No se puede incubar un gran proyecto en un contexto que no cuenta con los recursos adecuados para recibirlo.
Ciudad de México.- A partir de los años 70 el empoderamiento por parte de la mujer comenzó marchando fuerte; el feminismo, mal interpretado por muchos, mal ‘definido’ por otras, querido por algunos pero en verdad, mas que nada, necesario para todos; este fue un movimiento que marco la adquisición de derechos igualitarios para hombres y mujeres de todas las razas; es decir, se pretendía alcanzar una serie de ideales relacionados al modo igualitario entre monto de derechos y obligaciones para todas las personas sin importar su sexo, raza o creencias espirituales; una cero discriminación.
Para lograr esta restructuración social, a lo largo de los años se han realizado una serie de proyectos políticos y sociales, que buscaron, y seguirán buscando, movilizar la legalidad necesaria para asegurar que esto sea así además de una fuerte campaña para inculcar en la sociedad una mejor versión de su cultura.
Una de las principales herramientas en la movilización de nuestro sistema opresor falocentrico a uno aparentemente equitativo, fue el uso del empoderamiento femenino, este se baso sobre todo en hacer notar a la mujer las múltiples posibilidades para moverse en un mundo sin fronteras que podía desarrollarse en lo privado, lo público o ambos, lo dejaban a ‘su libre elección’, los detalles por refinar con respecto a esta actividad ilusoria aun son algunos, pero el mas prominente ahora radica en su utilización desmesurada.
Las mujeres estamos hasta el cuello del empoderamiento, se nos ha inculcado una cultura de desarrollo a la cual no podemos acceder, el empoderamiento no sirve de nada si por el otro lado no se crean las medidas necesarias para fomentar un contexto en el que de hecho pueda llegar a incubarse.
Con motivo del día mundial de la eliminación de la violencia contra la mujer, surgieron muchas propuestas por parte del gobierno y el sector privado, todas ellas buenas; todas ellas necesarias, algunas encaminadas a tratar el problema desde los paliativos de justicia y atención medica o centros de apoyo, hasta legalidades de aumento al beneficio en el ámbito corporativo; pero la verdad es que mientras no se trabaje conjuntamente a un plan de cambio perceptual para ellos también, estos proyectos funcionan mas como un maquillaje a un problema mucho mas profundo.
No intentarías incubar un huevo metiéndolo al congelador, por qué entonces, intentamos lanzar algo tan magnifico en un ambiente todavía hostil, es cómo si ahora después de cuarenta años todavía nos fuera difícil ver que aquello que aun nos hace falta es la inclusión de nuestra contra parte masculina.
Desde Lagarde, se aborda como el hombre ha pertenecido siempre para y por lo público, así se le educa, así se le violenta, es en este mundo en donde están supuestos a encontrar las mayores de sus realizaciones, él esta obligado a proteger su masculinidad y lo que esto implica, cada instante, porque viven en un medio de construcciones que también les ejerce violencia y les limita.
La principal causa por la que la mujer falla en incursionar dentro de terrenos que suelen ser pertenecientes a lo público radica no es su concepción de ente “no capaz”, no son ellas las que se piensan en desigualdad con los hombres, son ellos los que nos piensan aún de esa forma. Las instancias que se han realizado hasta ahora no son más que un calmante al dolor que sufre la sociedad en general, un sistema que no adecua sus instancias y significaciones a modo de complacer a su sociedad, no es uno en el que se pueda hablar de derechos igualitarios para todos. La opresión, no solamente se encuentra en lo femenino, pero mientras se siga desviando la atención al problema focal nunca se lograra un cambio significativo a través del replanteamiento del papel de lo masculino.
Por Diana Caballero.