“Aquí y ahora”: “¿En qué ventana se coló el mal?”

Cuando tenía 18 años, mis compañeros de clase me dijeron que el libro más terrorífico de la literatura era “El horla” de Guy de Maupassant. Yo no les creía. El título, al no decirme algo claro, no me parecía una buena invitación para entrar a un mundo oscuro. Todos trataban de ponerme a prueba para enfrentar mi miedo, conocido por el salón, al terror.

            Decidí sacar el libro de la biblioteca, obligarme a acabarlo en tres tardes y salir de una vez por todas de la duda sobre el poder de la historia. Al leer la primera página esperaba que esta vez no me diera miedo irme a dormir por la noche y echarles en cara a mis compañeros, al día siguiente, sus estrategias baratas para asustarme.

            “El horla”, en efecto, era el libro que más terror me había provocado en la vida. Lo diferente en esta historia era la imposibilidad de encontrar al enemigo. El protagonista era víctima de una fuerza incapaz de tomar forma de un cuerpo o de una cosa; Maupassant, de una manera muy hábil, diseña un mundo donde el mal puede estar en cualquier lugar y en ninguno.

            El infierno viene cuando el combate no tiene un enemigo claro y cualquier paso se puede convertir en un punto ciego. Esa misma sensación que me provocó “El horla” a los 18 años la volví a experimentar al ver la tragedia de la protagonista de “Aquí y ahora”. Alicia, la víctima y la heroína, vive para encontrar quién provoca su tormento sin saber por dónde empezar, sin tener pistas, sin tener certezas de su contrincante. La maldad puede estar escondida en cualquier lugar.

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            Alicia, después de la “muerte de cuna” de su hijo, vive encerrada en su departamento. Usa pijama la mayor parte del día y duerme sin importar la hora. Su marido no sabe cómo tratarla porque se ha vuelto una desconocida quien tiene que cargar para demostrar su poco amor.

            La pareja se resiste a abandonar el sufrimiento para salir de ese departamento y empezar una nueva vida. Alicia busca los culpables del estado de las cosas y lo único que encuentra es el llanto de su bebé en la cabeza todo el día. Esos gritos son el recordatorio de la culpa, de la desesperanza, de la autoaniquilación. La mujer quiere enfrentarse a esta fuerza maligna pero, en realidad, no sabe dónde está. Quiere buscar quiénes le pusieron esta trampa: todos son sospechosos incluso ella misma.

            La llegada de unos vecinos metiches al departamento de enfrente provoca una guerra entre Alicia y su marido. La maldad crece y la línea entre la víctima y el victimario se desvanece.  ¿En qué ventana se coló el mal? ¿En qué parte del departamento se escondió?

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            “Aquí y ahora” se vuelve terriblemente devastadora para el público cuando Catherine- Anne Toupin, la autora, reitera la omnipresencia de la muerte y la desolación. Duele ver a una Alicia que está destinada a nunca encontrar respuestas y ser presa de su cabeza, de su propio dolor. Ojalá el antagonismo surgiera en forma de monstruo porque sería un consuelo para el público; todo se vuelve pavoroso cuando adquiere la forma de todas las cosas y de todas las personas.

            El montaje de Hugo Arrevillaga vuelve más evidentes las puertas falsas del texto. Mediante la actoralidad, el ritmo y el tempo, sugiere constantes cambios de dirección que provocan una atmósfera opresiva. El público se compadece de Alicia al ver todas las posibilidades de redención perdidas; ella cae irremediablemente al abismo.

            La adaptación es uno de los aspectos mejores logrados en el espectáculo porque el lenguaje cotidiano y familiar a nuestra cultura hace que la anécdota se vuelva más reconocible y, por lo tanto, terrible porque yo podría estar cerca de una situación similar. Todo se trabaja a partir de las sutilezas: el miedo nace a partir de elementos sencillos y no de complicados artificios teatrales.

             Para los actores, hacer esta obra implica una resistencia de titanes. Construir la tensión en cada escena, con este tipo de dramaturgia de constantes cambios de direcciones, implica un nivel de concentración altísimo y un trabajo energético desmesurado. Mariana Garza, como Alicia, hace una interpretación vibrante que queda resonando en la memoria.

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            “Aquí y ahora” es una obra que no necesita de una dosis extra de artificio para estremecer. La particular estructura dramática y el pleno ejercicio actoral son los recursos más poderosos para causar terror en el público. Cuando prenden la luz de la sala, el espectador no puede dejar de pensar en Alicia, en su dolor, en nuestros enemigos irreconocibles.

            Después de la función, llegué a la casa y no pude dormir así como cuando tenía 18 años y leí por primera vez “El horla”. El peor miedo surge cuando las preguntas no se pueden responder y cuando esos demonios más temidos sólo existen en mi cabeza. ¿A quién enfrentar? ¿A quién perseguir? ¿Cómo huir de mí mismo?

“Aquí y ahora”

De: Catherine-Anne Toupin

Traducción: Humberto Pérez Mortera

Dirección: Hugo Arrevillaga

Foro Lucerna (Calle Lucerna 64, esquina con calle Milán, colonia Juárez)

Viernes 20:45 p.m., sábados 19:00 y 21:00 hrs., domingos 18:00 hrs.

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