La abstinencia es consecuencia del vicio, es la separación voluntaria a lo que somos adictos. Hay un experimento que pide a los valientes que se abstengan de usar Facebook durante 99 días y que registren su correo en el sitio de internet del grupo de apoyo. El experimento intenta ver cómo la red social afecta las emociones de las personas al grado de trastornarlas hasta la depresión. La cuestión es: sí el bienestar de una persona depende de algo tan banal como las redes sociales es porque es incapaz de construir su propia existencia o ni siquiera lo intenta. Los adolescentes que desde ahí sufren acoso y llegan al suicidio no van a solucionar el problema con la abstención, el problema es la violencia que ejerce la sociedad en total irresponsabilidad y que tiene en las redes un sitio sin ley que favorece su patológica conducta. Las redes sociales son antes que nada y por encima de todo un negocio, que lucra con los usuarios, no son gratuitas, cada dato, comentario o imagen que suben es información que venden. Lo que es un misterio es cómo logran comercializar los datos de la masa iletrada que postea monosílabos, groserías, insultos, es adicta a los juegos, las apps y los chistes, tal vez eso sea lo más útil para este negocio: el mercado de la inmediatez irrazonable y su rápida satisfacción. Les sugiero a los enganchados que no incursionen en experimentos que pongan en peligro su comodidad, sus vidas no van a mejorar, van a ser igual de vacías pero sin redes, sin el entretenimiento que les evita soportarse. La masa vociferante cree que las redes le otorgan importancia y una actividad para usar su tiempo prácticamente inútil. En los 99 días sin Facebook o sin redes sociales ¿qué van hacer? ¿Las familias van a poner atención a la conversación? Están mejor sin hablarse y sin escucharse. Las reuniones de amigos para beber y mirar los teléfonos ¿van a cambiar su protocolo de diversión? Los diputados y asambleístas que no atienden los plenos porque es más urgente el último chiste, y que sólo se ponen de acuerdo para jugar en grupos, ahora ¿cómo se van a entretener? No digamos los gobiernos y sus departamentos de “comunicación” que dirigen todas sus decisiones desde el Twitter y son víctimas de la guillotina del I like. Con 99 días sin redes muchos gobiernos tendrían una crisis de poder. Es una dependencia que le dio sentido a las vidas de millones de personas que sin las redes estarían pérdidas, es una injusticia que los motiven a dejar lo único que les hace sentir que son alguien o que le importan a alguien. Antes se refugiaban en la televisión y sus melodramas hoy el drama es más zafio y se aloja en las redes, pero mantiene la urgencia de evadir lo que son: lo que está en una pantalla es mejor que la realidad. Sean felices, no reten a su dependencia, sigan adormecidos por una adicción que no persigue la DEA, es legal y además, aporta “comunidad”. Al reto le llaman “99 días de libertad” qué horror ¿ser libres para qué? Para usar su tiempo ¿en qué?
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