Archipiélago mexicano

Es así que se ha contribuido desde todas las aristas a la creación del archipiélago social mexicano, un espacio dividido y mareado por la incomprensión, la corrupción y la torpeza.

Ciudad de México.- Por fuerza narrativa el país se baña como todos los días en la ficción y en la realidad de la bandido-cracia.

La realidad supera a menudo una narrativa mediática hecha ficción e inspirada en un verismo inverosímil por lo aparentemente insensato de los relatos que se alimentan de una condición humana a la que duele asomarse, porque al hacerlo se pierden grados de inocencia.

La región y particularmente México, están intervenidos desde hace unos 35 años por cárteles y organizaciones criminales cada vez mejor dotadas tecnológicamente y suficientemente armadas para enfrentar al poder del Estado.

Telecomunicaciones y estrategias recogidas de la inteligencia militar y política no son extrañas a estas organizaciones de axiología descompuesta.

La delincuencia es urbana, militar, gubernamental, campesina, eclesiástica, periodística, industrial y hasta académica. Su complejidad es producto de la debilidad de las instituciones, de la falta de una sociedad basada en el mérito de sus ciudadanos, con una abismal y creciente desigualdad étnica, económica y social.

El mestizaje esta detenido, la economía favorece a una minoría y la sociedad se dopa y embrutece a base de distintas moléculas, etanol, tetrahidrocanabinol, benzoilmetilecogonina, fenetilaminas, metilfenidato o cualquiera otra de las nuevas familias anfetamínicas…

Grupos de individuos de diferente extracción, en la mayor parte de los casos sin conocimiento científico, se dedican a la fabricación de estos compuestos, otros a su empaquetamiento, distribución, cobranza y ajustes de cuentas a través de una red que se entre-toca y se intoxica.

La operación se da a partir de una nomenclatura extraída de intenciones de arquitectura de marca y posicionamiento de egos: El cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Cártel del Golfo, Los Zetas, Arellano Félix, Beltrán Leyva, La Familia Michoacana, Templarios, Tijuana, Juárez, del Pacífico, de Cali, de Medellín, de Bogotá, FARC, EZLN, los Lorenzana, el cártel de Tepis. Señalarlos es fácil, conocerlos implica describirlos y combatirlos mata, negociar con ellos enriquece circunstancialmente.

Cómo olvidar en 2011 en Puebla, aquella jovencita universitaria de Tijuana que valiente se levantó en un Foro de Espacio para comentarle a tres presidentes de partidos políticos mexicanos: –Señores, ¿qué tienen los partidos políticos que pueda mejorar la oferta que nos hace a los jóvenes el crimen organizado? Aquella pregunta no fue retórica. Dolió a los representantes de esa fundamental división del país que son los partidos políticos y no tuvo respuesta.

Tampoco podemos olvidar aquél joven en Toluca, años antes, quien se levantó para inquirir al secretario de Gobernación, – ¿Cómo se siente Santiago Creel, trabajando para un presidente mentiroso? El incidente ocurrió justo después de que pasó a la historia como el –Comes y te vas– dicho por el Presidente Fox al Presidente Castro y grabada por este último para su ulterior difusión.

Por otra parte, el empresariado mexicano, esa figura que juega el rol del bueno en la mayor parte de las narrativas, ese Pilatos que sólo se ensucia las manos cuando se trata de denostar en complicidad, asegurando el no castigo y que por lo general luce I mani pulite, sabe bien hacerse de la vista gorda y juega al lavado en cualquiera de sus vertientes, bancaria, industrial, comercial, inmobiliaria, agrícola, de imagen... Es el gremio que a través de acuerdos cupulares mantiene los salarios en niveles bajísimos y la capacitación en un estadio de retórica constante. Ellos son también co-responsables del status-quo de un país que no fragua, que no se consolida.

¡Ay! y los trabajadores, los sindicatos, los de profesores, de petroleros, de trabajadores del Estado, de estibadores, los de la industria de radio televisión, lo de, de y de… ¿a qué juegos se prestan, qué intereses persiguen, qué gestas y juegos les enorgullecen?

El ciudadano, ese yo multiplicado al extremo de las derivaciones sociales, ese ser que se diluye en el cotidiano de la vida vacía, de la repetición del gesto, del vacío existencial. Esa personita de la clase media cuya condición es remarcablemente frágil, termina mintiéndose a si misma, en un no pasa nada, en un exagerado ha sido siempre así, él también es cómplice del genocidio identitario.

Y las etnias, esos 12 o 15 millones de mexicanos que han enquistado la rabia y andan calladamente inyectándose en los circuitos del anti-hambre urbano. Esos, que Lombardo Toledano estudia en su célebre y escaso texto El Problema del Indio, queriendo decir en el fondo El problema de México, ese grupo que pensó al indio, de Barreda a Vasconcelos, pasando por Justo Sierra, por Caso y por Valle Inclán y Mistral, invitados de la SEP, por Ignacio Ramírez, Cosío Villegas y Manuel Benítez, Reyes Heroles y Rafael Sebastián Guillén (Marcos) ese grupo tampoco aportó soluciones. No lo hizo quizá porque casi a cada uno se le olvidó considerar las reflexiones del sujeto de estudio.

El indio pensante, el indio formado, el indio globalizado no ha llegado a condición de ciudadano emancipado mas allá del papel y la letra constitucional.

Así, queda en la escena, un país compuesto de islotes, cabos, rías, islas de sentido, abundante de conformismos y ranchos de sentido, habitado por autócratas todos sin llegar a la conciencia anarca.

Es así que se ha contribuido desde todas las aristas a la creación del archipiélago social mexicano, un espacio dividido y mareado por la incomprensión, la corrupción y la torpeza. Construir un país es tarea difícil, no tiene final, pero el comienzo está en el pensarlo bien para construir un imaginario que convoque fragüe y consolide. La sociedad mejor, que todos reclamamos, seguirá, mientras esto sucede cada vez más, impacientemente esperando…

Twitter: @gtmelo

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