Analizan a la poesía en tiempos difíciles

Se llevó a cabo  la conferencia magistral Secretos que no sabemos que saben. Poética para tiempos difíciles, en la que se abordó el papel de esta forma de literatura en ambientes y momentos adversos para los niños.

Ciudad de México.- Las palabras pueden zurcir la vida de los niños en tiempos difíciles, obligan a oír a los otros, recuperan la memoria, pero principalmente llenan de significado los campos semánticos poblados de miedo, silencios e incertidumbres, puntualizó Yolanda Reyes, especialista en la lectura entre los niños, al ofrecer  la conferencia magistral Secretos que no sabemos que saben. Poética para tiempos difíciles.

La charla tuvo lugar en el 16 Seminario Internacional de Fomento de la Lectura: Palabras que zurcen. La lectura y la escritura en la recomposición del tejido social que se realiza este lunes 11 de noviembre en el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes.

La pedagoga y escritora inició su conferencia revelando cifras del contexto social de Colombia: hay 5.5 millones de personas que son víctimas de la guerra y de estas más de un millón son niños. Añadió que alrededor del 40 por ciento de los miembros de los grupos armados ilegales son menores de 18 años y que de estos el 87 por ciento se enrolaron “voluntariamente”.

Agregó que el promedio de edad del reclutamiento de estos niños está entre los 12 y 13 años, dependiendo de las preferencias de los grupos armados; que por lo menos el 50 por ciento de los niños reclutados vio o vivió un asalto armado, una masacre o asesinato de familiares antes de enrolarse y que cerca del 60 por ciento reconoce tener parientes en un grupo armado.

“Estas cifras –destacó Yolanda Reyes– son impactantes porque muestran que en vez de estar en la escuela los niños se convirtieron en víctimas y victimarios a una edad promedio de 12 años, etapa ideal porque en ese momento son educables, salen baratos, pueden ser más dóciles, flexibles de cuerpo y mente y aprenden rápido.

“También revelan que a esa edad han sido carne de cañón para la guerra y codiciados por la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y las bandas criminales. En este contexto ¿qué significa sobrevivir?, basta con la suerte de no estar muerto ni mutilado, con no tener heridas visibles ni haber sido desplazado, torturado, abusado ni haberse quedado huérfano”.

La directora de Espantapájaros, proyecto de formación de lectores, destacó que los niños se enrolan por diversos motivos: pobreza, violencia intrafamiliar, necesidad de protección, una sed de aventuras y riesgos, la búsqueda de un adulto “un big brother” fuerte y valiente que le sirva de modelo, la necesidad de pertenencia a un grupo, la fascinación por objetos de moda, insignias, armas, botas militares y andar en grandes camionetas y motocicletas de marca.

Para autora del ensayo La casa imaginaria (2007) la violencia en Colombia además de cadáveres, masacres, asesinatos selectivos, desaparición forzada, desplazamiento forzoso, secuestros, ejecuciones extrajudiciales, reclutamiento ilícito, tortura y violencia sexual, deja campos semánticos y espacios que deben de ser utilizados para promover la literatura entre los niños.

Destacó que valdría la pena hacer un estudio sobre el lenguaje de las letras generado por la guerra, ya que ha dado origen a palabras que han sido incorporadas, en el caso de los colombianos,  a su diccionario cotidiano, por ejemplo, la palabra  blindar y sicario.

“Incluso hay niños en edad preescolar que son transportados como se trasportan los valores a los cajeros automáticos a sus jardines infantiles. Ahora nos parece ya tan normal que dejen de jugar y se pregunten entre ellos: ¿tú cuántos guardaespaldas tienes?”

La autora del libro El terror de sexto B, también añadió que “sicario” se ha vuelto un verbo conjugable en Colombia: yo sicario, tú, él, nosotros, ellos, “algo asombroso y más cuando hace poco escuche a una señora que le decía a su vecina en una región de Colombia: mi hijo está en la ciudad sicariando… sicariando, gerundio como quien dice estudiando, trabajando”.

Añadió que los hechos de la guerra en Colombia ha dejado a todos hermanados y con heridas sin cicatrizar que no se nombran en virtud de cierto pacto de silencio que todos los colombianos aprendieron y que se resume en una máxima: de eso no se habla niño, ve a jugar.

“Así las generaciones que se han levantado en torno a este conflicto armado de más de 60 años, no conocen como funciona una sociedad sin conflicto, no saben que es no tener enemigo.

“Han crecido sintiendo que pertenecen a un bando con un enemigo común, se van contagiando de ese lenguaje de guerra y de la muerte para mencionar y hablar de ese enemigo y comienzan a confundir el patriotismo con la lógica del odio”.

Frente a esto la especialista en temas de infancia destacó la importancia de impulsar los libros, las bibliotecas, la lectura y la literatura, ya que consideró pueden cambiar los imaginarios y la realidad de los niños.

“Siempre acompañados de las redes familiares, deportivas, artísticas, culturales y comunitarias, ya que de esta forma se enfrenta la cultura delincuencial y llenan los vacíos de soledad y maltrato que ayudan a potenciar las decisiones de los niños de enrolarse en grupos ilegales.

“Sin duda a mayor protección, modelos, muestras de otros mundos posibles, horizontes, imaginarios y formas de ganarse la vida, como estudiando, aprendiendo, escribiendo, participando en proyectos ciudadanos, comunitarios y culturales, los niños sabrán que no están solos y que no corren peligro en las calles”.

Finalmente la columnista del diario El Tiempo, consideró que la literatura debe proponer y recuperar la memoria poética y simbólica “que puede ser reparadora y movilizadora de conversaciones pendientes entre niños y adultos. Pero también causar esa memoria emocional que permita a los niños cambiar el sentido de su vida”.

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