“Exagerada sensibilidad, apasionamiento de las ideas religiosas o políticas, amores platónicos, inclinación al suicidio, sentimientos heroicos y hasta ideas científicas” son algunas de las características que comparten los criminales epileptoides y los creadores artísticos, los “hombres de genio” según el psiquiatra y criminólogo Cesare Lombroso.
En 1872 publicó su infundada teoría sobre la creatividad que llamó Genio e Follia, Genio y Locura. Al criminalizar la creación artística y convertirla en una patología implantó un estigma social. Aseveró que todos los genios son degenerados y con su obsesión antropomorfa definió sus características físicas desde estatura, masa muscular, fertilidad, comparando los cráneos de varios personajes como Dante, Kant y Volta.
La personalidad creativa se manifestaba como un desorden neurótico. Afirmó que la psicosis y degeneración del hombre de genio era una consecuencia de la excesiva actividad intelectual. Fue tal la aceptación de esta difamatoria idea, que mantuvo un diálogo con León Tolstoi para analizarlo, decía que compartía el “aspecto degenerado” de Sócrates, Ibsen y Darwin.

Este encuentro quedó en los diarios de Tolstoi y años más tarde en su novela Resurrección en la que discute las teorías criminalísticas de Lombroso ubicándolas en el terrible sistema penitenciario ruso. El impacto de Duchamp con su urinario partió de que cualquier objeto prefabricado podía ser arte, entonces el “creador” sobraba y, cumpliendo los sueños de Lombroso, la figura del genio volvió a quedar desacreditada.
Las especulaciones de Lombroso sobre la creatividad se desecharon posteriormente porque carecían de método científico y por la fácil arbitrariedad con que la psiquiatría inventa y contradice sus propias ideas, pero continuaron en la memoria colectiva que estigmatizó la creación como forma de vida.
Aunque el genio es resultado del trabajo duro, el análisis y la disciplina como definió Abraham Maslow (1963) “El genio es 1% inspiración y 99% transpiración”, la condena para el trabajo artístico se mantuvo como uno de los pilares del arte VIP.
Con la misión de terminar con “el culto al genio individual que innova y hace de la creación un acto heroico” acabaron por estatuto con la realización de la obra, con la originalidad y la valoración del talento. Las teorías del arte en contra de la creatividad y la originalidad reducen el trabajo artístico al reciclaje de ideas, la apropiación, el readymade. El arte deja de ser una propuesta y se convierte en información.
La unión entre las dos formas de criminalizar la creación, la de Lombroso y el arte VIP, está en que hacer la obra, dedicarle la vida al arte, confrontar los aciertos y los fracasos detona emociones, conflictos personales y determina la existencia. Si la obra es la higiénica idea de que todo es arte, se acaban las complicaciones.
Las obras se resuelven con un instructivo teórico, sin la necesidad de que el artista comprometa en eso su vida: relax life is easy. Anatemizar, establecer límites a la creatividad nos remite a ese genio que la ciencia ya vigiló como un ser enfermo y permite que los rangos de exigencia no existan.
El talento no es un regalo divino, realizar obras que marquen al individuo y a su tiempo no es un acto de prestidigitación que se deba perseguir como la Inquisición hizo con la herejía, el talento es formación, simple trabajo, constancia y cotidianeidad.
Lombroso dice que la masa no rechaza al talento por mediocridad o envidias rivales, es porque esta admira el sentido común que anda por caminos ordinarios y conocidos, por los que el genio se niega a andar, “el hombre que crea nuevos mundos tiene más enemigos que el hombre común”.
En eso también coincide con el Arte VIP que condena andar por otros caminos. La ciencia y la tecnología apoyan el talento, buscan la innovación, retan al conocimiento, y en cambio el arte VIP se regodea en sus limitaciones, se jacta de su repetición y alardean de la nula formación artística.
Han convertido en arte a las ideas arbitrarias como Lombroso llamó ciencia a sus elucubraciones. La diferencia es que el criminólogo ya es obsoleto para sus colegas y la academia sigue sosteniendo al arte VIP.