Actitud

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Cuando un ser humano de cualquier género tiene el coraje, la actitud, el valor, la capacidad de no arredrarse ante las complejidades de la vida, no existe mejor homenaje que decirle que nos quitamos el hipotético sombrero para reconocer las virtudes que se requieren para lograr lo que nos proponemos en la vida y no cejar hasta conseguirlo.

Con Joselito Adame me topé en mayo en éste año en Madrid la tarde lluviosa en la que Diego Silveti recibió una oreja como recompensa por poner todo de su parte o sea cojones para salir con una oreja en la mano en tarde que parecía imposible, los hados se le conjuntaron y Diego tuvo la capacidad para enderezar su rumbo y regresar a México en los próximos días con la cara en alto después de una campaña labrada con cincel y con esfuerzo en la roca del toreo español, cerrado por las figuras del toreo para aquellos que pretenden darles alcance.

Pero regreso a mi encuentro breve con Joselito en Madrid, a la salida de la plaza de Las Ventas, dónde buen compañero que es, durante una breve entrevista, reconoció la valía de su paisano y compañero y me dijo que él iba a poner toda la carne en el asador para que su nombre brillara por todo lo alto y a fe mía, como diría el Mío Cid, lo ha cumplido. En la parte final, tenía la muleta en la mano derecha cuando el toro lo enganchó por detrás, para lanzar el cuerno derecho hacia la espalda del torero, la recorrió de abajo a arriba por debajo de la chaquetilla, la cual  traspasó por fortuna sin perforarlo en la espalda, pero quedando Adame colgado en el aire del cuerno del toro, como un muñeco, después estampó su delgada y menuda humanidad contra la arena, donde lo buscó para rematarlo y pateó con saña. La estocada la consiguió con el halito de su vergüenza torera, los ojos ya denunciaban una probable conmoción cerebral.

Hoy que está en proceso de recuperación, en la clínica madrileña en que le atienden, es justo y necesario reconocerle su valor sereno y su deseo por convertirse en figura del toreo sueño que acaricia desde que era un niño y como becerrista, con otros pequeños de su edad, dio muestra de poder ser matador de toros de altos vuelos.

 

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