Ciudad de México.- Hace dos semanas asistí a un congreso para hablar sobre el futuro de la dramaturgia y escena en México. Sé que “Pez de Oro”, entrega tras entrega, ha estado comprometido en reseñar espectáculos teatrales, sin embargo, es interesante retomar ciertos puntos del congreso en este espacio, porque refleja el pulso de los actuales escritores y, por lo tanto, de las nuevas maneras de entender al teatro.
El primer argumento que se puso sobre la mesa fue la idea de la competencia del teatro frente a otros medios. No en un sentido comercial, sino en un terreno de lenguaje y competencias comunicativas. Actualmente, la gente está expuesta a demasiados y veloces medios de información; el decidir qué ver, leer o escuchar depende de necesidades e intereses específicos de cada persona.
No obstante, es innegable cómo ciertos medios han evolucionado de forma tan compleja que han redefinido el cómo la gente consume los medios de información. Los ejemplos más evidentes son la televisión y el internet; ellos han propiciado un lenguaje más arriesgado, rápido y expresivo mediante una nueva sintaxis y pragmática.
Sin duda alguna, frente a esta pirotecnia mediática otros medios han quedado rezagados, no han podido seguirle el paso a los grandes cambios de entendimiento e interpretación de información mediática. El cine, por ejemplo, ha estado en una crisis expresiva desde el 2000; no ha tenido la capacidad (y, también vale la pena decirlo, la voluntad) para reinventarse y proponer nuevas estructuras expresivas, lenguajes más novedosos.
Aquí vale la pena poner las barbas a remojar: ¿dónde queda el teatro en este panorama?
Desafortunadamente, éste tampoco le ha seguido el paso al nuevo flujo de información y a las nuevas audiencias. Se ha asegurado de tener una buena zona de confort para reproducir formas y contenidos de décadas pasadas. Para bien o para mal, el teatro ahora compite (insisto, en términos expresivos) con una serie de televisión, twitter, una película en internet o juegos de video.
Habrá que pensar por qué se vive una drástica disminución de público en las salas. Algunas razones más discutidas fueron la localización de teatros, el estacionamiento, la hora de funciones pero ninguno de ellas habla del problema real. Sí, el reiterado y, también, mal afamado precio de los boletos se discutió en el congreso: es un factor importante pero no determina el fenómeno.
Obras como “Hoy no me puedo levantar” tiene los boletos más caros de toda la cartelera mexicana y están agotadas las funciones; esta obra con una duración de tres horas que no arriesga nada en el contenido expresivo, ni en la estructura, ni en la dirección, ni en la plástica tiene un éxito avasallador.
El público tiene la voluntad de asistir al teatro pero aún sigue viendo esta experiencia como algo difusa, ambigua pero, sobre todo, poco cercana. La experiencia teatral debe comprometerse con las audiencias, con sus necesidades comunicativas pero, lo más importante, debe comprometerse con su manera de pensar, sentir y actuar; las salas volverán a estar llenas cuando las historias que se cuenten hablen de los que están viendo el espectáculo sin adornos ni pretensiones. El futuro de la dramaturgia y escena en México está ligado a la autenticidad.
Si el teatro logra poseer textos fuertes, podrá explotar al máximo su mayor ventaja ante los demás medios: la experiencia en vivo. Y así la magia de lo efímero, del ritual, de lo impredecible en cada función podrá ser fascinante para el público.
Los hacedores de la experiencia teatral buscarán incidir en los cambios de las audiencias y encontrar a nuevas audiencias. La posibilidad de reinvención sólo podrá darse a partir del tiempo pero con una firme decisión de continuarla hasta sus últimas consecuencias.
Los argumentos seguirán siendo la base de todo el fenómeno teatral. Son los generadores de energía para el director, actor, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas, taquilleros, gente encargada de los estacionamientos y de la dulcería. Y, principalmente, las historias serán faros para el público que los ayude a cruzar la niebla y acercarse a su verdad.