La política y el discurso de AMLO se reparten entre los sectores sociales más vulnerables, y los muy poderosos grupos económicos, nacionales y extranjeros a los que quiere atraer. Ningún mensaje está pensado para la clase media que sólo resiente la retórica moralista de la austeridad.
A los sectores vulnerables les ha ofrecido dinero en efectivo, entregado a cada persona si es adulto mayor, si es persona con discapacidad, niño o joven menor de 18 años en situación de pobreza extrema y que estudien en una escuela pública; y si es un joven de hasta 29 años, se le ofrece apoyo para capacitarse en alguna empresa, o una beca si está estudiando en nivel universitario.
Con los grandes empresarios, nacionales y extranjeros, AMLO se reúne y trata de ganarse su confianza respondiendo a sus demandas, y hasta ha sugerido que sea mediante la competencia y no por normas regulatorias como las empresas, en la más amplia libertad económica, sirvan al desarrollo del país, como fue durante el neoliberalismo.

El presidente trata comedidamente al empresariado, porque sabe que de sus inversiones depende la plataforma económica que necesita la 4T para soportar sus propósitos políticos y sociales, pero además, porque no está peleado con el papel empresarial en la sociedad, sino con la práctica de utilizar el poder económico para imponerse al Estado, como fue en el neoliberalismo de la plena libertad económica. Ahora la tendrán a condición de que guarden su distancia del Estado, y que consideren muerto al neoliberalismo.
La austeridad republicana, envuelta en una retórica moralista en contra de actividades económicas y conductas inapropiadas, ha sido el principal mensaje de López Obrador a la clase media, la que es crítica, que se organiza y protesta, la que traduce la semántica del poder a la clase trabajadora.
A representantes de esa clase media, el gobierno les retiró apoyos, como los que daba a las estancias infantiles (sin distinción) y a las Organizaciones no Gubernamentales (a todas); además, le bajó el sueldo a la burocracia de nivel profesional y despidió a miles de múltiples dependencias federales.

La clase media, en su mayoría, se ha identificado como “fifí” y quien la ha colocado del otro lado de su gobierno (por no decir en contra) ha sido el propio presidente.
Se entiende que la clase media vea, en los esfuerzos del gobierno, por recuperar capacidades legales e institucionales para gobernar ‒lo que es una indispensable restauración del poder del Estado‒ un mero afán de concentración de poder personal en el presidente.
A él se debe esa percepción y debería ocuparse de corregirla cuanto antes, porque ya están en marcha, y a la luz pública, varios movimientos de extrema derecha, en el que se le acusa hasta de ser comunista desde una retórica de impecable factura fascista.
[box type=”info” align=”aligncenter” ]Esta columna dejará de publicarse durante los próximos dos meses.[/box]
En principio, estoy de acuerdo en el diagnóstico. Aunque creo que al autor del artículo se le ha pasado considerar que también existe una clase media comprometida con el pensamiento de izquierda; entendiéndose por comprometida una voluntad de aguantar los embates y golpes que recibe de esa política de inversión que la excluye, en tanto que comprende cabalmente que el redestinamiento de la inversión pública tiene como objetivo saldar las deudas (de todo tipo) que generó el neoliberalismo con las clases bajas. Dicho de otra manera: la clase media no es homogénea, sino muy heterogénea.
En los sectores comprometidos de las clases medias, especialmente en las más ilustradas, no impacta de manera sustancial el discurso de la ultraderecha; incluso hasta genera un fortalecimiento del posicionamiento político… ¡Peeeeeeeero! ¡No cabe duda de que sí se resiente la falta de atención!.
De modo que la recomendación que hace el autor de este artículo termina siendo la misma: ¡No descuidarla! Porque de mantenerse esa política de inversión terminará por aparecer la desesperanza en este sector fundamental para la consolidación de cualquier tipo de política que tenga como objetivo una transformación social, económica y política del país.