Desmantela la doble moral de la cotidianidad y cultura para observar el regocijo del hombre a través del desamparo.
Cuando veo una obra como “Antes te gustaba la lluvia” vuelvo a impresionarme de la brutal honestidad de la experiencia teatral. Lot Vekermans escribe esta obra para hablar de lo hipócrita que es esta sociedad en el ideal de la felicidad: al repetir compulsivamente la mentira de desearla, no hemos podido ver si realmente con nuestros actos estamos haciendo algo para acercarnos a ella.
Estamos satisfechos de contarnos la idea de buscar la felicidad, de acariciar el concepto para expiar nuestras culpas y sentarnos en la mesa de lo políticamente correcto. El dolor se debe guardar en el clóset pero Vekermans denuncia que nadie es capaz de lograr esta enmienda. Peor aún: nadie se atrevería a reconocer que el sufrimiento es el pan nuestro de cada día y, en cierta manera, constituye el sentido de nuestra vida.
Esta escritora holandesa no tiene empacho en decir que nos encanta hacer drama, llorar por los rincones, ponerle sal a la herida aunque gritemos a los cuatro vientos desear ser felices. Y va más allá con la premisa: nuestras relaciones sólo son posibles con el intercambio del dolor. La identidad surge al saber a quién le duele donde a mí me duele. La ayuda al prójimo nace cuando encontramos a alguien que sufre más que yo.
La historia se centra en una pareja que se reencuentra después de diez años para hablar sobre una posible reubicación de la tumba de su hijo. Una industria con desechos tóxicos amenaza al cementerio así como todos los desechos emocionales amenazan la apariencia confortable del hombre y la mujer cuando se vuelven a reconocer.
La muerte del hijo enterró al matrimonio de sus padres y cada uno de ellos saltó a la desesperanza. El hombre, a pesar de la fuerza de gravedad, detuvo el curso de las cosas y trató de frenar la caída libre al dolor, mientras que la mujer se empeñó en seguir con la inercia, a dejarse ir con toda la intención de romperse con el sufrimiento. ¿El sufrimiento es opcional? ¿Realmente se puede hacer reversible la caída? ¿Dejar de sentir dolor es una ilusión, autoengañarse? La interpretación de Arcelia Ramírez como la ex madre y ex esposa le da al clavo porque vemos su cuerpo tenso todo el tiempo. Ella se quedó atorada en el sufrimiento; no deja de gritar, patalear, pedir auxilio pero en realidad no quiere moverse de ahí.
Este trabajo se contrapone al de Juan Manuel Bernal, el ex padre y ex esposo, quien trata de mantener cierta templanza frente a esta mujer que delira por el dolor. Al principio de la obra, su cuerpo es de una sola pieza pero poco a poco se desintegra. Y es, con este particular modo de llevar la corporalidad en el montaje, como se llega a la premisa más escalofriante de Vetke.
El sufrimiento es contagioso, se propaga como un virus, te enferma. El hombre había tratado de seguir adelante, de rehacer su vida con otra esposa, de “verle el lado bueno” a las cosas pero sólo bastó ver a esta mujer hecha dolor para ser, irremediablemente, como ella. Sufrir, abrir la puerta a las sensibilidades dolorosas, es una adicción como el alcoholismo o a cualquier otra sustancia tóxica.
Y este encuentro, el de la adicta y el rehabilitado, que causa la explosión de la bomba, la del contagio, pone la piel de gallina. El público sólo le queda reírse cuando ve a alguien dejarse arrastrar por el dolor porque es demasiada fuerte la confrontación con nosotros mismos, con nuestros hábitos emocionales, individuales y colectivos. Vetke no se toca el corazón para señalarle al espectador nuestra hipocresía, nuestros deseos enanos de felicidad pero, sobre todo, esa adicción a lamernos las heridas.
Toda la obra depende de las palabras que se dicen los personajes. Esto puede provocar cierta reserva del espectador para comprar un boleto, sin embargo, la obra es interesante en todo momento. Sorprende la progresión dramática del texto a pesar de no contar con una estructura más cercana a los formatos audiovisuales de hoy donde lo importante es cómo el conflicto de los personajes se enreda.
“Antes te gustaba la lluvia” es de esas obras que te orilla a la confrontación personal. Denunciar la adicción al sufrimiento es audaz y valiente. Desmantela la doble moral de la cotidianidad y cultura para observar el regocijo del hombre a través del desamparo. No tengan miedo de descubrir quién pertenece al club de los adictos o de los rehabilitados.
“Antes te gustaba la lluvia”
De: Lot Vekermans
Dirección: Hugo Arrevillaga
Foro Shakespeare (Zamora 7, colonia Condesa)
Viernes 20:45 p.m., sábados 19:00 y 21:00 hrs., domingos 18:00 hrs.
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