a lo largo del filme: ¿“Pedro Infante sigue entre nosotros?”.
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